A partir de la Copa América de Fútbol…
“Pan y circo” decían los dirigentes del Imperio Romano. O sea: “Diversión barata para mantener tranquila a la chusma”. 2.500 años después las cosas no han cambiado mucho. ¡O nada! De gladiadores y leones hambrientos pasamos a inteligencia artificial y satélites geoestacionarios para transmitir señales digitales con que “¿seguir manteniendo tranquilo al populacho?”. Es duro, descarnado… ¡pero patéticamente real!
El polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinsky, bastión del pensamiento ultraconservador de la gran potencia capitalista, decía sin ambages en 1968: “El rumbo actual lo marca la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caen fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotan de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón”. Palabras más, palabras menos: pan y circo.
El gobierno chileno organizó la Copa América de Fútbol. Era necesario, imprescindible, hacer un buen papel en el torneo. Y si se podía ganar… ¡mejor! De hecho: lo ganó. Para ello se apeló a todo lo necesario. ¡También a reforzar la impunidad!, ¿por qué no?
La masa, al menos según la concepción que propugna Brzezinsky –difundida, aceptada y puesta en práctica por todo el mundo desde la óptica del poder– es manejada así: poquitos estímulos bien concretos, simples, muy banales, que tocan lo sentimental, lo visceral y que evitan la conciencia crítica.
¿Por qué decir todo esto? Pues para entender cómo nos intentan llevar (¡y en buena medida lo consiguen!) como borregos al matadero: ¿quién dijo que terminó el panem et circenses?). Si usted, amigo lector, o yo, manejamos un vehículo (que difícilmente será un Ferrari de 200.000 dólares) en estado de ebriedad y chocamos, como mínimo iremos a la cárcel, se nos quitará la licencia de conducir y no seremos noticia internacional. Si tenemos “contactos” y muuuucho dinero, quizá salgamos rápidamente. De lo contrario, seremos una estadística más en los ingresos policiales, que siempre necesitan cárceles llenas (para las estadísticas, claro…)
Pero a Arturo Erasmo Vidal Pardo, futbolista de la Juventus de Turín, Italia, y del seleccionado chileno, con sus 5 millones de euros anuales de ingreso, chocar manejando borracho no le significó mucho. O, al contrario: disparó más su imagen mediática. No entró en las estadísticas. “Si me esposas te vas a cagar en todo Chile”, dicen que le dijo al carabinero que lo detenía. Todo el mundo (director técnico de su equipo, el juez interviniente, la prensa, quizá buena parte del público de su país) lo “perdonó”. Vidal tenía razón en el medio de su borrachera y del shock del accidente: el pan y circo vale más que el respeto a la ley. Por supuesto, el astro futbolístico no quedó preso y su expediente fue archivado.
¿Qué conclusión poder sacar de este hecho? Todas las que el lector quiera, obviamente. Por lo pronto, yo pondría el acento en esto de la impunidad, el poder y el manejo de los “ciudadanos incoordinados y manipulados” que indicaba el mentor de los Documentos de Santa Fe: con tal de mantener la situación (ventajosa para unos pocos, terrible para las grandes mayorías) ¡se vale todo!
La ley existe…, pero no quiere decir que garantica justicia. “La ley”, como afirmaba el sofista Trasímaco de Calcedonia, “es lo que conviene al más fuerte”. Manejar con unas cuantas copas encima puede ser pasable, si ello sirve, en definitiva, para mantener “tranquila a la chusma”. La impunidad manda, definitivamente. ¿Cuándo podremos abrir los ojos?
mmcolussi@gmai.com,
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