Nuestro país atraviesa una coyuntura compleja signada por una situación económica que se ha tornado difícil para mucha gente, y un contexto político no menos complejo marcado por las consecuencias de la desaparición física de Hugo Chávez, quien fue el catalizador de la política nacional hasta su partida, líder de la Revolución y hasta de los propios sectores políticos que lo adversaron. En semejante contexto, es importante disponer insumos para el debate propositivo mas allá de los discursos dominantes de guerra económica Vs. fracaso del “modelo” socialista.
En tal sentido, aportes interesantes a este debate los podemos extraer de la reciente entrevista realizada por los militantes de Marea Socialista Carlos Carcione y Lucero Benítez, al ex ministro y ex miembro de la Dirección Nacional del Psuv, Héctor Navarro; aportes que no solo queremos mencionar en este artículo sino también, como solemos hacer, aprovechar para comentarlos y plantear las críticas respectivas.
Diagnóstico de la coyuntura actual
Para Navarro, Venezuela atraviesa una crisis “muy importante” que viene dada por la coincidencia de dos factores económicos y un factor político. Uno de esos factores es la crisis global del capitalismo, la crisis estructural del capital, sobre la cual se ha disertado bastante en los años de la Revolución, entre los clásicos de Marx y el mamotreto de Meszáros que fue ampliamente difundido entre la militancia bolivariana. Bien.
Vale destacar de esta parte de las apreciaciones de Navarro, su crítica al planteamiento del “crecimiento económico”, al cual califica como “absurdo, puesto que la economía no puede crecer indefinidamente, ni puede ser un objetivo”. El ex ministro de educación de Chávez, como muchos intelectuales dentro y fuera del país, establece una clara distinción entre crecimiento y desarrollo, y califica la concepción del “crecimiento” como una trampa en la que han caído hasta los “gobiernos y economistas de izquierdas”.
En otras oportunidades, hemos llamado la atención sobre un hecho fundamental relacionado con la economía como “ciencia” y sobre los “economistas”, los “eminentes profesores de la ciencia lúgubre”, según Carlyle. Sin ánimo de caer en burdas generalizaciones, recordemos que durante el auge económico de la Revolución, levantado sobre la base de los altos precios internacionales del petróleo, los economistas de derecha se desgañitaron haciendo predicciones catastróficas en medio del aumento más significativo del poder adquisitivo de los venezolanos, quienes tomaron más whisky y viajaron más que en los años sauditas de los setenta.
Nadie podía creerles. Pero ahora, en medio de saboteos en la distribución y la comercialización de productos básicos, misteriosas fugas de miles de millones de dólares y baja vertiginosa de los precios del petróleo, estos profesionales de “doble cuño” parecen sentirse reivindicados en sus oscuras visiones. Pero, del otro lado, tenemos a los economistas de izquierda, quienes en épocas de Revolución con vacas gordas no les importó asumir los falsos presupuestos de la economía clásica liberal, y también se explayaron en la celebración del revolucionario crecimiento del PIB, y el comportamiento favorable de los diversos índices económicos legitimados por el establisment.
En el mejor de los casos, estos compañeros, con sus excepciones por supuesto, hicieron brillantes análisis de la crisis global del capital desde la perspectiva marxista, citando a Lenin o Rosa Luxemburgo, demostrando su experticia sobre la historia de la Revolución rusa, en medio de los beneficios de la abundancia artificial del capitalismo rentístico subalterno venezolano.
En ambos casos, la problemática de fondo está efectivamente en seguir asumiendo estas concepciones de la economía, enfoques funcionales a los sectores liberales o neoliberales mundiales. Y no es que no hayan emergido las críticas y propuestas necesarias sobre estos aspectos durante el proceso bolivariano, el mismo Chávez fue el primero en criticar estas concepciones de la economía clásica e hizo siempre el llamado a crear nuevas teorías que pudieran dar cuenta de nuevas prácticas económicas, más allá del capital, más allá del marxismo.
Ahora bien, como segundo factor económico, Navarro alude “la propia crisis de nuestro modelo rentista, que es un modelo que está agotado.” Talvez una de las oportunidades más valiosas que ha surgido en medio de la situación económica, es la de que le pueblo venezolano termine de entender lo que significa y lo que implica una economía rentista para el proceso material, espiritual y cultural de una nación. Para Navarro, la Revolución se vio víctima de este modelo de acumulación:.
“Independientemente de que Hugo Chávez haya logrado desviar cantidades importantes de la renta petrolera para la cancelación de la deuda social, no pudo controlarla en su totalidad. La revolución captó la renta, pero no generó riqueza.”
Seguidamente, Navarro alude un aspecto subjetivo de la cuestión, que es el que precisamente torna psicológicamente agresiva la coyuntura, considerando nuestra tradición consumista, propia de nuestro comportamiento rentista:
“…gracias a la conquista que significó que se elevaran los precios del petróleo, elevamos a la par nuestros gastos. Ello hizo que nos acostumbráramos a tener gastos más elevados, que en momentos difíciles de bajos precios del petróleo como ahora, nos es sumamente difícil reducir, y mucho más difícil, adaptarnos a esta nueva reducción.”
Es en este punto, donde podría plantearse uno de los aspectos opacos del legado del Comandante, comentado por muchos en la calle, en intercambios académicos o charlas de café, pero al parecer extrañamente inefable en otros escenarios para un chavista que se respete. Si la Revolución bolivariana desde el principio fue un proceso de re-distribución de la riqueza, de democratización orientado a la justicia social, de inclusión de los excluidos, ¿Era necesario introducir apasionadas filiaciones teórica-ideológicas socialistas en un contexto donde lo que se estaba haciendo era distribuir mejor una riqueza producto no del trabajo sino de la renta petrolera?
No es que el socialismo no sea el modelo teorético, ideal y simbólico de sociedad a la que la humanidad debe y tiene que aspirar, la utopía concreta, pero, compañeras y compañeros, mientras sacaron de las viejas botellas los sabrosos y pseudo bizantinos debates entre socialistas y anarquistas, capitalistas y revolucionarios, concejistas y espartaquistas, trostkistas, cuadros políticos y profesionales, guevaristas y fidelistas, maoístas, sindicalistas, gramscianos y bolivarianos robinsonianos, nos estábamos haciendo más consumistas y rentistas, y algunos problemas muy viejos y muy humanos se convirtieron en el gran obstáculo para el advenimiento del hombre matinal de Mariátegui o el hombre nuevo del Che.
“En un sentido, Chávez fue al mismo tiempo, la fortaleza y la debilidad de la revolución”
Para Héctor Navarro, es la “explosión” de estos dos factores, el económico nacional y el económico global más, el factor político, lo que configura nuestro actual complejo cuadro. Ahora ¿Cuál es ese factor político? Coincidiendo con Giordani, Navarro alude el “problema de la hegemonía”.
Partiendo de la idea del partido como el instrumento hegemónico por excelencia, Navarro lanza algunas críticas al Psuv, alegando cierta pasividad en su Dirección Nacional, una supuesta falta de democracia en relación con la voluntad de las bases y la falta de una dirección colectiva del proceso. Sin estos elementos, siguiendo a Navarro, no hay “dirección intelectual y moral”, fuerza seductora, aglutinadora y cohesionadora de la sociedad en función de un determinado proyecto de país, que es lo que entendemos por Hegemonía.
Pero hablar del Psuv es hablar de Hugo Chávez, su principal pro-motor y padre fundamental. Es decir, todo nos lleva a un problema que fue señalado en su momento, y a considerar que todos los desbarajustes que padece la nación en la actualidad tienen que ver con transición traumática que implica la continuidad de un proceso político sin la presencia de la figura poderosa y telúrica de la cual, y esta es la clave, siempre dependió.
Chávez era la “expresión simbólica positiva” (Laclau, 2005), capaz de agrupar toda la diversidad de partidos y movimientos, sensibilidades y visiones que desde el principio se identificaron con el militar carismático que había llegado para transformar la política nacional y ejercer determinante influencia en la política global. Aglutinar en torno a un proyecto las distintas demandas particulares en una gran demanda universal y universalizante hacia la conformación del “hegemón analógico” (Dussel, 2008), eso lo había logrado Chávez con relativo éxito.
Nadie duda de que se trata de una labor titánica y formidable, y que el “factor político” que plantea Navarro citando a Giordani tiene que ver con la ausencia del gran timonel. Sin embargo, la llamada “alianza perfecta” recién presentada por las fuerzas bolivarianas de cara ―como siempre― a una nueva pugna electoral, de mantenerse después de la contienda sería el signo más auspicioso del fortalecimiento de un GPP como expresión de la diversidad política orientada a materializar el proyecto de país plasmado en el Plan de la Patria.
Por ahora, dejamos hasta aquí el comentario de la entrevista a Navarro, haciendo un llamado a mantener la sindéresis en el debate sobre la realidad nacional, y comprendiendo que mucho de lo que vivimos es producto de la ausencia abrupta de Hugo Chávez, y de una mezcla de factores externos, errores y comportamientos internos que, de no trabajarse, podrían terminar de dar al traste con el legado de Chávez; de los legados de Chávez. Pero ante todo, seguimos siendo optimistas.
* Publicado ayer en PoderenlaRed.com
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