La coyuntura económica por la que atraviesa Venezuela es compleja y de alto riesgo, pero no puede explicarse por la sola caída de los precios del petróleo. La economía venezolana, luego de recibir ingresos sin precedentes, ahora está en picada. Después de tres años de estabilidad en torno a los 100 dólares por barril, los precios del petróleo se han desplomado y todavía no terminan de recuperar el nivel de 60 $/b previsto para el Presupuesto 2015.
La baja del ingreso petrolero vendría a ser un catalizador de la contracción económica, mas no su causa. La verdadera razón está en los desequilibrios macroeconómicos, la falta de políticas agrícolas, industriales y tecnológicas y la conformación de un clima cada vez más adverso a la inversión productiva. Las verdaderas causas de la caída de la producción hay que buscarlas en el agotamiento de las políticas económicas que el Gobierno se empeña en mantener. En lugar de corregir las distorsiones fiscales, monetarias, cambiarias y de precios, la política económica en lo que va de 2015 ha sido de contingencia, enfocada en combatir los problemas de escasez, acaparamiento y especulación a través de operativos de controles, multas y penas de cárcel, sin mayores actuaciones en materia de políticas macroeconómicas y sectoriales.
En su afán de derrotar la llamada guerra económica, el Gobierno lanzó una ofensiva plagada de regulaciones y controles que propician la corrupción, sin comprender que la escasez, el acaparamiento, la especulación y el contrabando son la consecuencia inevitable de los incentivos perversos que ofrece el régimen de cambios múltiples, los ineficientes subsidios y los rígidos controles de precios. En este operativo, la acción más emblemática fue la Ley Orgánica de Precios Justos y la creación de la Superintendencia para la Defensa de los Derechos Económicos (Sundde). A pesar de toda la expectativa y despliegue realizado, después de más de un año tales medidas no pudieron contener la inflación. Por el contrario, subió de 56,3% en 2013 a 68% en 2014. Esto se debe a que el Gobierno confundió especulación con inflación y -al no corregir los desequilibrios macroeconómicos que desquician los precios- atacó el problema como si de un delito se tratara, cuando la inflación en realidad es un fenómeno macroeconómico causado por las distorsiones fiscales, monetarias y cambiarias que aún no han sido corregidas.
La inercia del Gobierno en materia de política económica complica lo que es fácil resolver. Se trata de unificar el agotado régimen de cambios múltiples, sincerar el precio de la gasolina, erradicar el financiamiento del déficit fiscal con emisiones de dinero sin respaldo, flexibilizar los rígidos controles de precios que desalientan la producción y reorientar en favor de la reactivación del aparato productivo nacional los miles de millones de dólares que actualmente destina a financiar las importaciones gubernamentales y el gasto militar.
Con ese cuerpo básico de medidas que el Gobierno tiene al alcance de la mano, podría liberar al país de los actuales problemas de caída de la producción, escasez, acaparamiento y especulación. Pero mientras siga atacando los síntomas en lugar de erradicar las causas de la enfermedad, los problemas económicos persistirán y el malestar seguirá creciendo en el seno de la población. Si el Gobierno no ayuda y mantiene su inacción, el inevitable costo político puede llegar a comprometer el logro de la mayoría socialista en la nueva Asamblea Nacional.
@victoralvarezr / Fuente: ÚN
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