Volver la espalda a los problemas de la realidad, significaría falta de responsabilidad moral
Sólo desde la ceguera o el cinismo puede ocultar la sociedad venezolana sus gravísimos problemas: violencia de todo tipo, egoísmo insolidario, falta de honestidad en la vida pública, corrupción, doble moral, retórica hueca, improductividad y escasez, empecinamiento en seguir caminos que nos están llevando al abismo. En Venezuela la batalla por una nueva ética, la están ganando las mafias: mafias del narcotráfico, mafias de raspacupos, mafias del bachaqueo, mafias de la especulación, mafias del sicariato y la delincuencia... Esta situación explica por qué la educación y la ética; "la moral y las luces", siguen siendo nuestras primeras y más urgentes necesidades.
Ética y educación apuntan hacia idénticas finalidades: vivir y convivir, o, dicho de otro modo, que todos vivamos humanamente. Aunque la educación es problema y tarea de toda la sociedad, es evidente que la educación y la ética se tejen, preferentemente, en dos escenarios singulares: la familia y la escuela. Ambas se necesitan y hoy es casi imposible educar si padres y maestros no se consideran aliados en la urgente y muy necesaria tarea de formar la mente y el corazón de los niños y jóvenes. Como ya lo advirtiera con claridad hace ya 10 años, el informe Delors, "La educación encierra un tesoro": "Frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social... (Ella) intenta proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él".
La creciente renuncia de numerosos padres a asumir su papel de primeros y principales educadores, y el paso del modelo autoritario al modelo permisivo, ha sido, en muchos casos, un verdadero salto mortal porque ha matado el ejercicio de la autoridad, la misión de los padres como testigos o arquetipos de un modelo ético y una forma de entender la vida humana. Por otra parte, si bien se ha generalizado la retórica sobre los valores, la mayoría de los centros educativos carecen de una propuesta clara y concreta de valores y de un modelo explícito del ser humano y de la sociedad que pretendemos, lo que está produciendo unos adultos sin ideales y rumbo. Sólo una institución educativa identificada con un cuadro claro de valores puede erigirse en instancia crítica y ser lugar de pensamiento y ámbito generador de una cultura que responda a las necesidades propias de nuestro tiempo, porque volver la espalda a los problemas de la realidad, significaría falta de responsabilidad moral.
El diálogo con el mundo contemporáneo exige vivir una actitud permanente de educación para el cambio. Educar para el cambio y educarnos para cambiar. Es la hora de los genuinos educadores que entiendan que educar es enseñar a pensar, enseñar a trabajar y enseñar a amar: enseñar a vivir, hacerlo con dignidad y a comprometerse por la gestación de un país y un mundo que tengan en sus cimientos la ética y la moral.
pesclarin@gmail.com / ElUniversal
@pesclarin
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