martes, 15 de diciembre de 2015

Antonio Pérez Esclarín: Tierra de Gracia

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Venezuela, digámoslo con convicción, es un país privilegiado, lleno de encantos y prodigios, que Dios lo debió crear en una tarde en que andaba especialmente feliz. Cuando en 1498, Cristóbal Colón llegó a las costas de Paria, quedó tan impresionado con su belleza que creyó que había llegado al Paraíso Terrenal. Sus ojos abrumados por tanta luz y tanto verdor trataban en vano de captar toda la hermosura. Y de su asombro y admiración, brotó el primer nombre de Venezuela: Tierra de Gracia.

Realmente, Venezuela tiene enormes potencialidades, y no sólo cuenta con inmensas riquezas de materias primas: petróleo, agua, hierro, carbón, oro, aluminio, pesca, productos agrícolas y ganaderos... , sino que es también un país realmente bello. Cuenta con un sol inapagable, playas exquisitas de aguas cristalinas sobre lechos de coral (Morrocoy, Los Roques, Mochima, Playa Colorada, Margarita, Choroní, Cata, Maya, Adícora, El Supí, Villa Marina, Neima... ); desiertos y medanales que avanzan sin descanso con sus pies movedizos de arena; llanuras inmensas pobladas de corocoras y garzas, donde los horizontes, como las estrellas, se van alejando a medida que uno los persigue; ríos caudalosos que van culebreando entre selvas infinitas; árboles frondosos que parecen sostener el cielo con sus brazos; lagos y lagunas encantadas, pobladas de leyendas y de magia; islas paradisíacas que parecen estrellas caídas en el inmenso cielo azul de nuestros mares; tepuyes, castillos de los dioses pemón, que levantan sus frentes para asomarse al espectáculo maravilloso de la Gran Sabana; saltos, cascadas y raudales que van entonando con sus labios de agua el himno del amanecer de la creación; pueblitos montañeros que, abrazados a su iglesia protectora, se trepan a las raíces de la niebla y del frío; una enorme serranía habitada por el frailejón, el silencio y la soledad; una colosal montaña que agita contra el cielo su blanca bandera de nieve. En marzo y abril, Venezuela llamea en los brazos de sus araguaneyes. Todas las tardes Dios se despide de nosotros en los crepúsculos de Lara y en los atardeceres de Juan Griego, y acuna nuestros sueños con el guiño sublime del relámpago del Catatumbo.

Triple reto

Pero en Venezuela, hoy enfrentamos un triple reto para convertir sus inmensas potencialidades y belleza en vida abundante para todos: el del reencuentro y la convivencia, de modo que profundicemos y llenemos de sentido la democracia, entendida como un poema de la diversidad, con poderes autónomos que se regulen unos a otros, e instituciones eficientes que resuelvan problemas, y todos los venezolanos nos constituyamos en genuinas personas y auténticos ciudadanos, sujetos de derechos y deberes, iguales ante la ley. El segundo reto es cambiar el modelo estatista y rentista por un modelo eficiente y productivo, que asuma el trabajo y la producción como medios esenciales de realización personal y de garantizar a toda la población bienes y servicios de calidad. El tercer reto que debemos enfrentar los venezolanos es lograr un desarrollo humano, con justicia y equidad, es decir, sin excluidos, que combata con fuerza la pobreza, la miseria y todo tipo de violencia. A pesar de los graves problemas, los venezolanos no hemos renunciado a la esperanza y debemos trabajar con tesón y pasión, para superar los gravísimos problemas y constituirnos en una nación eficiente y solidaria, en la que todos podamos vivir con dignidad y nos consideremos conciudadanos y hermanos.

pesclarin@gmail.com / ElUniversal

@pesclarin

www.antonioperezesclarin.com
 
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