Hace más de medio siglo Fidel Castro y John F. Kennedy abrieron negociaciones secretas para normalizar las relaciones. Robert Kennedy Jr., sobrino del presidente asesinado, cuenta esta historia y alaba la política de acercamiento de Obama que ha hecho del “sueño” de su tío una “realidad”.
Tras la crisis de los misiles de octubre de 1962, que casi desembocó en un cataclismo nuclear, y la resolución del conflicto con la retirada de los misiles soviéticos de Cuba y de los misiles estadounidenses de Turquía, el presidente John F. Kennedy decidió emprender un proceso de normalización de las relaciones con Cuba.
Durante su viaje a la Unión Soviética en 1962, Fidel Castro conversó mucho con Nikita Kruschev sobre Kennedy. Según el sobrino del antiguo presidente, “Castro regresó a Cuba con la determinación de encontrar una vía hacia el acercamiento” con Estados Unidos.
En 1962 Kennedy encomendó a James Donovan, abogado neoyorkino, y a John Dolan, asesor del Ministro de Justicia Robert Kennedy, la misión de negociar la liberación de los 1.500 invasores de Bahía de Cochinos. Durante su encuentro con los emisarios de Washington, Fidel Castro declaró su disposición a normalizar las relaciones con Estados Unidos y a establecer lazos basados en la igualdad soberana, la reciprocidad y la no injerencia en los asuntos internos. “Mi padre Robert y JFK eran muy curiosos respecto a Castro y pidieron a Donovan y Dolan descripciones detalladas, altamente personales, del líder cubano. La prensa estadounidense había caricaturizado varias veces a Fidel como alcohólico, obsceno, errático, violento e indisciplinado. No obstante Dolan les dijo lo siguiente: ‘Nuestra impresión diverge de la imagen generalmente transmitida. Castro jamás se ha mostrado irritable, ebrio o sucio’. Él y Donovan describieron al líder cubano como una persona equilibrada, agradable, curiosa, bien informada, muy cuidada y como un gran conversador”.
Los dos visitantes también se impresionaron por el apoyo del cual se beneficiaba el Gobierno revolucionario: “Confirmaron los informes internos de la CIA sobre la popularidad irresistible de Castro para el pueblo de Cuba, tras realizar varios viajes con Castro [en el país] y tras ver las ovaciones espontáneas que recibía cuando entraba en los estadios de base-ball”.
John F. Kennedy era consciente de las aspiraciones de los cubanos a la independencia y a la dignidad y “había comprendido la fuente del resentimiento contra Estados Unidos”.
Durante su encuentro con la periodista estadounidense Lisa Howard, Fidel Castro declaró su “deseo” de llegar a un entendimiento cordial con Estados Unidos.
Por su parte “JFK empezó a reflexionar seriamente sobre la reanudación de las relaciones con Castro. Esta iniciativa lo llevó a navegar en aguas turbias. La simple mención de distensión con Fidel constituía una bomba política mientras se acercaban las elecciones presidenciales de 1964”.
En septiembre de 1963 Kennedy encargó a William Attwood, antiguo periodista y diplomático estadounidense en las Naciones Unidas, “abrir negociaciones secretas con Castro”.
Ese mismo mes, el presidente Kennedy creó “otro canal secreto de comunicación con Castro a través del periodista francés Jean Daniel”. Antes de viajar a Cuba para entrevistar al Primer Ministro cubano, Daniel se reunió con JFK en la Casa Blanca, el cual le encargó transmitir un mensaje a Castro.
“Pienso que Kennedy es sincero. Pienso también que esa expresión de sinceridad podría tener hoy un significado político”, respondió Fidel Castro a Jean Daniel. “Tiene todavía la posibilidad de convertirse, ante la historia, en el más grande presidente de Estados Unidos, el líder que puede comprender finalmente que puede haber una coexistencia entre capitalistas y socialistas, incluso en el continente americano. Sería entonces un presidente aún más grande que Lincoln”.
Fidel Castro, como respuesta a los reproches de Kennedy que denunciaba la alianza con Moscú, recordó que la hostilidad de Estados Unidos empezó mucho antes del acercamiento de Cuba con la Unión Soviética, “mucho antes de que apareciera el pretexto y la coartada del comunismo”.
No obstante, la CIA se opuso resueltamente a cualquier cambio de política hacia La Habana. “Para la CIA, la distensión era una sedición pérfida”. Adlai Stevenson, entonces embajador de Estados Unidos en las Naciones Unidas, advirtió al presidente Kennedy: “Lamentablemente, la CIA todavía se encarga de Cuba”. Según él, la agencia “jamás permitiría una normalización de las relaciones”.
“La CIA estaba informada de los contactos secretos de JFK con Castro e hizo todo lo posible para sabotear los esfuerzos de paz”.
Así, en abril de 1963, “agentes de la CIA pusieron secretamente un veneno mortal en un traje de buceo que James Donovan y John Dolan, los emisarios de JFK, destinaban a Castro, esperando así asesinarlo, acusar a Kennedy del asesinato y desprestigiarlo totalmente así como sus esfuerzos de paz”.
Según William Attwood, “la actitud de la CIA consistía en mandar al diablo al presidente a quien había jurado servir”.
“Numerosos líderes del exilio cubano expresaron su disgusto hacia la ‘traición’ de la Casa Blanca, acusando a JFK de buscar una ‘coexistencia’ con Fidel Castro […]. Un pequeño número de fanáticos asesinos anticastristas orientaron su odio hacia JFK y hay pruebas creíbles que esos hombres y sus maestros de la CIA podrían estar implicados en complots para asesinarlo”.
El 18 de abril de 1963, José Miró Cardona, antiguo Primer Ministro del Gobierno revolucionario y entonces líder del Consejo Revolucionario cubano creado por la CIA, acusó a Kennedy de traición y le advirtió de las consecuencias: “Sólo queda un camino a seguir y lo seguiremos: la violencia”.
“Santo Trafficante, el jefe de la mafia y el zar de los casinos de La Habana que colaboró estrechamente con la CIA en varios complots para asesinar a Castro, informó a sus socios cubanos que JFK estaba en el punto de ser liquidado”.
El día del asesinato de John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, Fidel Castro se encontraba con Jean Daniel, el emisario secreto del presidente estadounidense. Al enterarse de la noticia, el líder cubano le dijo al periodista francés: “Aquí termina su misión de paz”.
“Tras la muerte de JFK, Castro pidió de modo persistente a Lisa Howard, a Adlai Stevenson, a William Attwood y a otros que solicitaran a Lyndon Johnson, sucesor de Kennedy en la Casa Blanca, retomar el diálogo. Johnson ignoró las peticiones y Castro dejó de insistir”.
Robert Kennedy, entonces ministro de Justicia, también presionó a Johnson para que mantuviera conversaciones con La Habana, sin éxito.
El hermano del presidente asesinado también fustigó la prohibición para los ciudadanos estadounidenses de viajar a Cuba: “Las actuales restricciones de los viajes son contradictorias con las libertades americanas tradicionales”.
Dean Rusk, entonces secretario de Estado, tomó la decisión de aislar a Robert Kennedy, demasiado favorable a un entendimiento con Cuba.
Según William Attwood, “si no hubiera habido el asesinato, habríamos abierto probablemente negociaciones y normalizado las relaciones con Cuba”.
Fidel Castro rindió homenaje a JFK: “En el momento en que Kennedy fue asesinado, estaba modificando la política hacia Cuba. De cierto modo, nos sentíamos honrados de tener a semejante rival. Era un hombre formidable”.
* Salim Lamrani, Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, es profesor titular de la Universidad de La Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Fuente: Almayadeen
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