Guajolote es probablemente una de las palabras más horrendas del continente. Significa pavo (o “ave grande”) en lengua mexica o azteca.
Aguacate también suena feo cuando se compara con la hermosa palabra palta, que es la voz amable con la que denominan a esa delicada fruta en esas tierras.
Las caraotas, por ejemplo, son para diversos pueblos suramericanos; chícharos, alubias, fríjoles, habichuelas o porotos. Ninguna de ellas es incorrecta. Odiosa, tal vez. Pero ese es otro asunto.
Son infinitas las palabras o locuciones chocantes (como “sobaco”, por ejemplo) usadas por el mundo entero, que si se sometieran al rigor de la consulta técnica ante las academias terminarían relegadas al foso de los vocablos inadmisibles.
Sin embargo, a nadie en su sano juicio se le ha ocurrido jamás modificar la terminología popular para ajustar los nombres de las cosas a los requerimientos del decoro lingüístico.
Por el contrario, cada día son más los términos populares, por muy repugnantes que puedan ser en principio, que son incorporados al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en reconocimiento del derecho de los pueblos a la construcción de su propia lengua.
Pero en la revolución bolivariana a alguien le pareció que era mejor ir contra esa tendencia universalizadora del habla popular, y convirtió uno de los grandes activos del lenguaje revolucionario como lo es la expresión “cadena nacional”, verdadero grito de guerra del pueblo chavista que tanta emocionalidad y significación combativa posee, en la muy sofisticada y prosopopéyica forma: “transmisión conjunta”.
Como frase es correcta, pero ¿por qué usarla?
Destruir un posicionamiento de marca para experimentar con otro que no tienes cuando no existe necesidad o razón lógica alguna que te obligue a hacerlo, es un suicidio comunicacional. Un costoso sin sentido.
Es como el caso de la muchacha que contrataron hace años como gerente de Imagen de Diablitos Underwood, que lo primero que hizo fue cambiar el legendario eslogan “La mejor forma de comer jamón” (probablemente el eslogan de mayor recordación en la historia de la publicidad venezolana) por el muy refinado pero absurdo “La agradable degustación del cerdo enlatado”.
La diferencia es que la expresión “cadena nacional” es del pueblo.
Alberto Aranguibel
@soyaranguibel
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