De allí la urgencia de tener lista una estrategia de compromisos, políticas y medidas inmediatas, que permita iniciar el giro hacia un Estado menos autoritario y una sociedad menos violenta y pobre.
Nuestra actual élite gobernante está compuesta por funcionarios que han concentrado poder, dinero y privilegios para ellos, sus hijos y afines, mientras levantaron una poderosa plataforma propagandística, que proyecta una imagen absurda e irreal de aceptación o resignación a este estado de cosas por parte de la mayoría. Promueven desesperanza y paralización.
El desafío entonces es concientizar tal ardid, echar a andar y encontrar caminos de salida. Recordémonos constantemente que el poder reside en nosotros mismos, y que tenemos derecho a un Estado incluyente y eficaz, que nos garantice derechos ciudadanos conquistados en el siglo XX, con los añadidos positivos de los años chavistas. Estas actitudes serán la llave que nos ayudará a revertir la involución que representa el madurismo.
Una salida pacífica pudiera implicar inicialmente cohabitación política entre oficialismo y fuerzas opositoras. Aunque cuesta pensar a Maduro y su séquito aceptando ir a diálogo y negociación política, el mejor escenario para el propio chavismo, si la oposición ganara las parlamentarias, es una transición pactada donde el Gobierno acepte presidir las rectificaciones inmediatas que en economía y en políticas sociales se requieren.
La agenda rectificadora debiera estar elaborándose ya y ser resultado de un esfuerzo colectivo de políticos, académicos, ONG, organizaciones sociales y ciudadanos. En un escenario pactado, chavismo y oposición seguramente sufrirán fracturas, pero aun así ambos sobrevivirían, emergiendo el pluralismo y la alternancia política que tanta falta hacen.
@mlopezmaya / ÚN
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