miércoles, 11 de marzo de 2015

Alfredo Toro Hardy: hacia un nuevo orden mundial

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La posibilidad de que Pekín y Moscú conformen un eje antiestadounidense no luce descabellada. La convergencia económica entre ambas capitales resulta muy grande, teniendo a la energía como bisagra fundamental. Sin embargo lo que las une trasciende ampliamente al campo de lo económico. En palabras de Gilbert Rozman, catedrático de Princeton que recientemente escribió un libro sobre el tema: "Los observadores occidentales han malentendido mayormente las razones de estos dos países (Rusia y China) para construir estrechos lazos entre sí. Las mismas son motivadas mucho menos por el interés material que por un sentido de identidad nacional que se define por contraposición a Occidente (... ). El presidente chino Xi Jinping ha descrito lo que denomina un Sueño Chino, el cual entraña un nuevo orden geopolítico asiático construido por los gobiernos de esa región y en donde Pekín estaría llamado a jugar un papel mayor. De la misma manera el presidente ruso Vladimir Putin ha clarificado su objetivo de crear una Unión Euroasiática donde también Moscú jugaría un papel preminente. Ambos gobiernos han acusado a Estados Unidos de mantener una agresiva mentalidad de guerra fría que busca contener sus legítimas aspiraciones de liderazgo en sus respectivas regiones (... ). La retórica china de apoyo a las acciones de Putin en Ucrania y la retórica rusa de apoyo a la visión de Xi en el Este de Asia no son coincidencia. Por el contrario ellas expresan un nuevo orden geopolítico" ("Asia for the Asians", Foreign Affairs, october 29, 2014).

Moscú-Pekín
Según Rozman no se está en presencia de una simple alianza táctica entre estos dos países sino de la conformación de un bloque geopolítico. De hecho, desde el año de 1996 se ha venido forjando de manera poco espectacular pero sistemática una asociación estratégica entre ambos y ya desde los noventa la Doctrina Primakov (formulada por el entonces primer ministro ruso) planteaba la necesidad de ir dando forma a un eje Moscú-Pekín (ver Darius Nazemroaya, The Globalization of NATO, Atlanta, 2012).

Valga agregar que la Doctrina Primakov visualizaba también a Irán y a India como componentes medulares de una coalición ruso-china. En el caso de Irán ello pareciera no admitir dudas. La participación de India, sin embargo, resulta un tema mucho más complejo. Las posturas multilaterales de Nueva Delhi, su énfasis en una identidad asiática, el volumen de su comercio con China, su complementariedad energética con Rusia y hasta su asociación con estos dos países en el marco de los BRICS, generan una cercanía importante con ellos. Más aún, de cara al futuro la confluencia Pekín-Nueva Delhi asume una fuerza muy especial. Las proyecciones apuntan a que en 2040 estos dos países representarán el 40% del mercado global, mientras que el PIB conjunto de sus economías alcanzará al 52% del mundial. No en balde se ha acuñado el acrónimo Chindia para referirse al impacto de esta conjunción económica.

No obstante, junto a los factores de convergencia se encuentran los de divergencia. Estos últimos se expresan en los campos de lo limítrofe y lo geopolítico. China e India mantienen diferendos territoriales en las regiones de Aksai Chin y Arunachal Pradesh que conllevan a altas tensiones periódicas y que en 1962 las condujeron a una guerra limitada. Los estrechos vínculos entre Pakistán y China, de su lado, son vistos como una amenaza por India, que a la vez ofende a Pekín por el asilo que brinda al Dalái Lama y por las actividades que el "gobierno en el exilio" de Tíbet realiza desde la ciudad india de Daramshala. China mantiene aspiraciones de construir una flota de guerra de aguas profundas que proteja las rutas marítimas del Océano Índico por donde circula el petróleo que importa. Ligado a lo anterior Pekín está construyendo o modernizando un conjunto de puertos en países adyacentes a la India, a los que brinda apoyo político y económico. El efecto combinado de las ambiciones chinas de desplegar una flota de guerra por aquellos mares con los desarrollos portuarios y las alianzas en curso, es fuente de mucha inseguridad para India.

Washington-Nueva Delhi

El que la consonancia o la disonancia prevalezcan podría resultar de gran importancia geopolítica. La dirección en la que se incline Nueva Delhi dentro de una nueva guerra fría en gestación tendría mucha significación. La evidencia plasmada estos últimos meses hace suponer, sin embargo, que India no resultará el aliado natural al que aludía la Doctrina Primakov. El acuerdo Washington-Nueva Delhi en relación a cooperación nuclear civil, el acercamiento entre éstos en materia de defensa con particular referencia a la coproducción de equipos defensivos y, en particular, la llamada "Visión Estratégica Conjunta para el Asia-Pacífico y la Región del Océano Índico", dejan suponer que Estados Unidos e India han forjado ya su propia alianza estratégica.

altohar@hotmail.com / Fuente: ElUniversal

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