domingo, 8 de marzo de 2015

Amaury González: la izquierda y la derecha frente a la guerra económica

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Dice Oscar Wilde que el socialismo es el aguafiestas de la orgía capitalista, en una frase que plantea el juego entre capitalismo y socialismo. Si esta frase la empleamos para plantear la pugna entre la izquierda y la derecha política, nos daríamos cuenta que la izquierda es algo así como la consciencia de la derecha, la voz ética que le habla al oído a una dama pretensiosa llamada modernidad, de cuyo cuerpo hace feliz parte, y que le dice que se comporte.

Estos planteamientos, por supuesto lejos de las jaulas conceptuales académicas, los hago a propósito de una coyuntura en la que el pragmatismo, las conspiraciones y la necesidad de superar el rentismo petrolero y todas sus consecuencias culturales, vienen evidenciando situaciones y problemas estructurales, las cuales deben superarse más allá de discursos y doctrinas políticas y económicas.

También, estas palabras fueron motivadas por un artículo de Sergio Rodríguez Gelfenstein que publicamos en poderenlared.com el pasado 2 de marzo, intitulado “¿Cómo es posible que??”, que nos parece coincide con algunas ideas y reflexiones que he puesto sobre la mesa en anteriores oportunidades. El autor del grupo Barómetro Internacional, inicia su texto contando la visita que hiciera a un familiar en el estado Yaracuy, con el que sostuvo una conversación sobre la actualidad política y económica del país.

De dicho artículo, vamos a destacar tres elementos a nuestro parecer fundamentales, como parte de una serie de reflexiones que volveremos a traer a la discusión sobre lo que ya podríamos denominar “el problema contemporáneo de la izquierda” o, los problemas de la “izquierda contemporánea”, en un contexto donde las cuestiones de naturaleza económica y geopolítica son las que parecen estar marcando la pauta en los destinos de los pueblos del mundo, por encima de teorías, doctrinas y corrientes, y en un contexto de renacimiento de la filosofía política, que no ciencia política.

Dice Gelfenstein, que las inquietudes que ha recogido en diversas conversaciones e intercambios personales o a través de la red, lo condujeron a pensar que “efectivamente estamos ante una extraña situación producida cuando un pueblo que ha elevado sus niveles de entendimiento y su capacidad de análisis político, no encuentra explicaciones ante determinados hechos que ocurren”. Sobre esto, tendríamos que preguntarnos ¿Hasta qué punto puede ser efectiva la capacidad de análisis político frente a una situación económica levantada sobre condicionamientos históricos y factores culturales funcionales a la guerra económica? Primer elemento.

Mucho más adelante, en un texto que reflexiona muy acertadamente sobre la concepción del Estado en autores como Marx y Weber, Gelfenstein habla del nivel de perfeccionamiento que ha alcanzado la democracia representativa de la mano del capitalismo, reflexión que lo lleva a una conclusión que expresa el real carácter de la lucha que plantea la Revolución bolivariana:

No se trata de la clase obrera asaltando el poder como lo presagió Marx o Lenin. Se trata, solamente de establecer, en el marco del capitalismo, nuevas reglas de juego, que al menos protejan a nuestros países de la expoliación imperial y la aplicación de medidas neoliberales”.

Porque, como nos preguntamos hace tiempo en un ensayo sobre el tema ¿Se trata de un problema de clases o de un problema nacional? Es decir, ¿Es de clases el peo o estamos frente a una situación de Patria Vs. Neocolonia? ¿Si existen ambos antagonismos, hay uno más importante que otro? Son preguntas que debemos responder y que están en la base de los disensos que pueden existir entre las fuerzas de izquierda, progresistas o patriotas agrupadas, por ejemplo, en el Gran Polo Patriótico.

Finalmente, el autor alude una realidad elemental, y talvez por eso desestimada, que destaca la existencia de los famosos “poderes fácticos” presentes en toda sociedad:

“Vale decir, que el gobierno es sólo una parte del poder y que asumir el gobierno solo sirve, ―si se trabaja en pro de ello― para crear mejores condiciones para que el pueblo pueda acceder al poder. Este proceso no está exento de contradicciones, porque como se ha dicho antes, confluyen múltiples intereses que pueden acelerarlo o frenarlo”.

Ya está. En las sociedades capitalistas contemporáneas, en las sociedades de clases, diversas, histórica y estructuralmente heterogéneas, una organización política al frente del Estado no es el único factor de poder en esa sociedad. Tenemos entonces, algunas reflexiones que nos permitirían comprender algunas cosas que pueden causar perplejidad, y que genera preguntas, tanto en la izquierda como en la derecha, del tipo  ¿Cómo es posible que…?

El Estado, al frente del cual está Nicolás Maduro, es un factor de poder, la organización política por excelencia que concentra el poder político. Este factor de poder va en una dirección. De otro lado, los poderes fácticos, el económico (Burguesía comercial, financiera, factores externos, cultural-ideológico), van o parecen ir en otra dirección. Resultado: guerra, y no solo económica.

El debate implícito, por ahora, va en la dirección de superar los viejos espectros políticos, y pensar en un nuevo esquema ―de ser necesario un esquema― que vaya más allá de las izquierdas y las derechas, en un contexto donde se han aprendido algunas lecciones en materia de humanidad y justicia social en el contexto del capitalismo rentista venezolano.

Así, el socialismo bolivariano debe ser algo así como el aguafiestas de la orgía rentista, y la consciencia lúcida de las limitaciones de la izquierda y la derecha tradicional.

@maurogonzag / Poderenlared.com

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