A los 88 años debido a una congestión pulmonar, consecuencia de la neumonía que padecía, falleció en el Hospital y Centro Médico de Investigación de Kansas City, su querida esposa Bess, quien le sobrevivió 10 años, optó por un funeral privado. Hacía 19 años que había dejado de ser el Presidente del país que, precisamente después de su mandato, se consolidó como potencia mundial. Especialmente y gracias al poderío militar que en el año 1945 demostró.
Su experiencia exitosa como oficial de artillería, en la primera guerra mundial, lo había preparado quizás para tomar la decisión de utilizar, por primera vez un arma tan potente y letal que en su discurso de rendición al pueblo, el Emperador Hiroito, confesó “…el enemigo ha empezado a utilizar una bomba nueva y sumamente cruel, con un poder de destrucción incalculable y que acaba con la vida de muchos inocentes. Si continuásemos la lucha, sólo conseguiríamos el arrasamiento y el colapso de la nación…”
La rendición incondicional nipona la anunciaba el Emperador a su pueblo el 14 de agosto de 1945. Hacían 8 días que Hiroshima había sido arrasada después que recibió el impacto devastador de una bomba de uranio (uranio-235) de 4400 kgs., con potencial destructivo de 16 kilotones, equivalentes a 16.000 toneladas de TNT, lo que causó la muerte instantánea de entre 70.000 y 80.000 personas (30% del total de sus habitantes) y dejó más de 70.000 personas heridas, la bomba tuvo una radio de destrucción de 1,6 kilómetros, provocando incendios en 11, 4 km2, se estima que 12,1 km2 de la ciudad fueron destruidos, un 69% de los edificios fue destruido y entre 6 y 7% sufrió daños. Hacían 5 días apenas que Nagasaki, también había sido devastada, pero en este caso fue una bomba de plutonio (plutonio 239) de 4.630 kg y con una fuerza destructiva de 25 kilotones, mucho mayor que la bomba de uranio lanzada tres días antes, se calcula que esta causó entre 40.000 y 75.000 muertes instantáneamente, pero a finales de 1945 se totalizaron 80.000 muertes en Nagasaki como consecuencia de esta bomba.
Realmente la construcción de estas armas letales, que después de esta puesta en escena dieron la bienvenida a la era atómica, comenzó con el Proyecto Manhattan, iniciado en EE UU en 1941 con la autorización del Presidente Franklin Delano Roosevelt, como proyecto militar que emplearía alrededor de 130.000 personas y tendría un coste final de 2 billones de dólares. Este Proyecto tenía como objetivo desarrollar una bomba atómica funcional antes de que lo lograran los alemanes, quienes con su Proyecto Uranio, conducido por el científico Ernest Heinserberg, perseguían el mismo objetivo.
EE UU contó con el apoyo de Inglaterra y Canadá en el Proyecto y notables científicos de la talla de Robert Oppenheimer, Niels Bohr, Enrico Fermi, Ernest Lawrence estuvieron involucrados en mayor o menor medida en este esfuerzo conjunto. El General estadounidense Leslie Groves tuvo participación destacada en la supervisión y control del Programa.
Con el lanzamiento de las bombas atómicas al Japón, además de poner fin a la Segunda Guerra Mundial, los EE UU se consolidan como un imperio que basa su poder en las armas que posee y en una industria de la guerra y que si bien no ha vuelto a lanzar nuevas bombas atómicas, como hizo hace 70 años, sigue destruyendo pueblos como Afganistán, Irak, Libia, Siria; sin dejar por fuera la pobreza, la miseria, la destrucción que ha causado con sus políticas intervencionistas e imperiales en África y a lo largo del continente Americano.
A 70 años del genocidio cometido contra Hiroshima y Nagasaki, se hace imperativo que la humanidad no olvide los crímenes que comete los EE UU.
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