sábado, 18 de julio de 2015

Manuel E. Yepe: Hipocrecía y doble moral en las migraciones

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Durante siglos, el sistema capitalista  global ha expoliado a los países del mundo subdesarrollado de manera cruel. Les ha despojado de sus recursos naturales, sometido a un intercambio injusto de sus
mercancías y explotado de manera inmisericorde su mano de obra. Hoy es imposible sostener esa inicua situación por muchas razones entre las que se incluye la capacidad de emigrar que objetivamente se presenta como alternativa única de los saqueados.

Las relaciones migratorias de Estados Unidos y Latinoamérica se han caracterizado siempre por su hipocresía y su doble moral. Washington impone barreras legales a las personas obligadas a emigrar
a causa de la situación económica provocada en sus países de origen por el fenómeno del intercambio desigual.

En todo el mundo se aprecia el fenómeno de que mientras los países ricos presionan por globalizar el comercio de mercancías, obstruyen la migración de personas. Mientras abogan por el libre movimiento
internacional de las mercancías que ellos producen con mayor eficiencia tecnológica y superiores beneficios, objetan la inmigración de mano de obra que su propia economía necesita y que, a largo plazo, contribuiría a la equiparación de salarios entre  países ricos y pobres.

Tras más de un siglo de saqueo impune de Latinoamérica hasta la ruina, Norteamérica se ha visto ante la opción de soportar una gigantesca marea inmigratoria o cerrar esta válvula de escape en una región
amenazada de explosiones sociales que se multiplican una tras otras. Incuestionablemente, la emigración es un importante factor de descompresión de las tensiones que derivan del desempleo y una fuente
de ingreso de dinero para los países de origen. Las transferencias de dinero fresco de los emigrantes hacia sus familiares han llegado a representar una parte significativa del producto bruto de sus países de origen y contribuyen a mejorar sus balanzas de pagos.

Pero el éxodo de trabajadores jóvenes y la dependencia económica que surge de las transferencias de dinero a sus familias en los países de origen conducen, a mediano y largo plazo a serios inconvenientes para el desarrollo económico del país emisor de migrantes.

O sea, la crisis económica suscita el éxodo y las remesas de los emigrantes atenúan durante cierto tiempo el efecto económico inmediato, pero a mediano o largo plazo la crisis se profundiza si no cambian las condiciones que la provocaron.

Las remesas de los emigrantes pueden llegar a ser base de sustentación de las economías de los países emisores, arruinados por los efectos del intercambio desigual, la deuda externa, las imposiciones de los
organismos financieros internacionales y otros males responsables de la presente depauperación económica de los países del Tercer Mundo. Las remesas familiares de sus emigrados a Estados Unidos aportan a
México cuatro veces el valor de sus exportaciones agrícolas, superan sus ingresos por concepto de turismo y representan dos tercios de sus exportaciones de petróleo.

Alrededor de la mitad de las divisas que ingresan varios países de Centroamérica provienen de sus emigrantes que trabajan en los Estados Unidos, sin incluir las remitidas por los emigrados a otros países.
Manipulación contrastante y extrema del tema migratorio ha sido la “Ley de Ajuste Cubano” emitida por Washington en 1966, para promover la emigración ilegal de cubanos al hacerlos elegibles de manera automática para recibir residencia permanente en Estados Unidos si lo soliciten en cualquier circunstancia lícita o no.

Cuando Washington amenaza con disponer una expulsión masiva de inmigrantes indocumentados u otra acción similar, algunos  gobiernos latinoamericanos se ven prácticamente obligados a pedir clemencia
porque ello significaría el desplome de sus economías, incapaces de asimilar a los expulsados y prescindir de sus remesas.

En el fondo de este escenario esta la sombra de una sucesión de estallidos sociales incontrolables en los países latinoamericanos, y los efectos sociales y los conflictos étnicos, religiosos y de
competencia en el mercado laboral entre inmigrantes y nacionales, que pudieran llegar a ser fuente ellos mismos de asonadas sociales en los propios Estados Unidos.

La globalización de la economía, que se impone por sí misma inexorablemente, no ha llegado necesariamente para servir los intereses de los poderosos -como pretenden los ideólogos del neoliberalismo-, forma parte del devenir histórico que marcha hacia la conformación de un mundo mejor, único y solidario, que pasa por el desarrollo de relaciones internacionales equitativas y justas.

Julio 11 de 2015.

http://manuelyepe.wordpress.com/

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