Un tema en la lista de asuntos impostergables por tratar cuando comencemos una transición política será la relación del Estado con la emigración que se ha producido en las tres últimas décadas y, de manera acentuada, en los últimos años.
Estudios académicos revelan que cientos de miles de venezolanos se han desplazado hacia otros países en búsqueda de oportunidades de trabajo y condiciones de vida que aquí les han sido negadas. Esa diáspora comenzó con la crisis del modelo rentístico industrialista, una crisis que no encontró solución satisfactoria con el socialismo rentístico.
La diáspora venezolana incluye una porción significativa del talento nacional. Jóvenes bien educados suelen ser de los primeros en irse de un país aquejado por la violencia social y el deterioro de condiciones laborales. A eso hay que sumar el amedrentamiento, la represión y la persecución política recientes, cuyas víctimas -en muchos casos- han encontrado fuera reconocimientos, apoyos y ayudas que en nuestro país son inexistentes.
Construir un orden democrático capaz de resistir las embestidas de sectores retrógrados y autoritarios, que en nuestro país son poderosos, implica también convocar a nuestros expatriados, dejarles saber que las puertas del país vuelven a abrirse para recibirlos. Que ellos y sus hijos tienen derecho a la nacionalidad, sin tener que pasar un viacrucis en las salas de espera de los consulados. Que el país los quiere y necesita.
Países de América Latina que sufrieron migraciones masivas por dictaduras en el siglo pasado vienen desarrollando políticas creativas para garantizar vinculaciones con sus connacionales en el mundo. Bases de datos, que permiten una comunicación fluida y permanente; facilidades para intercambios científicos, tecnológicos, económicos, culturales y comerciales; políticas de asistencia en el exterior a quienes lo necesiten; en fin, requisitos mínimos para los nuestros, que muchas veces se vieron forzados a salir debido a las difíciles condiciones impuestas por el orden socioeconómico y político vigente.
Democracia es reconciliación y muchas veces regreso a casa. Cuando no, una relación a distancia de reconocimiento, respeto y apoyo mutuo. Apostemos por una transición democrática.
@mlopezmaya / ÚN
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