Los venezolanos estamos ante considerables retos en relación con la sociedad que queremos para el siglo XXI. Los resultados de las venideras parlamentarias podrían dar una primera señal del camino que deseamos emprender.
La entrevista al profesor Fukuyama hecha por Prodavinci la pasada semana planteó bien la disyuntiva. ¿Deseamos un Estado moderno o nos quedamos con este patrimonialista?
Fukuyama sostiene que el sistema socialista hasta ahora no ha conducido ni a la prosperidad ni a la igualdad. Sirvan Rusia o Cuba como ejemplos. En Venezuela también ha sido un fracaso económico y ha creado un orden político donde se legitima que quienes tienen poder pueden usarlo para saltarse las leyes y para enriquecerse ellos y los suyos. ¿Queremos seguir en esta vía?
La ausencia de un Estado impersonal, que trate a todos por igual, es un déficit de nuestra cultura, instituciones y actores sociopolíticos. Tanto los sectores políticos del pasado como los actuales revolucionarios han actuado igual, usando la política para sus intereses patrimoniales. Muchos ciudadanos aceptan esta situación de desigualdad por no valorar la noción democrática del interés público, del bien común. Venezuela es hoy ejemplo de Estado patrimonialista. En países como Brasil o México, al menos la corrupción y la violación a las leyes producen protestas masivas.
Lo ocurrido con la resolución de la paridad de género decidida por el CNE y en las recientes primarias del Psuv constata lo arraigado de una cultura no democrática. El Psuv usó recursos públicos como quiso, probando cómo funcionará su maquinaria en las parlamentarias, donde sin duda repetirá abusos. Periodistas de opinión como V. Villegas alaban esos procederes, pasando por alto la ilegalidad con que actuó el CNE y el Psuv en relación con el Estado de derecho.
Seguir apoyando esa forma de hacer política implicará continuar el camino no moderno ni democrático que llevamos y que conduce a más pobreza y desigualdad en el siglo XXI.
Pero rectificar no es fácil porque necesitamos liderazgos y organizaciones convencidas de la necesidad de un Estado impersonal, que respete la ley e inculque responsabilidad política. Tristemente, actores con esas cualidades parecen escasear en el país.
@mlopezmaya / ÚN
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