En días anteriores a la “Cumbre de las Américas”, un canal del Estado, estuvo informándonos acerca de lo acontecido en eventos anteriores a los cuales asistió el presidente Chávez.
En uno de ellos, celebrado hace más de diez años, el líder fallecido anunció con énfasis y profunda fe, que en una década, seguro estaba, Venezuela habría avanzado sustancialmente en la tarea de abatir el rentismo petrolero o lo que es lo mismo, la sujeción al vaivén de los precios del petróleo, por no producir nada o casi nada de la amplísima gama de productos que consumimos y nos vemos obligados a importar. No sé si fue un desliz del canal o resultado de una reacción “inocentemente” crítica.
Las grandes dificultades que ahora mismo confrontamos, en muy buena medida, están sujetas también a la caída de los precios del petróleo, porque aquella meta trazada por el presidente Chávez, todavía está en veremos y lo está casi en el mismo nivel o peor que cuando aquello dijo. Es decir, es un producto esencialmente estructural. No es suficiente decir que, todavía cuando el petróleo valía 100 dólares el barril, la derecha había desatado una guerra, sin advertir que por el rentismo el imperialismo controla y manipula a factores importantes de la vida económica y población.
Uno escucha ahora, casi diecisiete años después que los revolucionarios asumieron el poder, al presidente Maduro, hacer la misma oferta como si estuviesen llegando a Miraflores; cual si el tiempo transcurrido carece de significado o es suficiente acusar a opositores. No le queda otra alternativa que hablar así, porque la tarea no puede olvidarse u obviarse si queremos de verdad alcanzar la independencia, vivir establemente y más si se sigue pensando en el socialismo.
Entonces si es así, como lo hemos planteado y sigue siendo esa la aspiración del gobierno revolucionario, que debería serlo, por ahora la revolución está “raspá”, pues más de década y media y con el ingreso petrolero que aquí ha habido, pese el golpe de abril, paro petrolero y guarimbas, son aquellos factores suficientes para haber avanzado sustancialmente en esa meta.
Desde que por primera vez incursionamos en la política, allá por los tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez, aprendimos e internalizamos el estribillo de la izquierda, desde la tímida hasta la extremista, que había que deshacernos del rentismo petrolero. Hasta los grupos conservadores planteaban lo mismo. Antes de esa etapa, Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri, dentro de las filas lópezcontreristas y luego medinistas, dijeron “hay que sembrar el petróleo”. Hasta Gumersindo Torres, ministro de economía de Gómez, dijo algo parecido.
Esa idea es pues como el abc de cualquier movimiento, fuerza o gobierno medianamente progresista. Los adecos hablaron de eso y no hicieron lo debido, con el empeño necesario, para lograr la meta. Por eso fracasaron y terminaron convertidos en unos advenedizos y al servicio del capital imperialista que nos quiere como simple productor de materia prima.
Ahora mismo, diecisiete años después que el pueblo de Venezuela eligió a Chávez, precisamente porque su programa principalmente estaba dirigido a cambiar nuestro status en el mercado internacional, la revolución está herida y bamboleante, porque el gran capital maniobra para llevar el petróleo a precios viles y con ello profundizar una crisis en un país que sigue siendo, en este sentido, el de la dependencia del petróleo, tan dependiente y vulnerable como antes.
Es triste, después de lo que creo bastante tiempo transcurrido, más de década y media, escuchar a dirigentes del proceso, como rezando para que el precio de 100 dólares o un poco menos por barril, agarrando aunque sea fallo, retorne para poder equilibrarnos. Pero mientras tanto, no creamos, no presentamos nada, sino seguimos diciendo, como los revolucionarios y hombres progresistas de la década del treinta del siglo XX, rompamos con el rentismo petrolero.
Esta triste circunstancia hasta tuvo que ver con que, en la “Cumbre” de Panamá, el país agredido por la potencia imperial, pese el respaldo que traía de eventos anteriores en el espacio continental y mundial, pasase a un segundo plano y EEUU, aferrado como clavo caliente al asunto Cuba, saliese como victorioso. Por eso quizás, viendo aquello, Cristina Fernández, se vio obligada a decir que a Cuba no le estaban regalando nada.
Es falsa la idea que Venezuela debió ir allí melindrosa, en actitud suplicante para que Obama nos tendiese la mano. Lo que en verdad sucede y esto lo decimos con profundo dolor, la crisis económica que nos afecta debilita nuestro liderazgo. Bien saben los cubanos de esto, porque ellos han sido afectados por las mismas circunstancias.
Estando como estamos, con una moneda dando tropezones, una escasez de seria magnitud, pese las explicaciones que de ello se den, es natural se desmorone el prestigio y la influencia de quien sea. Por eso, se vieron cosas en la Cumbre, que todavía muy pocos, por no decir casi nadie, ha ponderado con sensatez y honestidad. Falta que la visión crítica y realista, aquella que se deshaga de religiosidad, aborde ese proceso como debe ser.
Es verdad que EEUU no las tuvo todas consigo. Hubo de guindarse del asunto Cuba para que Obama no saliese de allí con el rabo entre las piernas. No pudo impedir que 33 países manifestasen su deseo que se derogase el decreto contra Venezuela; es cierto que en nuestro espacio continental aquel país está de capa caída, pero el liderazgo de Chávez, el representado por nosotros, pues “somos Chávez”, como solía decir este mismo, también pareciera ir en picada. Es posible haya amigos que ya no nos perciban exactamente como antes.
Es hora que el movimiento revolucionario se ponga a meditar con detenimiento sobre la coyuntura, el destino del plan de la patria y no seguir culpando exclusivamente al enemigo o adversario de lo que a nosotros nos sucede. ¿Qué y cómo hacer?
damas.eligio@gmail.com
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