sábado, 21 de marzo de 2015

Amaury González: El desarrollo en Cuba y Venezuela, modelos en transición

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En entregas anteriores hemos venido comentando y analizando la entrevista que Oscar Schemel, de Hinterlaces, le hizo al economista cubano Juan Triana Cordoví, ocasión en la que este hizo algunos planteamientos sobre el proceso de actualización del socialismo en Cuba en el contexto del restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, anunciada en diciembre pasado.

Hasta ahora, hemos destacado los planteamientos que han señalado la importancia de inversión extranjera directa, la acumulación y reproducción del capital, la idea de la preeminencia de la justicia sobre la igualdad, y la particular forma de participación del Estado en el proceso económico, es decir, su relación con el mercado. Ésta, recordemos, no puede ser de ataque, pero tampoco puede ser de sometimiento a sus fuerzas. “El Estado debe guiar y corregir al mercado. Hay que gobernar con el mercado, no contra él ni para él”, dijo el asesor de Raúl Castro.

Ante la pregunta de si Cuba se dirigía hacia una economía mixta, dada la preeminencia casi absoluta que tuvo el Estado durante las primeras décadas de la Revolución, y con la perspectiva de los cambios y flexibilizaciones que empezaron a darse en los últimos años en la isla, Triana respondió que están enrumbados hacia una economía diversificada “con diversas formas de propiedad y diversas formas de participación en esa propiedad”, lineamiento que coincide con lo que establece nuestra Constitución Bolivariana sobre la materia: una economía mixta que permite la coexistencia de diversas formas de propiedad.

Lo importante, siguiendo a Triana, son las condiciones que debe cumplir este proceso de diversificación. En primer lugar, debe ser funcional al modelo de país. Segundo, no puede afectar la independencia y tercero, debe servir para producir la riqueza necesaria. Esto último, reviste la mayor importancia si reflexionamos por un momento, y recordamos que el discurso sobre la necesidad de la inversión extranjera directa para lograr el desarrollo, en el contexto de los países periféricos del capitalismo mundial se tradujo siempre en dependencias tecnológicas y debilitamiento de la soberanía, para no hablar de intervencionismo político directo y saqueo de recursos.

Sobre la industrialización, Triana dijo que era “una cuenta pendiente”, tal como lo es para Venezuela, por cierto. Para el asesor, esta industrialización debe permitir una transformación productiva dinámica y debe acercar a Cuba al desarrollo. Suponemos, que esto último significa lograr que Cuba se convierta en un país industrializado de acuerdo a los estándares internacionales. Seguidamente, Triana Cordoví hace una reflexión, a nuestro parecer central desde el punto de vista de las metodologías de planificación: “El desarrollo se mueve, los países cambian, el mundo cambia, las tendencias de la economía cambian, tiene que ser una industria que constantemente se esté rediseñando a sí misma”.

El planteamiento, si bien plantea importantes debates sobre las implicaciones del desarrollo concebido como crecimiento económico e industrialización, o el no menos actual debate extractivismo vs. pachaamamismo, encierra una idea-fuerza que, a nuestro parecer, fue sugerida por el Che Guevara en su ensayo “La planificación socialista”, el cual fue la respuesta al artículo ““Formas y métodos de la planificación socialista y nivel de desarrollo de las fuerzas productivas”, del pensador marxista Charles Bettelheim.

Para Guevara, Bettelheim, defensor del llamado “cálculo económico” y de la Ley del valor, olvidaba que el período de transición por el que pasaba Cuba era históricamente joven. Dice Guevara: “En el momento en que el hombre alcanza la plena comprensión del hecho económico y lo domina, mediante el plan, está sujeto a inevitables errores de apreciación”. A continuación, la pregunta clave que se hace el Che: ¿Por qué pensar que lo que “es” en el período de transición, necesariamente “debe ser”?

Seguidamente, añade: “¿Por qué justificar que los golpes dados por la realidad a ciertas audacias son producto exclusivo de la audacia y no también, en parte o en todo, de fallas técnicas de administración?”.

De tal manera, lo que “es” hoy, no necesariamente “debe ser”, porque el “debe ser” implica perpetuar en el tiempo lo que hoy “es”, y en las economías dinámicas de nuestro tiempo el “deber ser” podría conllevar errores catastróficos. Continuará…

@maurogonzag

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