martes, 11 de agosto de 2015

Antonio Pérez Esclarín: Cuentos para cultivar valores

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Si de nuestras aulas salieran alumnos lectores, les estaríamos abriendo la puerta a la sabiduría

Así se titula un nuevo libro mío que acaba de publicar Editorial San Pablo, y que, por ello, pueden conseguir en la red de sus librerías. En él he recogido 66 cuentos maravillosos, que estoy seguro disfrutarán quienes los lean. Posiblemente, con algunos de ellos, sentirán que se les reblandece el alma, se les humedecen los ojos y les nacen ganas de ser más buenos, pues son cuentos que conmueven y hacen pensar.

Los cuentos de este libro están dirigidos a los niños en general, desde los cuatro hasta los cien años. No olvidemos nunca que "si no se hicieren como niños, no entrarán en el reino de la pedagogía". Después de cada uno de los cuentos, sugiero algunas preguntas y actividades que ofrecen pistas para promover la curiosidad, la investigación, acceder a nuevos aprendizajes y sobre todo alimentar la necesaria reflexión humanizadora que nos lleve a vivir cada día más plenamente y a comprometernos a trabajar por un mundo mejor. Un cuento es un filón inagotable que puede dar pie a numerosas actividades pedagógicas muy ricas y al crecimiento personal. Los cuentos son verdaderos tesoros para promover la lectura gozosa, el vuelo de la imaginación y de la fantasía, la expresión oral, escrita, mímica, corporal. El cuento puede ser un motivador extraordinario del dibujo personal, de la actuación, de la creación. Algunos de estos cuentos pueden ser semillas para elaborar ricos proyectos pedagógicos y todos se prestan para nuevos aprendizajes, la reflexión y el cultivo de los valores esenciales.

Con padres y maestros creativos tendremos hijos y alumnos creadores. La tarea de hacer alumnos lectores es una tarea que nos compete a todos: padres, maestros, sociedad en general pero que, desgraciadamente, no se asume con la debida dedicación, porque no se termina de entender su importancia. Si de nuestras aulas salieran alumnos lectores, les estaríamos abriendo la puerta a la sabiduría. Las escuelas enseñan a leer, pero no educan para la lectura, es decir, no forman lectores competentes y autónomos, que no pueden vivir sin leer. La lectura no es sólo un medio para acceder a nuevos aprendizajes, sino que puede ser también un medio esencial para cultivar los valores esenciales. Algunas veces, uno entra a un libro y sale de él totalmente transformado. Contrariamente a lo que algunos opinan, nuestra época de tan fuerte desarrollo tecnológico e informático, lejos de debilitar la importancia de la lectura, la ha aumentado. De hecho, sólo lectores competentes, serán capaces de navegar con pulso firme en el océano de Internet. Si no son buenos lectores, naufragarán ante cualquier escollo, se perderán entre tanta información, no serán capaces de procesarla y convertirla en conocimiento. Los analfabetas seguirán siendo analfabetas, por mucho que se conecten a Internet.

Pero difícilmente tendremos niños y jóvenes lectores si no se les ha acercado con amor al libro desde la primera infancia y no han descubierto en él un amigo que alimenta el gozo, la imaginación, la fantasía y las capacidades creativas. Para ello, es necesario leerles mucho cuando niños y proporcionarles libros que les gusten. De allí la importancia de las familias en esta tarea apasionante y tan decisiva de conseguir hijos y alumnos lectores.

Un libro de cuentos es como una fuente donde uno puede calmar su sed, refrescar su alma y lavar sus cansancios y heridas. Es también un árbol de frutos exquisitos que uno puede saborear con calma y que ofrece además sombra para la reflexión y el encuentro con uno mismo y con los demás.

pesclarin@gmail.com / @pesclarin / ElUniversal

www.antonioperezesclarin.com

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