Por Amaury González V.
En un contexto donde algunos intelectuales “de izquierda” vienen planteando una discusión cuya idea central es que América Latina estaría llegando al “fin del ciclo progresista”, y donde indistintamente de lo que dicen estos analistas existen señales evidentes de una política, bien articulada, orientada a lograr una restauración conservadora en la región, los resultados de las recientes elecciones presidenciales en Argentina ― el próximo ballotage― y las venideras parlamentarias en Venezuela, serán determinantes para futuro de las democracias populares de la región.
En una reflexión sobre los cerrados resultados de las presidenciales, el venidero ballotage y la pérdida histórica del peronismo en la provincia de Buenos Aires, este jueves la presidenta CFK se preguntó sobre el significado de esta segunda vuelta y, más generalmente, lo que significaba elegir un nuevo presidente: “¿Es solamente un nuevo presidente el que vamos a elegir?” Para Fernández, más que elegir a una nueva persona para un cargo, se trata de la escogencia de “un modelo de país y de políticas de un país”. Del mismo modo, en abril de 2013 elegir a Nicolás Maduro significaba la elección de un modelo de país y de hacer política, y el mismo significado tendrán las del 6-D, salvando las distancias.
Efectivamente, en los últimos años hemos sido testigos de las similitudes y simultaneidades en los ataques al gobierno de los Kirchner y al Gobierno bolivariano: medios de comunicación y empresarios convertidos en actores políticos, movilización de las clases medias-altas para protestar contra el Gobierno, promoción de la violencia en las calles, campañas mediáticas de descrédito articuladas internacionalmente y enfocadas en temas como la seguridad ciudadana y la economía, especulación con los precios de bienes y servicios, resultan elementos claros y elocuentes. Más recientemente, hemos presenciado como los líderes políticos opositores al Gobierno nacional-popular de CFK y de quien representa su continuidad, Daniel Scioli, han asumido la misma estrategia de la oposición en Venezuela: usurpar el lenguaje y el discurso tradicional de las izquierdas.
También, durante las semanas previas a las elecciones del 25 de octubre, la oposición argentina implementó la misma anti-política que la derecha venezolana tiene tiempo exhibiendo: atacar sistemáticamente al sistema electoral.
En tal sentido, en un momento de su discurso, CFK hizo un paréntesis para desagraviar el Sistema Electoral Nacional, después de que, como en Venezuela, la oposición se ocupara de vociferar que habría fraude en las elecciones para generar un clima de desconfianza en el árbitro electoral, cuyo sistema propusieron incluso cambiar completamente semanas previas a los comicios. Al referirse al tema, CFK reivindicó la confiabilidad del uso de la boleta electoral, la cual ha sido históricamente usada en Argentina sin que haya sido puesta en duda su transparencia ni cuestionado su funcionamiento, como se ha hecho recientemente.
Todos estos elementos permiten constatar que, efectivamente, existe una estrategia bien coordinada para que la situación producida por la desaparición física prematura de Kirchner y Chávez, líderes que protagonizaron la primavera política latinoamericana de principios de siglo, aunado a una situación económica adversa producto de la caída de los precios del petróleo (En el caso de Venezuela), entre otros factores, se convierta en un “fin del ciclo progresista”. El analista Juan E. Romero, se ha referido a esta política restauradora en curso como la “estrategia rollerback de Obama”, y el parcial desenlace electoral en Argentina sería una prueba más de los resultados que viene arrojando dicha política, en el propósito de instalar de nuevo en el poder a pro-cónsules complacientes que permitan renovar las orgías del saqueo de nuestras riquezas naturales.
No obstante, hubo un elemento que no nos pareció muy oportuno en el discurso de CFK: la forma en que la presidenta desagravió al sistema electoral de su país, la cual por cierto no estuvo para nada lejos de ser un buen argumento, visto en contexto.
Desde el punto de vista técnico, el sistema electoral argentino, a diferencia del venezolano, es el manual tradicional. Y así como en Venezuela se reivindica el uso del sistema automatizado por haber demostrado su eficiencia y confiabilidad, Fernández hizo lo propio con el uso de la boleta. Sobre el voto y el acto ciudadano de votar, dijo: “Yo no voy a permitir que me lo robe nunca ninguna máquina ni ningún sistema, no me quieran convencer…”. Además, agregó que en caso de que alguna vez el parlamento argentino decida cambiar el sistema electoral por uno en el cual el acto de votar consista en “apretar un botón”, seguramente ese día “no iría a votar.”
Relata la presidenta, que su opinión se vio reforzada luego de una conversación que sostuvo en Rusia con Edward Snowden, el famoso hacker quien reveló los planes de vigilancia masiva de Estados Unidos y quien le habría asegurado, dados sus conocimientos informáticos, que todos los sistemas electrónicos son de alguna forma violables. Ahora bien, indistintamente de que Snowden tenga o no razón en su planteamiento, el sistema electoral venezolano es uno de esos que funcionan apretando botones, y hasta ahora ha dado suficientes pruebas de su efectividad y transparencia. Como dijimos más arriba, el argumento se comprende en su contexto, que fue el de un discurso brillante, que desde nuestro parecer tuvo el carácter de severa advertencia frente a la posibilidad de que se “desmorone” todo lo logrado en la llamada “década ganada”.
CFK afirmó que se despedía con el honor de haber sido la presidenta más votada después de Perón, y pidiendo a sus adversarios “sinceridad y transparencia en el debate, y que nadie se disfrace de lo que no es”. Y es que, realmente la estrategia del contra-progresismo ha sido la misma aquí, allá y acullá: sofisticadas estrategias de marketing en el marco de la adopción de un lenguaje progresista; combinación que se nutre oportunamente de los errores de los gobiernos, que además no se han mostrado, si seguimos los análisis hechos hasta ahora, lo suficientemente autocríticos.
El panorama luce complejo, y tanto es así, que bien vale la pena finalizar con una de las frases de CFK: “Que a nadie el árbol le tape el bosque”.
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