jueves, 24 de diciembre de 2015

Susana Martínez: asumamos la crítica en colectivo

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Unos días antes de las elecciones, estaban unos jóvenes protestando, cerca de las instalaciones de la asamblea legislativa de mi comunidad, porque no le habían entregado su Tablet. Ante esta situación salió a conversar un funcionario, y les explicó que serían  entregadas, luego que terminara el proceso electoral. Luego, supe que fue así. Esta situación me hizo recordar, las luchas estudiantiles de décadas  anteriores. Donde los estudiantes protestaban por pasaje estudiantil, gratuidad de la educación y por cierres de universidades;  por dichas peticiones  recibían peinillas, bombas lacrimógenas, balas. Algunos eran torturados, morían en combate, o los desaparecían. Típico de los que se hacen llamar demócratas.

También cabe señalar, las penurias que vivieron las personas de tercera edad cuando protestaban por una  pensión digna, las cuales recibían la misma dosis adeca-copeyana. Y así sucesivamente, pasaba con los que alzaban su voz ante la injusticia.  Cuyo  lema de la época era: “Disparen primero y averigüen después”. Son los mismos que se arrodillan a los poderes económicos, ahora quieren darnos cátedra de democracia.

Bien lo dice una canción de Alí Primera: “Al pueblo tratan de quitarle la memoria”.  De alguna forma esa estrategia funcionó: taparon el pasado con los problemas existentes. Prometiendo  un cambio, que se les está yendo de las manos,  por las numerosas peticiones de sectores económicos,  que tienen que complacer.

Sin embargo, ante los hechos, no podemos refugiarnos de los errores, sin direccionar soluciones. No cabe duda, que no será fácil enderezar el camino.  Por este sentido, la crítica no puede estar huérfana de la acción.  Es verdad, cuando nos auto criticamos, podemos herirnos...  pero esa es parte de la cura. Asumamos la culpa,  así nuestro credo se hará en colectivo.

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viernes, 18 de diciembre de 2015

Modesto Emilio Guerrero: Las mentiras de Jesús

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Fernando Hugo Azcurra – Economista. Modesto Emilio Guerrero, periodista. Bs. As. Diciembre de 2015

¡No! No se trata de Jesús el Cristo de la religión cristiana. Se trata de Jesús Faría, integrante de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, y la serie de opiniones y recomendaciones económicas que sugiere para salir de la crisis que vive Venezuela, expuestas en una entrevista publicada por Correo del Orinoco del 15/12/15, pp. 16-17.

El enfoque teórico y filosófico de nuestro Jesús, pasa por entender que: “Cualquier medida que tomemos debe estar destinada a proteger al pueblo. No habrá un proceso de empobrecimiento de la población, ni tampoco elevación de las desigualdades. Pero tenemos que recortar gastos superfluos que alimenten la burocracia o que vayan a financiar proyectos de gran envergadura que en estos momentos no podemos llevar a cabo; hay que reducir las corruptelas, mejorar la eficiencia de los recursos y garantizar que los recursos tengan el impacto que se busca. Hay que evitar desviaciones y derroches. En nuestro diagnóstico la transformación del Estado es crucial”.

La protección del pueblo que propone Faría consiste en que “no habrá un empobrecimiento de la población ni tampoco elevación de las desigualdades”, o sea Faría nos asegura que seguirá habiendo pobres y desigualdades pero que éstas “no se elevarán”.

Guerra de la burguesía contra el pueblo

“otras manifestaciones de lo que se ha llamado la guerra económica, como la especulación galopante, que se fundamenta en la voracidad de un empresariado que se enriquece y que aporta a la estrategia de debilitar el Gobierno Nacional”, diagnostica. El parlamentario evalúa que hay “un afán desmedido, cuestionado desde todo de punto de vista en lo ético y en lo moral”, que se fundamenta “en la especulación cambiaria, en la especulación con los precios”. Pero además no se debe obviar “la conflictividad, la búsqueda del poder por parte de actores políticos asociados con estos grupos económicos”. El Gobierno tiene la obligación de combatir todo esto, sentencia, ya que “nosotros esperamos que los enemigos de la Revolución arremetan, y la obligación de la Revolución es revertir esos ataques”. Se mantiene, sostiene el diputado, un contexto económico que favorece el desarrollo de tendencias “que impactan terriblemente en la economía y en la sociedad venezolana”.

Para nuestro Jesús, la guerra económica contra el pueblo venezolano desatada por la burguesía como socia del Imperio y su guerra de desgaste prolongada “se mantiene… y favorece el desarrollo de tendencias que impactan terriblemente en la economía y en la sociedad venezolana”, esto es, el plan de derrocamiento del gobierno popular “favorece el desarrollo de tendencias” que “impactan en la economía y la sociedad venezolana”. Síntesis: la lucha de clases contrarrevolucionaria es sinónimo de “tendencias”, es decir, para Jesús no es el centro vital del conflicto a la que está sometida toda la sociedad de Venezuela.

Incapacidad de administrar la crisis


Se debe examinar, con franqueza, “si estuvimos en capacidad de superar las causas y los efectos de la crisis económica, y es evidente que no lo hemos hecho”. La respuesta negativa, enfatiza, indica que “hay que aplicar correctivos profundos para combatir esas manifestaciones, para corregir causas de esos problemas y para enfrentar un año 2016 muy delicado por la tendencia al descenso que muestran los precios petroleros en los mercados internacionales”. También se deben identificar los instrumentos de política económica que se emplean para combatir los impactos “de los ataques económicos a los que somos sometidos, y para superar el modelo económico que atenta contra el futuro de la Revolución”

Para Faría ante “la” crisis el gobierno no ha sabido “superar las causas y los efectos” producidos, por lo cual hay que “identificar los instrumentos de política económica que se emplean para combatir los impactos”, ergo “la” crisis es una cuestión de pésima políticas que no han sabido “identificar los instrumentos” adecuados, no es una cuestión de lucha de clases en la que está embarcada la burguesía y el Imperio sin que les interese otra cosa que desalojar del poder político al chavismo, por lo cual asedia, acosa, asfixia, agrede, acapara, especula, de modo permanente, buscando (y logrando) que toda supuesta “política identificatoria” haga agua porque en el intento mismo de responder con medidas de administración económica está el error ante lo que la contrarrevolución le plantea: política de desestabilización y agresión sin descanso. ¡No se trata de mala identificación de instrumentos! Se trata de ¡lucha de clases! Y la respuesta ante la política de fuerza reaccionaria ha de ser oponer una política de mayor fuerza revolucionaria: atacar el poder económico de la burguesía interna, asediándola, acosándola, asfixiándola hasta movilizar a la población a que se haga cargo de la propiedad privada de las empresas y continúe mejorada la producción de bienes y servicios. ¡Aceptar el desafío escuálido y doblar la apuesta!

Rectificación en la administración
¿Esto o alguna variante política de lo expuesto es lo que propone Faría? Nó ¿qué propone? Pues que “tenemos que evaluar la eficiencia de las políticas económicas” y “si las estrategias y políticas que hemos adoptado han sido las correctas”, porque “Si hay un resultado electoral muy negativo como consecuencia de la situación económica”. La rectificación en materia económica “se debe llevar a cabo lo antes posible, porque todo día que transcurre es tiempo perdido para acometer cambios profundos que se deben dar en lo económico, atendiendo a la dinámica que se abre en 2016, cuando la oposición tiene la clara intención de propiciar un escenario de conflictividad política e institucional, con la finalidad de que se produzca una crisis política que impacte, aun de manera más negativa, en lo económico”.

De manera que para Faría lo principal no es la guerra de clases sino la de dar con una “acertada” política económica que el gobierno no ha sabido implementar, si bien es cierto que “Por los momentos la misma conflictividad política impidió el desarrollo de una política económica con estas características”, ¡Lo principal toma en Faría el carácter de una simple “alusión” porque para él “ la crisis no había llegado a estos niveles y “la necesidad de rectificación, como resultado de una derrota política, no estaba planteada”.

Y ahora nos propone un toque de distinción y seriedad: La economía “es una ciencia” que no se trabaja “con caprichos ni con voluntarismo”; por el contrario, “tiene que atenderse desde una visión objetiva, sustentada en hechos reales, y tenemos que hacer un esfuerzo para que la economía vuelva a radicar en torno a las realidades”. Para Faría la economía y la política van por andariveles distintos, por un lado la política y sus vicisitudes, por el otro la economía y su veracidad, la política que no se apoye en la economía será ciega. Por eso hay que volver a la seriedad. El Sr. Jesús (y no el de la cruz) tiene una concepción burguesa vulgar de la economía: es una ciencia dice ¿Cuál economía es una ciencia mi Sr. Jesús? ¿la de los manuales, la de Hicks, Samuelson, Friedman, e incluso Keynes? esto es ¿la economía del capital y de la burguesía o la economía de Marx basada en los trabajadores y actividad fundante de toda sociedad, ya que sin su labor no es posible la existencia de sociedad alguna en cualquier época histórica? Nuestro Jesús calla al respecto. Supongamos, no obstante, que él no es un economista burgués sino un economista marxista, entonces, ¿por qué utiliza ideas y vocablos de la economía burguesa vulgar? Fijémonos: “El parlamentario sentencia que el llamado a la rectificación hecho por el presidente Nicolás Maduro “va en esa dirección y confiamos en que en las próximas semanas se tomarán progresivamente medidas muy importantes para garantizar el crecimiento de la economía en condiciones de equilibrio macroeconómico, todo ello en función del bienestar del pueblo y de potenciar la contraofensiva política que se inicia desde el chavismo”… tenemos que evaluar la eficiencia de las políticas económicas” ya que es obvio, admite, “que las políticas económicas adoptadas no han sido las más adecuadas”.

Es urgente actuar, insiste. “El tema económico será fundamental y determinante en este año que comienza y al menos en los dos años sucesivos”, para nuestro Jesús el conflicto en Venezuela es económico (manejo correcto de los instrumentos de política económica) y no político, guerra de clases ofensiva de la burguesía y el Imperio. Él cree que esto se dirime en términos de “eficiencia en la administración del capital interno” y no de lucha a muerte entre burguesía y trabajadores.

Por lo demás todas sus recomendaciones están orientadas en tal sentido: a) simplificación cambiaria; b) elevar “eficiencia” del gasto público, que, dicho sea de paso, nuestro Jesús se come el argumento falaz de la economía burguesa de los manuales y de sus economistas, de hablar de “gasto público” no de Inversiones Públicas, nunca se le pasó por la cabeza pensar por qué cuando se habla del capital privado éste invierte, pero si se trata del Estado lo que hace es “gastar”, típica posición burguesa en economía, he aquí lo que dice: garantizar la aplicación eficiente de los recursos; típica expresión de la economía burguesa; c ) que el capital pague los impuestos porque “hay una élite muy reducida, que incluye la banca y grandes corporaciones, cuyo tributo real al Fisco es realmente vergonzoso” ¡cándido Jesús! ¿para qué? ¿para que los “administre” su enemigo, el chavismo? Tampoco se le ha pasado por la cabeza la necesidad de expropiar y/o confiscar a esa clase ¡nó! ¡¡líbreme Dios!

Hay que acordar con la burguesía

¿Qué se debe hacer, entonces, con la burguesía? Pues nada menos que establecer ¡acuerdos! “debemos aplicar estrategias coherentes que involucren estímulos importantes a la producción nacional, tanto en el sector público como el privado”, puntualizó Faría. Es indispensable buscar “espacios de acuerdos entre el Gobierno y el sector privado”, lo que no se hizo antes “por la conflictividad política”.

Ahora llegó un momento “en el cual debe haber un diálogo y debate, y debe existir un entendimiento general en relación a la necesidad del desarrollo del país”. En función de eso se debe diseñar una política, plantea Faría, “para que este sector aporte al crecimiento de la economía”. Recalca que hay muchos espacios en los cuales se puede trabajar, como “el diseño de planes de inversión en sectores determinados, con estímulos fiscales, por ejemplo”. Existe, certifica, “un espectro importante en el diseño de precios que garanticen cubrir costos y ganancias razonables”, así como en “la planificación de la asignación de divisas, la promoción de exportaciones con estímulos importantes, fiscales y cambiarios, que promuevan esa actividad”.

El legislador plantea “asociaciones estratégicas, empresas mixtas con garantías plenas para los empresarios privados” y otras opciones “para que la economía privada pueda reactivarse”. Esto incluiría “al capital extranjero, ya que se debe abrir el compás al capital extranjero con condiciones de respeto para nuestra soberanía”. Hace una mención especial al sector agrícola: “Buena parte de los experimentos y las enormes inversiones no se tradujeron en los resultados esperados”.

¡Aquí está el verdadero sentido de toda su monserga eficientista y científica de “su” ciencia económica! ¡Hay que arreglar con la burguesía! Después de lanzar al lector toda una cátedra mentirosa sobre la economía y el equilibrio necesario macroeconómico mediante políticas “adecuadas”, etc. etc. muestra cuál es la verdadera finalidad de nuestro Jesús: reconocer el capitalismo y dejarse de pavadas con el socialismo y otras yerbas. Nó, Jesús no lo dice así, así piensa pero no lo puede escribir con absoluta claridad y honestidad intelectual ya que él es diputado chavista. Para no quedar mal con la fe, Faría en varios pasajes de su entrevista hace mención al socialismo y la revolución ¡pura cháchara insostenible en los hechos, además, desmentida por sus mismos dichos!

Nuestro Jesús olvida que en las Mesas de Acuerdo con la Oposición del año 2014, fue pactado con la burguesía una parte de las medidas acuerdistas que se convirtieron, como era inevitable, en causas del actual desastre en el consumo, por ejemplo, hizo crecer la tasa de ganancia comercial de los importadores y comerciantes internos y dañó gravemente la economía del pueblo y a nuestro gobierno.

Pero nuestro Jesús ¿qué le dice al pueblo venezolano?, pues que “debe entender la explicación burguesa de la crisis” ¿cómo? acompañando al Gobierno en esta tarea de “invertir de manera racional recursos mucho más escasos”, otra expresión e idea de la economía burguesa vulgar. El pueblo “debe entender la gravedad del problema y de la crisis económica; debe entender que hay una reducción significativa de los ingresos y que la capacidad de atención del Estado no puede ser la misma, sin que esto signifique –como lo plantea el modelo económico de la derecha– que el ajuste o la corrección de los problemas se traduce en un colosal impacto social”. ¡El pueblo debe entender a la burguesía y a sus economistas como nuestro Jesús!

Y para rematar sus recomendaciones, Jesús se arropa con Lenín y la NEP, un autor canónico que suele usarse para ganar autoridad teórica ajena cuando no se la puede sostener con argumentos propios para una realidad concreta como la venezolana actual. Hace una transposición anacrónica y sin relación alguna con aquella situación afirmando que sus “recomendaciones” se han probado en otros países (?), Jesús Faría señala que la propuesta económica que formula “tiene su raíz en la nueva política económica de Vladimir Lenin, en los años 20 del siglo XX, cuando se salió del comunismo de guerra y se pasó a una apertura económica que le dio un impulso importante a la recuperación productiva y garantizó la supervivencia de la Revolución Bolchevique, en aquellos momentos muy azotada por la destrucción de la guerra”. Eso se ha aplicado de la misma manera en países como China y Vietnam, y ahora de forma incipiente en Cuba, ilustra el economista”.

¿Es posible tamaña impostura? Pues parece que si. Lo que nuestro Jesús calla es algo de importancia vital: 1º) en la Rusia soviética ya no existía la propiedad privada capitalista, ¿ocurre esto en Venezuela?; 2º) la primera guerra mundial y la invasión de su territorio por los aliados que financiaban a los blancos había recortado el territorio ruso en grandes extensiones dedicados a la agricultura (algún ejército extranjero invadió el territorio de Venezuela?); y lo más importante si se mira bien; 3º) el poder político-militar estaba en manos de un partido revolucionario-proletario ¿es esta la situación en Venezuela?

Diputado del PSUV Jesús Faría, por favor, no se pase de listo, la NEP no tuvo nada que ver con “eficientismo” ni “instrumentos adecuados de política económica”, fue una tregua para dar oxígeno a un proletariado ruso devastado, agotado, que había hecho proezas de heroísmo durante años y años y se estaba desangrando dejando sin base social al gobierno revolucionario comunista ruso, ¡Sr. Faría comunista! ¿tiene Venezuela un poder y un partido revolucionario que esté construyendo o se proponga el comunismo?
No se pueden comparar peras con albaricoque porque no da ningún resultado, y si diera alguno sería una falsedad teórica.

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jueves, 17 de diciembre de 2015

Fernando Hugo Azcurra*: Elogio del capitalismo

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(Una respuesta a Víctor Álvarez)

En el diario Correo del Orinoco del día 13 de diciembre último, un cronista del diario hace referencia al economista bolivariano Víctor Álvarez, quien publicara en otro periódico de Caracas del 22/11/15 las ideas que se comentan en una nota bajo el título de Repensar el socialismo.

En razón de la importancia teórica de los temas que aborda y, sobre todo de las posibles consecuencias ideológico-políticas que podrían derivarse de ella, es entendible y atendible volver sobre las mismas.

No "...confundir el mercado con el capitalismo" advierte el autor. Muy cierto; dinero, precios, mercados, mercancías, circulación, existieron antes del modo de producción capitalista en regiones, países y civilizaciones diversas en las que la división del trabajo y las clases constituían su estructura socio-económica.

En éstas, junto a una modalidad central de relaciones (esclavismo, feudalismo, asiatismo, etc.) existía el intercambio de mercancías a partir de productores privados no capitalistas, cuya importancia económica no obstante era marginal.

El capitalismo suprime la propiedad personal de esos trabajadores independientes sobre sus medios productivos y los convierte con el tiempo en trabajadores asalariados. El capital es la negación de la propiedad personal y, al mismo tiempo, es la exaltación de la propiedad capitalista.

Por eso es tan importante no confundir mercado con capitalismo en general. Pero una vez dominados por el capital los mercados son capitalistas. De aquí que pretender no confundir mercado con capitalismo es desconocer que los mercados hoy son dominados por el capital, que es lo que no dice el Econ. Álvarez y confunde al lector so pretexto de "no confundirlo". Y para colmo de confusión el Sr. Álvarez arremete con la etiqueta de "socialismo de mercado".

Socialismo no es regulación de los mercados, ni permite "...la propiedad privada sobre los medios de producción en otros sectores económicos". Socialismo consiste en la abolición de la propiedad privada capitalista, no en su "reforma". La mención de la NEP (Nueva Política Económica, 1921) en la URSS en vida de Lenín y bajo sus directivas, nada tiene que ver con el tema específico porque se refiere a una etapa de la Revolución Rusa en la que el proletariado ruso había realizado desde 1917 proezas de heroísmo para combatir a los “blancos” y a la intromisión externa imperialista y en medio de esta lucha sin cuartel arreciaba la escasez de productos, la especulación comercial, la guerra de clases, se volvía perentorio una tregua para recuperar las fuerzas del proletariado que se encontraba exhausto y poder así preservar y consolidar el proceso. Lejos estaba todo esto de consideraciones técnico-académicas sobre el "socialismo de mercado".

Pero además, plantear que esta solución es la que pone en práctica China como alternativa al dilema capitalismo - mercancías - socialismo, es una impostura errónea: los mecanismos de mercado en China, son mecanismos de una inicua explotación económica de carácter capitalista y nada socialista, es por eso que utiliza el fomento de la "iniciativa privada, ofrece incentivos fiscales, paz laboral para atraer un creciente flujo de inversiones", o sea para desarrollar el capitalismo y no la propiedad social y el socialismo.

El capitalismo exige "paz laboral", esto es explotación del trabajo asalariado y su disciplinamiento a las reglas del "mercado capitalista".

El autor se pasa de astuto pretendiendo que el lector reflexione sobre Repensar el socialismo, cuando lo que en rigor hace es elogiar al capitalismo sin repensar nada. Subrepticiamente hace la apología reaccionaria de la burguesía y el capital condenando a la clase trabajadora a que siga con el yugo del capital como motor de la economía... capitalista.

*Economista

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martes, 15 de diciembre de 2015

Antonio Pérez Esclarín: Tierra de Gracia

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Venezuela, digámoslo con convicción, es un país privilegiado, lleno de encantos y prodigios, que Dios lo debió crear en una tarde en que andaba especialmente feliz. Cuando en 1498, Cristóbal Colón llegó a las costas de Paria, quedó tan impresionado con su belleza que creyó que había llegado al Paraíso Terrenal. Sus ojos abrumados por tanta luz y tanto verdor trataban en vano de captar toda la hermosura. Y de su asombro y admiración, brotó el primer nombre de Venezuela: Tierra de Gracia.

Realmente, Venezuela tiene enormes potencialidades, y no sólo cuenta con inmensas riquezas de materias primas: petróleo, agua, hierro, carbón, oro, aluminio, pesca, productos agrícolas y ganaderos... , sino que es también un país realmente bello. Cuenta con un sol inapagable, playas exquisitas de aguas cristalinas sobre lechos de coral (Morrocoy, Los Roques, Mochima, Playa Colorada, Margarita, Choroní, Cata, Maya, Adícora, El Supí, Villa Marina, Neima... ); desiertos y medanales que avanzan sin descanso con sus pies movedizos de arena; llanuras inmensas pobladas de corocoras y garzas, donde los horizontes, como las estrellas, se van alejando a medida que uno los persigue; ríos caudalosos que van culebreando entre selvas infinitas; árboles frondosos que parecen sostener el cielo con sus brazos; lagos y lagunas encantadas, pobladas de leyendas y de magia; islas paradisíacas que parecen estrellas caídas en el inmenso cielo azul de nuestros mares; tepuyes, castillos de los dioses pemón, que levantan sus frentes para asomarse al espectáculo maravilloso de la Gran Sabana; saltos, cascadas y raudales que van entonando con sus labios de agua el himno del amanecer de la creación; pueblitos montañeros que, abrazados a su iglesia protectora, se trepan a las raíces de la niebla y del frío; una enorme serranía habitada por el frailejón, el silencio y la soledad; una colosal montaña que agita contra el cielo su blanca bandera de nieve. En marzo y abril, Venezuela llamea en los brazos de sus araguaneyes. Todas las tardes Dios se despide de nosotros en los crepúsculos de Lara y en los atardeceres de Juan Griego, y acuna nuestros sueños con el guiño sublime del relámpago del Catatumbo.

Triple reto

Pero en Venezuela, hoy enfrentamos un triple reto para convertir sus inmensas potencialidades y belleza en vida abundante para todos: el del reencuentro y la convivencia, de modo que profundicemos y llenemos de sentido la democracia, entendida como un poema de la diversidad, con poderes autónomos que se regulen unos a otros, e instituciones eficientes que resuelvan problemas, y todos los venezolanos nos constituyamos en genuinas personas y auténticos ciudadanos, sujetos de derechos y deberes, iguales ante la ley. El segundo reto es cambiar el modelo estatista y rentista por un modelo eficiente y productivo, que asuma el trabajo y la producción como medios esenciales de realización personal y de garantizar a toda la población bienes y servicios de calidad. El tercer reto que debemos enfrentar los venezolanos es lograr un desarrollo humano, con justicia y equidad, es decir, sin excluidos, que combata con fuerza la pobreza, la miseria y todo tipo de violencia. A pesar de los graves problemas, los venezolanos no hemos renunciado a la esperanza y debemos trabajar con tesón y pasión, para superar los gravísimos problemas y constituirnos en una nación eficiente y solidaria, en la que todos podamos vivir con dignidad y nos consideremos conciudadanos y hermanos.

pesclarin@gmail.com / ElUniversal

@pesclarin

www.antonioperezesclarin.com
 
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lunes, 14 de diciembre de 2015

Germán Gorraiz López: Elecciones en España: Cambiar todo para que nada cambie

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El puzzle inconexo del caos ordenado puede esbozarse mediante la llamada “Teoría de las Catástrofes” del científico francés René Thom y se basaría en dos conceptos antinómicos para intentar “comprender el orden jerárquico de la complejidad biológica”.Así, el concepto de estabilidad o equilibrio se refiere a un sistema que permanece estable aunque registre un cambio, principio que trasladado a la esfera política se traduciría en la Reforma del Régimen del 78 sin alterar sus principios esenciales (Monárquico, jacobino y neoliberal), tesis que defenderían los partidos del establishment dominante del Estado español (PP, PSOE, UPyD) y la nueva estrella del firmamento reformista, Ciudadanos.

En la orilla antónima, encontramos el concepto de cambio cualitativo o discontinuidad que se produce cuando simples cambios cuantitativos pasan a ser otra cosa diferente y el sistema se transforma internamente de modo radical en una nueva realidad que modifica su situación de equilibro interno y se crea una situación nueva (Nuevo Régimen), tesis defendida tan sólo por Podemos y los grupos independentistas periféricos (EH Bildu y CUP) y que es asociada por el aparato mediático del sistema dominante (mass media) con el advenimiento del caos. Por caos (Khaos o “vacío que ocupa un hueco en la nada”) entendemos algo impredecible y que se escapa a la miope visión que únicamente pueden esbozar nuestros ojos ante hechos que se escapan de los parámetros conocidos pues nuestra mente es capaz de secuenciar únicamente fragmentos de la secuencia total del inmenso genoma del caos.

El biólogo Lyan Watson en su obra “Lifetide” publicada en 1.979 afirma que “ si un número suficientemente grande de personas (Masa Crítica) adquieren un nuevo conocimiento o forma de ver las cosas, esto se propagará por toda la humanidad”, para lo que es necesario que un determinado número de personas (Masa Crítica), alcance una conciencia más elevada , momento en que el individuo es capaz ya de realizar un salto evolutivo y lograr un cambio de mentalidad , tesis conocida como “Teoría del Centésimo Mono”. Sin embargo, el actual sistema dominante o establishment de las sociedades occidentales utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas. Así, el sociólogo y filósofo alemán Herbert Marcuse, en su libro “El hombre Unidimensional (1.964), explica que “la función básica de los medios es desarrollar pseudonecesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a los individuos al carro del consumo y la pasividad política”.

La estrategia electoral del PP se basará en el mantra de la recuperación económica edulcorada con sibilinas promesas de aumento del techo de gasto autonómico, subidas salariales a funcionarios y jubilados así como reducciones fiscales y al estar la sociedad española integrada por individuos unidimensionales que priman el principio de “panem et circenses” frente al vértigo que suscita la utopía de un Nuevo Régimen propugnada por Podemos (“El cielo no se toma por consenso sino por asalto”), Iglesias se verá desplazado electoralmente por el pragmatismo político de la formación de Albert Rivera (Cambio frente a Recambio). En consecuencia, el Cielo deberá esperar pues la formación de Pablo Iglesias se verá relegado al ostracismo político tras la previsible formación de un Gobierno postelectoral PP-Ciudadanos que escenificará la metamorfosis del Régimen del 78 mediante una reforma edulcorada de la actual Constitución vigente que implementará un Estado monárquico, jacobino y eurocéntrico, siguiendo la máxima del gatopardismo (“Cambiar todo para que nada cambie”).

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domingo, 13 de diciembre de 2015

Yldefonso Finol: Resultados del 6D: ética y estética de la derrota

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Ya parafraseamos que la ética es la estética de la política. Agregamos hoy que la política espera desde la ética una nueva estética. La ética nos obliga a buscar las causas de los problemas. Descifrar las verdades tras las sombras. Vislumbrar las consecuencias. La estética reclama su lugar en las rectificaciones.

La catástrofe electoral que sufrimos este 6D es el clímax del plan imperialista, al que contribuyeron con creces importantes sectores del poder constituido.

Si faltó humildad y claridad en la conducción de la política en momentos de hegemonía y bonanza, mal podemos reincidir en esas falencias frente a la derrota y la crisis.

II
Uno de mis artículos semanales de 2007 titulado La Dictadura de la Burocracia, se me acaba de atravesar con una desgraciada vigencia: “Si urgente es comenzar la construcción de una ética pública basada en los valores socialistas de la transparencia y el desprendimiento solidario, también lo es crear una cultura de la producción y la productividad, inspirada en la independencia nacional, la racionalidad económica y el trabajo creativo dignificante. Porque repartiendo cachivaches, dando carguitos que esclavizan conciencias y despilfarrando petrodólares, no se hace revolución alguna. Eso ya lo hicieron los adecos”.

En marzo de 2006, anotando ideas para mi libro El Socialismo del Siglo XXI: definiciones y particularidades del proceso venezolano, escribí un breve cuestionario sobre el socialismo, cuya última pregunta, con su respectiva respuesta, era esta: “¿Puede un revés electoral detener e incluso hacer retroceder la revolución socialista? Sí. Aunque en el caso venezolano no luce probable en el corto plazo, sin mayoría popular la Revolución no es posible”. Era 2006.

III
Las tendencias históricas deben leerse con lentes científicos. Un balance serio de los hechos consumados no puede ser autocomplaciente. Estos fenómenos no ocurren unidireccionalmente. La política experimenta una multiplicidad de factores determinantes y desencadenantes, que no suceden de la noche a la mañana. La dialéctica enseña que sólo una sucesión de cambios cuantitativos desembocan en transformaciones cualitativas; que no necesariamente son todas revolucionarias.

Achacar la causa de la derrota a un solo actor o suceso, es desconocer elementales principios del arte de la guerra, esa cruel forma de política por otros medios.

Los puntos críticos son la intersección de curvas que representan condiciones objetivas y subjetivas. Los estallidos revolucionarios se producen cuando las condiciones socioeconómicas de las mayorías se han depauperado, y se ha elevado el nivel de conciencia y organización de su vanguardia, con la suficiente fuerza suficiente para asaltar el poder.

Pero los procesos revolucionarios no son irreversibles, y la derecha también se sabe estas lecciones.

IV
La magnitud de la derrota anuncia la activación de un poder constituyente a la inversa. El abanico constitucional de que dispone la derecha no será despreciado para reinstaurar el poder pro imperialista.
La crisis de la Revolución Bolivariana no comenzó el 6D, se potenció con la muerte del líder y se profundizó por la indefinición ideológica, la falta de proyecto económico, el reciclaje de la ineficiencia y las concesiones suicidas a la corrupción.

No hubo una dirección política suficientemente clara para ver estas urgencias. Como no la ha habido para asumir la tarea impostergable e insustituible de la formación ideológica, ni para tener una correcta política comunicacional, ni para hacer una campaña exitosa, de contenidos, no de slogans y farándula.

V
Regalar computadoras portátiles a cada estudiante estimula el individualismo, cercena la creatividad y premia la ausencia de compromiso. Pero hacerlo como parte de una campaña electoral estimula la idiotez y la corrupción.

Las ingenuidades nos colocan al borde del ridículo: “no estamos derrotados”, “es una victoria porque se desmontó la matriz del fraude”, “hay que revisar qué pasó en tal o cual circuito”, “seguiremos protegiendo al pueblo”, (y el último descubrimiento del despecho) “el presidente puede disolver la Asamblea”.
Reiterarnos inoportunamente en la arrogancia, es seguir rumiando la misma hierba que nos indigestó.
Se suele apelar a la grandeza de Hugo Chávez para anotarse en la épica, preferentemente citando el “por ahora”, como augurio de que más adelante si tendremos éxito. Eso no está mal.
Pero las palabras del Comandante que pusieron en sus hombros la carga ética de aquella madrugada gloriosa, fueron precisamente las que daban un balance e invitaban a rectificar: “los objetivos que nos planteamos no fueron logrados”, “es tiempo de reflexionar”, “por favor, reflexionen”.

VI
Termino esta primera lectura del 6D, con un breve texto de Benedetti que es una oración a la autocrítica.

PAUSA
De vez en cuando hay que hacer una pausa
Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana
Examinar el pasado rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa
Y no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades.

Sólo la verdad histórica forma pueblos libres.

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jueves, 10 de diciembre de 2015

Vuelve la crítica: la comunicación política otra vez en el centro del debate

Este miércoles, el programa El Desayuno, transmitido en horario vespertino a través del canal estatal VTV, tuvo como invitada a la abogada y comunicadora María Alejandra Díaz. Durante su intervención, clara y concisa, discurrió sobre lo que la oposición podría y no podría hacer en la venidera AN dominada por ellos, y planteó algunas críticas pertinentes a partir del análisis de los resultados de las elecciones del pasado 6-D. La comunicación, la política-comunicacional, la relación partido-estado y la ideología, como viene siendo desde hace unos años, estuvieron de nuevo en el centro de la crítica.




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Marcelo Colussi: Derrota electoral en Venezuela. ¿Y ahora?

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El hecho de titular el presente texto como “derrota” ya marca la posición ideológica desde donde lo hacemos. Para mucha gente, en Venezuela y en el resto del mundo, esto es un “triunfo”. Pero, ¿qué triunfó en las elecciones parlamentarias del domingo 6 diciembre? Para esa lógica –que no es la nuestra, que quede claro– triunfó un discurso conservador, que se resiste a los cambios, que ve en el pobrerío en la calle y con cuotas crecientes de poder un verdadero problema. Un discurso, en definitiva, que transpira un profundo odio de clase, no importa si viene de la alta oligarquía, de la Embajada de Estados Unidos o de la clase media, eternamente confundida.

Decir que triunfó “la democracia”, que ganó “el país” o que fue un triunfo “de todos los venezolanos”, no pasa de un barato juego de palabras insulso, hasta frívolo si se quiere. Quizá a un presidente en funciones, al menos cuando se mueve en la lógica de elecciones dentro de esquemas capitalistas como es el caso de Nicolás Maduro, no le queda más alternativa que repetir esas vacías frases hechas. Lo cual ya da una pista de lo que queremos decir: las elecciones del domingo no se salieron un milímetro de un marco capitalista. ¿Y el socialismo del siglo XXI?

No hay dudas que la derecha puede estar de fiesta, más aún después del triunfo del conservador Mauricio Macri en las elecciones presidenciales recién pasadas en Argentina. La idea es que “se comienza a restaurar” la tranquilidad perdida estos años, en los que fuerzas progresistas, con talantes reformistas marcaron parte del ritmo político de muchos países en Latinoamérica.

La Revolución Bolivariana no fue derrotada en Venezuela; pero definitivamente sufrió un revés grande, pues pierde la mayoría en el Parlamento, con lo que se abre un nuevo escenario político. Está claro que el discurso de derecha avanzó. Es evidente con los resultados electorales: si no, dos tercios de los legisladores antichavistas no hubieran sido elegidos para esta Asamblea.

Quizá la población de a pie no dejó de reconocer y agradecer los cambios que todo el proceso iniciado por Hugo Chávez puso en marcha. Lo de esta elección (la primera que pierde estrepitosamente el movimiento bolivariano) evidencia que existe un gran descontento popular, producto de una refinada estrategia de la derecha, asistida con muchos dólares estadounidenses. Luego de un muy bien realizado trabajo contrarrevolucionario donde se llevó a límites intolerables el desabastecimiento, la inflación, la escasez energética y la inseguridad ciudadana (guión que ya utilizó la potencia del Norte en innumerables ocasiones en distintos países del área), los resultados están a la vista. Sin dudas había montada una perversa guerra psicológico-política que terminó por quebrar a buena parte de la población.

Pero eso no lo explica todo. Es parte, importantísima sin dudas, para entender la cachetada del domingo; pero el análisis no puede quedar ahí. Preguntábamos más arriba: ¿y el socialismo del siglo XXI?

Más allá de la bronca que puede dar un resultado como el obtenido en estas elecciones –bronca, claro está, si lo miramos desde el campo popular–, debe abrirse un balance objetivo de lo sucedido. ¿Perdió la izquierda? Lo mismo podría preguntarse para Argentina.

Las sangrientas dictaduras que se sucedieron por toda América Latina entre los 70 y 80 del siglo pasado prepararon el camino para el capitalismo salvaje (eufemísticamente llamado neoliberalismo) que hoy día nos agobia. El campo popular perdió décadas de avances, conquistas históricas, perdió organización. Todo eso no desapareció para siempre, pero no hay dudas que hoy día está en terapia intensiva. Volver a levantar esos ideales de lucha antisistémica va a costar mucho todavía. Los tibios, muy tenues gobiernos con talante socialdemócrata que empezaron a darse últimamente en la región (con el proceso abierto por Chávez a la cabeza) pudieron despertar honestas buenas esperanzas.

La Revolución Bolivariana lleva ya más de década y media, y los cambios profundos y reales en la estructura del país siguen esperando. Partiendo por la dependencia petrolera (cáncer que produce muchos de los males que lo siguen aquejando igual que medio siglo atrás: burocratismo, ineficiencia, cultura rentista, despilfarro), el preconizado socialismo del siglo XXI nunca parece haber levantado vuelo. Fuerzas populares progresistas, de izquierda, revolucionarias, vienen pidiendo ese despertar desde hace tiempo. Pero la profundización real del socialismo nunca se dio.

Estamos tan golpeados en tanto campo popular, como izquierda, que un tenue rayo de esperanza como alguno de esos que calentaron estos últimos años nos moviliza. Pero ¡cuidado!: no hay que hacerse esperanzas donde no las hay.

Del proceso bolivariano se esperó mucho, pero vemos que no se afianzó ningún cambio sustancial. ¿Será que este cachetazo sirve para despertar y, de una buena vez por todas, encamina al socialismo? Pareciera que eso es imposible.

El margen de maniobra que tendrá ahora el Ejecutivo, con toda su estructura partidaria, es menor que antes. La derecha avanza victoriosa, y la población, una vez más, más allá de las monumentales movilizaciones teñidas de rojo, no es el actor clave en la revolución: sigue siendo un proceso palaciego.

Quizá todo esto (las derrotas electorales en Venezuela y en Argentina y lo que ello pueda traer aparejado: retroceso en el ALBA, en UNASUR, mayor injerencia estadounidense en la región, etc.) sirve para ver con claridad que los procesos tibios, a medias, las propuestas de “capitalismo con rostro humano”, a la población de a pie no le sirven de mucho. Procesos a medias, de aparente transformación social pero que no transforman nada, basados finalmente en la dádiva, en el populismo clientelar, no son buena escuela para la izquierda.

La construcción de otro mundo posible es viable sólo si se tiene claro qué es ese otro mundo al que se aspira. Que la derecha existe y es conservadora, que hará lo imposible –sin sangre o con profuso derramamiento de ella si es necesario en su plan– para mantener sus privilegios, está fuera de discusión. Que el desabastecimiento y la manipulación de la inseguridad ciudadana creados por ella sirvieron para lograr el descontento popular, también es más que evidente. Pero que la Revolución Bolivariana dejó de pensar en el socialismo del siglo XXI (o del socialismo en general) hace ya largo tiempo, también está fuera de discusión.

Lo del 6 de diciembre fue un reacomodo político, perjudicial para el partido de gobierno. Lo que sí está claro es que la izquierda sigue siendo un proyecto pendiente en nuestros países. Y sin marea humana luchando por sus reivindicaciones (no acarreadas para las elecciones) no hay cambio posible.

Por tanto: ¡la lucha sigue!

mmcolussi@gmail.com
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Marvin Javier Mijares: ¿El por qué Perdimos?

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Las criticas llueven, como lluvia acida, bajan por las torrenteras y resquebrajan  escaleras de las viejas y nuevas comunidades, llevándose así todo a su paso; algunos aduladores de los príncipes y reyes se apartan para no ensuciarse sus lujosos zapatos o no se bajan de sus costosos vehículos para no llenarse de ese pantano que muchos “Pablo Pueblo” pisamos; dejando nuestras huellas, nos bebemos hasta el agua de esa lluvia acida, la conocemos por su olor y sabor,  nos damos el gusto de conocer y aprender a surgir como el ave fénix cuando estamos en graves aprietos y a conocer nuestra propia realidad, que algunos desconocen.

De que vale lamentarse; se perdió por la falta de planificación, seguimiento y supervisión, se dilapidó gracias a que algunos se les olvido que existe “Pablo pueblo”, solo se acordaron de ellos en la campaña NeoAdeca, con el fin de obtener un triunfo electoral. Se perdió, por la incapacidad de producción y mala gerencia, entre otros se perdió por los gravísimos errores comunicacionales como lo dijo el camarada Pérez Pírela, en su programa Cayendo y Corriendo, del pasado lunes 7 de diciembre, “Medios oficiales del Estado (obsoletos, planfetarios), el cual no existe un solo portal oficial en la web 2.0 que esté entre los 100 primeros en el ranking mundial”; es decir, no se puede tapar el sol con un dedo, la realidad surge y castiga, debemos de aceptar la crítica, para contrarrestar y así obtener una mejor visión para solucionar los problemas sociales que nos aquejan.

Otro punto importante el juego de las sillas entre Ministros y el vago trabajo en equipo, el cual conllevo a una intensa lucha intestinal por el poder dentro de las mismísimas instituciones del Estado (muchos caciques y pocos indios), y el fenómeno del triunfalismo, no corregir errores a tiempo de fondo para neutralizar la guerra económica contra la plutocracia los llevo a esa aplastante derrota. En este sentido, se olvidaron de la voraz Hidra de mil cabezas (burocratismo, despotismo, nepotismo, cleptocracia, ineptocracia), fenómenos  que socavaron la retaguardia al PSUV y GPP.

Asimismo, tomando en consideración todas estas evidencias, las fallas políticas, económicas y sociales fue la gran hecatombe más vergonzosa en estos últimos 17 años de revolución, no debemos de levantarle prejuicios al pueblo, debemos de asumir nuestra cuota de responsabilidad ante todas estas fallas que jamás las corrigieron a tiempo, ahora el tiempo es corto y se deben tomar medidas certeras en el plano económico ya que la columna vertebral de la política, es la economía. Ahora recomiendo que en primer lugar el Banco Central de Venezuela (BCV), debe publicar la tasa de inflación oficial. En segundo lugar ajustar todo en una sola tasa de cambio, o sea, simplificar la estructura cambiaria, pasar de (03) tres tasas a (02) dos y progresivamente a (01) una sola, se deben tomar ciertas medidas ante las dificultades económicas para elevar la eficiencia de las empresas del Estado y contrarrestar los factores de especulación que nos afectan. Ante todo, revisar las empresas del Estado e reimpulsar el aparato productivo del país y el sector empresarial comprometido, no es nada fácil, pero es un intento y en tercer lugar deben de evaluar y sincerar los precios de la canasta básica, ya que los mismos actualmente son una injusticia.

El pueblo venezolano no es fácil, y más si lo subestimamos, nos castiga y hace entender que nosotros estamos mal enfocados ante una realidad llena de grandes dificultades, dificultades que no son atacadas y son olvidadas, después nos pasan facturas y nos lamentamos porque perdimos. Vamos a tenerles confianza a la crítica, ya basta de tener bajo sospecha a quien critica.

Por último, la oposición no debe de olvidar que existen más de 5 millones de venezolanos chavistas que votaron por el chavismo que tienen los pies sobre la tierra. Sepan administrar el triunfo, de lo contrario lo perderán.

Lic: Marvin Mijares
Correo: venezuela6mundo@gmail.com
Twitter: @CONCIENCIA555

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sábado, 28 de noviembre de 2015

Fin de ciclo, un cambio de época que pide nuevas ideas: reflexiones temporales

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Al momento de escribir estas líneas, América Latina asimila la victoria de Mauricio Macri en las presidenciales de Argentina, un hecho que ya vislumbraba el politólogo Atilio Borón, cuando discurrió sobre el tema en el contexto de los cerrados resultados de la primera vuelta electoral, y después de constatar la histórica derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires. 

En la entrega anterior, analizamos algunas de las aseveraciones que sobre los procesos progresistas en América Latina hizo Noam Chomsky en entrevista de finales de octubre, en un balance donde planteó los aspectos positivos y negativos que según su visión se ofrecen claros al análisis. Sobre Venezuela, dijo que el “modelo de Chávez ha sido destructivo”, y agregó más adelante que un ejemplo a seguir sería el de Corea del Sur, el cual se planteó un modelo de “desarrollo constructivo desde lo interno” regido por un “Estado poderoso”. Sin embargo, su corazón ácrata lo lleva a plantear para Latinoamérica un eventual Gobierno de los movimientos populares, luego de haber sentenciado que los Gobiernos de izquierda de habían desacreditado a sí mismos por la desbordante corrupción.

Sobre el caso venezolano, Chomsky parece señalar el hecho de que Venezuela no haya podido, hasta ahora, desarrollar un sólido mercado interno (desarrollo constructivo desde lo interno), lo cual implica un grado de producción nacional, de industrialización, de sustitución de importaciones. Esto nos lleva directo al tema del eterno lastre de una economía rentista que ha permeado históricamente el Estado, la sociedad y la cultura en el país, e incluso hasta la manera misma de concebir y vivir los procesos de emancipación social, siempre más factibles en medio de la abundancia artificial generada por los altos precios del petróleo. El tema ha sido abordado por diversos analistas, algunos de los cuales se preguntaron en su momento si era posible en Venezuela un “socialismo rentista”. A pesar de que el debate sigue abierto, el actual conflicto con la economía indica que algo así no sería posible, salvo mientras los altos precios del hidrocarburo mantengan el suministro al sombrero del mago (ver El Estado Mágico, de Fernando Coronil).

Si bien la caída de los precios de las materias primas condiciona en cierta medida el debate sobre el supuesto fin de ciclo progresista, no se puede ocultar que mucha de la perplejidad o desencanto que puede estar experimentando algún sector de la izquierda, tanto dentro como fuera de Venezuela, tiene que ver con un nuevo paradigma de emancipación social que mucho o poco tiene que ver con las tradicionales teorías eurocéntricas de la revolución. Décadas de condicionamientos producto de las permanentes estrategias hegemónicas del sistema, pueden ser ignoradas temporalmente en el contexto de la presencia del gran líder carismático ―capaz incluso, como decía Marcuse, de derrotar a las corporaciones mediáticas―, pero una vez desaparecido físicamente de la escena, las “estructuras de larga duración” resurgen para recordarnos que, después de todo, se vieron golpeadas y amenazadas seriamente, pero al verse mantenidas desde los sustratos mediáticos y culturales, regresan vivas y hasta con nuevos bríos. Por eso, hoy no puede haber revolución desde las instituciones, revolución propiamente dicha, sin batalla real de ideas ni transformación cultural.

La problemática y el debate en el campo de la comunicación, desde nuestro punto de vista ejemplifican elocuentemente los contornos del nuevo paradigma emancipatorio de principios del siglo XXI. Una reflexión inicial, bastante clara desde los primeros años del proceso bolivariano, señalaba que una transformación política no sería posible sin una transformación del campo mediático, de los medios de comunicación. Bien. Añadamos, que desde 2002 había quedado claro que los medios habían asumido un rol directamente político y que eran los caballos de batalla de la contra-revolución, en un fenómeno que los develó como lo que siempre habían sido: controladores sociales del sistema, instancias hegemónicas de la sociedad que siempre habíamos tenido. Con todo, no se los podía tomar y cerrar en nombre de la Revolución precisamente por el carácter pacífico y democrático de ésta. Recordemos lo que pasó con Rctv y el escándalo que generó lo que era desde el principio una acción legítima del Estado inherente al ejercicio de sus funciones. En otro debate realizado meses antes de la salida legal del aire de ese canal, Buen Abad planteó una situación hipotética: imaginemos que se dieron las condiciones y se logró revocar la concesión a Globovisión, Televen, Venevisión y Rctv, ¿Tenemos una parrilla de programación preparada para sustituir la de estos cuatro canales? ¿Una programación enmarcada en los valores socialistas que queremos transmitir? La respuesta era evidente y, como era de esperarse, cuando nació el nuevo canal, durante los primeros meses la política que se reflejó en pantalla fue la de Eudomar Santos (como vaya viniendo, vamos viendo).

Tenemos entonces, que dicha problemática quedó evidenciada con el nacimiento de Tves, cuya programación inicial no fue considerada nada revolucionaria por parte importante de quienes le hacíamos seguimiento al tema, y hasta por muchos de los que formaron parte del grupo inicial de trabajadores del flamante canal. Por otra parte, un ejemplo de “televisora revolucionaria”, bastante alabada por Buen Abad en esos tiempos, era Vive Tv, cuya concepción de producción de contenidos inspirada en un marxismo inteligente había generado, efectivamente, una televisión diferente. ¿Cuál era el problema, de considerarlo problema?: que nadie veía el llamado “canal del poder popular”, un espacio que parecía, o adelantado a su tiempo o excesivamente contrastante con la televisión a la que la gente ―incluyendo por supuesto, a los revolucionarios― estaba acostumbrada. Esta última palabra, por cierto, señala el lugar de la hegemonía. Cifras de mediados de 2006, por ejemplo, reflejaban que el Canal de la Asamblea tenía más “raiting” que Vive Tv. ¿Cuál fue el aprendizaje? Puedes tener la web, canal, radio o periódico con los mejores contenidos, con los más revolucionarios o los más distintos a los históricamente producidos y difundidos en el marco de la sociedad que queremos superar; pero si nadie ve tu web, canal, radio o periódico, tan sencillo como que no existes para esa sociedad, con todo y la necesidad de existencia de esos proyectos, cultural y estratégicamente. Entonces, los contenidos son importantes, pero más aún que estos lleguen ―que sepan llegar― al público, a las masas.

El concepto de contra-hegemonía fue cobrando importancia desde esos días. Que si Gramsci y el bloque histórico. Sin embargo, al constatar que era un concepto que nos ubicaba, muchas veces con razón, en una posición defensiva ―y se supone que éramos nosotros los que estábamos en el poder―, se planteó la política de construcción de “hegemonía popular”, y empezamos a comprender que las condiciones del proceso obligaban a definir y ejecutar una política de la seducción, de convencimiento, de ofensiva creativa. La responsabilidad mayor de dirigir una política comunicacional, educativa y cultural en un contexto revolucionario que estaba sirviendo de ejemplo a otros países hermanos de la región, implicaba la colosal tarea de construir hegemonía. Pero, en algún momento, talvez inevitablemente, fuimos entrampados en una guerra mediática que nos condicionó y nos atrapó, cual perros de Pavlov, en la política del “desmonte de matrices mediáticas”. Y si bien sería bastante torpe afirmar que desmentir y desmontar no era una política necesaria en un contexto de constantes y descaradas manipulaciones, también hay que decir que tal contexto nos entrampó en actitudes defensivas que impidieron siempre tomar iniciativas hegemónicas, la articulación de una gran ofensiva cultural orientada a la construcción de un nuevo bloque histórico.

Y sobre este tema, un día encontramos una reflexión planteada por el Observatorio de Medios de Argentina, que encaja perfectamente con lo que venimos planteando. Partiendo de la base de que existe una tendencia dominante en las producciones periodísticas, estos analistas afirman que:

“Las producciones periodísticas son parciales (Reflejan tomas de partido a favor o en contra de determinados intereses de clase o grupos) y tienen como objetivo final la creación de sentidos comunes hegemónicos.

La mayor o menor eficacia de esas operaciones dependerá del éxito con que las parcialidades sean presentadas y aceptadas como parcialidades universales y para ello todo sistema de producción periodística apela al “mito de la objetividad”, en el sentido de presentar a la misma asociada con una parcialidad especifica”.

Evidentemente, siguiendo el análisis podemos colegir que, no solo estamos en medio de una gran batalla por la hegemonía, sino que dentro de ésta pareciera no haber posibilidad de descartar la adopción del “mito de la objetividad” de cara a la construcción de una nueva Hegemonía. De tal manera, en el propósito de construir un nuevo bloque histórico, resulta clave no solo la adopción del mito de la objetividad, sino también la incorporación de una serie de estrategias y formas estéticas y lenguajes comunicacionales, muchas veces asociados a las de la comunicación hegemónica alienante y corporativa. Así, esta es la realidad que explica la actual concepción televisiva de Tves, y las creativas líneas editoriales de algunos medios webs, escenario de luchas simbólicas y políticas por la dirección intelectual y moral de la sociedad.

En función de lo anterior, al trasladar esta realidad mediática (campo eminentemente político) a la política propiamente dicha (subsumida dentro de la mediática), la conclusión es evidente: se trata de sumar y sumar, de convencer y convencer, de concebir a la revolución como un proceso de afirmación y modernización cultural y ciudadana, como una vasta estrategia de seducción que debe recurrir a todo el arsenal comunicativo que ofrecen las tecnologías de la información y comunicación, y lograr toda la eficacia política que esté a su alcance. Vivimos una época donde los cambios ya no se hacen tomando por asalto los palacios de invierno. Los palacios hay que ocuparlos, sin discusión, pero lo que está claro es que eso, por sí solo, no basta ni nunca bastó.

Desde nuestro punto de vista, aquí radica uno de los temas centrales a considerar para una nueva política para el siglo XXI, para la nueva era de consciencia expandida que despunta. La necesidad de renovación ética y política de la izquierda que ha sido planteada por, entre otros, Enrique Dussel, nos parece que va por ahí, en una sociedad donde los cambios tecnológicos de los últimos 30 años han generado consecuencias que deben estudiarse en profundidad, particularmente porque han afectado las condiciones de manifestación de la voluntad de vida, la construcción de los consensos y la factibilidad de las decisiones. El debate sigue abierto.

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jueves, 26 de noviembre de 2015

Susana Martínez: Argentina: un cambio prematuro

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El principio de todo cambio está ligado a consecuencias, ya  sea para bien o para mal. Depende la forma como lo veas. La vida nos enseña, que son necesarios en determinados momentos, por tanto no hay temerles.  Tanto nuestro país como el resto de Latinoamérica,  no han sido ajenos a esos vientos de cambio. Eso nadie lo puede poner  en duda. Países, que  hasta la década de los 90, eran dominio o cheque en blanco de la mano imperial.  Afortunadamente, esa historia quedó atrás,  este nuevo renacer  tiene nombre y apellido: Hugo Chávez. El comandante Chávez, en su afán de recuperar a su país, a lo mejor nunca pensó que esa proeza, iba ser emulada por tantos líderes.

Esto no quiere decir, que nos hemos librado del águila; que de paso sigue como fiera salvaje surcando nuestros  cielos,  buscando debilidades, para atacar.  Esta vez le tocó a Argentina, la misma que sufrió dictaduras impuestas por el  norte, la misma que se atrevió a darle  una bofetada al neoliberalismo. Ahora, sucumbida a un cambio con consecuencias fatales. Pareciera que no bastó: años de inclusión,  progreso, estabilidad social. Para que un domingo oscuro lo borrara todo.

No basta  solidarizarnos con este noble pueblo, sino prender las alarmas ante lo que pudiera pasar el próximo 6D en nuestro país. Es verdad, Venezuela no es Argentina.  Pero, tenemos en común, a los muchos Mauricios, que pululan aquí.     Con la única fijación de  llevarnos con su cambio, al camino del atraso.   Sus parecidos son elocuente: predican un cambio, revertir los progresos de integración  latinoamericana, darle la bienvenida al F.M.I., liberar a Leopoldo y su combo. Cualquier parecido con la realidad venezolana, es pura coincidencia.

En consecuencia, Venezuela,  en estos momentos no necesita a los izquierdosos de la ultra izquierda, que sólo juegan a la división, (como pasó en Argentina). De algún modo, para que esto no pase, nuestro primer requisito para votar, es tener memoria.

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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Fin de ciclo y la reciente opinión de Noam Chomsky sobre América Latina

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En este contexto de balances sobre lo que ha pasado en la región en lo que va de siglo, y como si no fuera suficiente con todos los factores que hemos mencionado a lo largo de este ensayo que sugieren para algunos pensadores el “fin del ciclo progresista”, el connotado intelectual estadounidense Noam Chomsky también añadió lo suyo en entrevista publicada el pasado 27 de octubre en el portal perfil.com.

En la conversación con Jorge Fontevecchia, el pensador cuyo libro Hegemonía o Supervivencia Chávez promovería desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, disparando significativamente sus ventas en el portal Amazon, el anarquista Chomsky dice que la historia reciente de América Latina ha sido mixta. Por un lado, en materia de integración regional y emancipación del imperialismo, los logros han sido notables; pero de otro lado, el intelectual plantea que tales procesos fueron financiados por las ganancias de la exportación de materias primas a una China que demandó estas como nunca en su historia, y añadió que la corrupción fue el principal problema en estos países. De hecho, esta cita del autor encabeza la entrevista: “La corrupción fue tan grande en Sudamérica que se desacreditaron a sí mismos.

Después de decir que el PT de Brasil empezó muy bien, con “buenos programas” y un “liderazgo impresionante”, afirmó que "... algo similar sucedió en Venezuela, donde hubo propuestas significativas, esfuerzos, iniciativas, pero en un sistema que estaba un poco desbalanceado desde el principio no se puede. Hubo varios cambios instituidos desde arriba, bastante poco relacionados con la iniciativa popular, con algo de participación, pero no: venían desde arriba principalmente”. Chomsky es un maestro de la palabra, y por eso nos preguntamos qué quiso decir exactamente cuando afirma que el sistema estaba “desbalanceado” desde el principio. Respecto a los “cambios desde arriba”, es evidente la presencia del espíritu ácrata en su crítica, aunque resulta algo impertinente considerando que siempre supo que la marca de los nuevos procesos emancipatorios era el cambio impulsado desde el Estado.

Seguidamente añade: “Es poco probable que eso funcione. Hubo muchos fracasos en el camino después, pero en este momento, de nuevo, la tremenda corrupción y la incompetencia del país nunca lograron liberarse de la dependencia casi total de una exportación única, el petróleo”. La alusión a nuestra economía rentista es clara, pero más aún a lo que podría considerarse una de sus consecuencias culturales: una suerte de incompetencia histórica para la diversificación económica, que no es tanto producto de la incapacidad como de la parálisis aceitosa del emprendimiento que ha producido históricamente la abundancia de petrodólares.

Más adelante, encontramos una afirmación que podría considerarse desafortunada, en tanto que proviene de alguien que se supone ha sido un aliado de los gobiernos progresistas: “En América Latina, creo que el modelo de Chávez ha sido destructivo. América del Sur necesita movimientos populares masivos que tomen la iniciativa para llevar a cabo un extenso cambio social”. Además, no deja de hacernos ruido el hecho de que haya usado la palabra “destructivo”, toda vez que su ejemplo fue lo que permitió los logros que él mismo reconoce al principio, y que es un académico prestigioso y “de izquierda” que habla desde el país más destructivo de la historia. Ahora, como más arriba, cabe preguntarse lo que el lingüista Chomsky quiso decir con “destructivo”. Las que sí han demostrado toda su destructividad son las oligarquías que se han opuesto desde el principio a las primaveras latinoamericanas, con golpes de Estado estilizados, promoción del odio en los medios, sabotajes, guerras “sharp” y un ejercicio de la anti-política que aún está por estudiarse en toda su destructividad.

Seguidamente, Chomsky vuelve con una propuesta que sintoniza con la visión ―base de las críticas― del sector de la izquierda latinoamericana que ha estado hablando del supuesto fin del ciclo progresista: “La historia no da respuestas a lo que es el modelo adecuado de desarrollo, pero un logro real, duradero, tendrá que basarse en movimientos populares organizados que tomen la responsabilidad del control total de la política, la información y la implementación”. Pareciera que el autor de Estados fallidos, se maneja con un discurso pendular que, dependiendo de la región del mundo y la atmósfera intelectual internacional, cuando discurre sobre modelos de desarrollo oscila entre los procesos modernizadores realizados desde arriba por estados poderosos, y procesos liderados por movimientos populares que desde abajo han logrado tomar el poder del Estado, o que han logrado “hacer la revolución sin tomar el poder”.

Tal sutileza, la constatamos en la siguiente reflexión de Chomsky, en la cual contrapone el modelo de desarrollo surcoreano con los recientes procesos latinoamericanos: “El problema en América del Sur es la falta de programas internos de desarrollo constructivo, como se hizo en Corea del Sur y Taiwán. Países pobres, pero con Estados poderosos. Por desgracia, durante mucho tiempo con dictaduras, pero que se convirtieron en mucho más democráticas, y con un programa de desarrollo que fue diseñado para el desarrollo de las posibilidades internas, para el desarrollo social y económico.”

 ¿Dónde queda aquí el gobierno de los movimientos populares organizados? El mensaje del pensador parece ser: si van a hacer revoluciones populares, estas deben ser dirigidas por los movimientos populares, los cuales deben tomar el control de la política y los procesos económicos e informativos; el otro camino es el que siguió Corea del Sur: un modelo de “desarrollo constructivo” desde lo interno y conducido por “estados poderosos”, es decir, desde arriba. Sin discusión, ambos implican grandes desafíos, y la tendencia en Venezuela, al revisar los objetivos del plan de la Patria y los limites fácticos de un eventual “gobierno de los movimientos populares”, es hacia el modelo del “Desarrollo constructivo conducido desde el Estado poderoso.” Continua…

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lunes, 16 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento crítico (IV)

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¿Qué es lo que ha ocurrido realmente en América Latina con los gobiernos progresistas?

Efectivamente, para un análisis más pormenorizado y preciso habría que considerar el caso concreto de cada uno de los procesos progresistas de la región, además de poner en remojo esto del “progresismo”, clásico término del moderno positivismo que expresa el clásico optimismo decimonónico en la ciencia y la técnica. Hoy, dicha palabra es usada por variopintos personajes de todo el espectro político, por lo que puede significar casi cualquier cosa, como lo ha apuntado Sergio Rodríguez en reciente artículo. Sin embargo, para los efectos del análisis no es pecado agrupar a los gobiernos de Correa, Morales, Frente Amplio, Ortega, los Kirchner y Chávez bajo el disputado término de “progresistas”.

En el caso de Venezuela, no es secreto para nadie que desde la desaparición física de Hugo Chávez, el bloque sociopolítico que se agrupa en el chavismo ha tenido que enfrentar su etapa más difícil y compleja, dada la dependencia que el proceso bolivariano tuvo siempre de la figura del líder carismático. Asumiendo una tarea titánica, Nicolás Maduro tuvo que lanzarse a una campaña electoral relámpago en medio del emotivo adiós a Chávez y, hasta hoy, enfrentar una guerra directa no declarada ―si es que puede existir tal cosa― desde distintos flancos. Y como si fuera poco, los precios del petróleo bajaron sustancialmente debido a factores que ya se han comentado, viéndose sensiblemente afectada la economía del país. Sumemos a este contexto nada fácil, las denuncias de corrupción y duras críticas a un sector del funcionariado chavista que empezaron a fluir desde algunos sectores del propio chavismo y sectores de izquierda.

Este explosivo cóctel, en medio de una situación económica que ha generado descontento en la población, ha generado confusión y perplejidad tanto en sectores de esta como en algunos grupos, movimientos, organizaciones e individualidades, sobre cuál será el futuro de la Revolución bolivariana. Y es en el marco de estas discusiones, debates que se han desarrollado en el seno de la comunicación alternativa y entre los intelectuales, donde he constatado reiteradamente esta perplejidad. Desde las individualidades y sectores que aún no han asimilado el restablecimiento de las relaciones Cuba-Estados Unidos, hasta aquellos que en nombre de una condición revolucionaria han defendido su derecho a no adecuarse a las nuevas leyes y directivas del Estado en nombre del anti capitalismo.

Durante estos últimos años, período en el que las encuestadoras han tenido un indiscutible protagonismo, se ha hecho alusión a la trascendencia del cambio de la cultura política del venezolano y se han esbozado algunas líneas de lo que significó el chavismo, lo que actualmente significa, además de algunos estudios que han arrojado información más que interesante sobre algunos rasgos sociológicos de los venezolanos. Citemos por ahora solo dos reflexiones que ha hecho Oscar Schemel, de Hinterlaces, para los efectos de lo que queremos destacar aquí: 1) “Durante los últimos 15 años a Venezuela la gobernaron las palabras”, y 2) "Venezuela es como una mujer desorientada que necesita un hombre fuerte, duro, consistente”. Sí, esta última afirmación no fue muy afortunada desde la perspectiva de la igualdad de género. Ahora, pasaré a relatarles una anécdota de hace unos años y volveremos de inmediato con Schemel.

Año 2006. Después de otra sesión de formación política en el Centro Internacional Miranda, abordo el ascensor con una amiga de la universidad, por cierto una mujer llamativa no solo porque ser una atractiva y exuberante rubia de clase media-alta, sino porque su historia era la de alguien que había marchado con la oposición el 11 de abril de 2002 y a los pocos meses, al constatar que había sido engañada y colocada como carne de cañón en medio de un golpe mediático, y luego de discutir con sus familiares decidió inscribirse en la Universidad Bolivariana de Venezuela y darle su apoyo al proceso. En el ascensor iba un compañero de la embajada cubana, quien ese día había asistido al foro y en medio de la socialización se había entusiasmado con mi seductora amiga. Helena y yo hablábamos sobre el proceso, la universidad, el capitalismo, la necesidad de la formación, y el cubano escuchaba atento y emitía sus opiniones, entrábamos en confianza.

Palabras más, palabras menos, el compañero destacó ―con intención pedagógica― que la Revolución bolivariana era muy diferente a la cubana. En Cuba, llegó una revolución armada, entró a la casa del Estado, la derribó y erigió una casa nueva de acuerdo a las nuevas reglas. En Venezuela, la revolución llegó por vía electoral, sin disparar un tiro, de manera pacífica, y empezó su trabajo desde una casa que nunca derribó. Más aún, muchos de los que habitaban la casa nunca salieron, y hasta se le fueron construyendo anexos aquí y allá. Por eso aquí el proceso es inédito y mucho más difícil, decía. Era evidente, estaba claro, me dije. Las revoluciones de hoy son pacificas, es el espíritu de los nuevos tiempos. Por eso Fidel habló de la batalla de las ideas, reflexioné. Sin embargo, la realidad discursiva de la lucha política y la guerra mediática desatada, generaron una realidad subjetiva que, sin exagerar, hizo pensar a muchos que estábamos en la Sierra Maestra. Y cuando Chávez habló de socialismo y más adelante se declara marxista, pues “se salieron todos los genios de todas las botellas”.

Esto no quiere decir que haya sido un hecho negativo. Lo que hizo Chávez fue recordarle a la humanidad su natural condición gregaria-comunal y la perversión social inherente a un sistema que rompe los lazos sociales, deshumanizándonos. La cuestión compleja fue la forma en que se asumieron esos debates, en una clásica manifestación del ego moderno que elevó sus estandartes desde sus visiones particulares.

Los debates se desataron. Muchos se preguntaban, si hablábamos de marxismo y lucha de clases, por qué la tolerancia con la burguesía, por qué no nacionalizar la banca y el comercio exterior. Sin embargo, y de acuerdo a la Constitución, había ―hay― un papel claramente establecido para la empresa privada en el proyecto bolivariano; incluso en la Propuesta de Reforma Constitucional, tan temida y satanizada, el modo de producción planteado era mixto. Con todo, habíamos tenido golpes, sabotajes, guarimbas y una guerra mediática que estaba enfermando a parte importante de la población. El recuento sería largo, y baste con enfatizar que el discurso encendido y confrontacional de Chávez, justificado frente a la presencia de una oligarquía que se oponía recalcitrantemente a la democratización de la sociedad, y la respuesta reaccionaria que recibía, nos envolvieron en una lucha política de cuyo proceso se obtuvo un legado importante tanto a lo interno como de cara al contexto regional y mundial. Y este fue tan brillante, formidable y extenso, que muy poco se habla de sus aspectos negativos, salvo en las charlas de café o a lo interno de la intimidad familiar.

El tema es, que cuando los barbudos tomaron el palacio de invierno, en las semanas,  meses y años inmediatos sucesivos los que se fueron se fueron y los que se quedaron, bien. La cosa estaba más clara, siempre estuvo más clara. El sentido de lo que significaba una revolución estaba más claro; era la época de la guerra fría.

Pero en Venezuela, el proceso revolucionario pacífico y en democracia ―y tal vez por esto mismo― dio pie y campo abierto para las conspiraciones permanentes, la impunidad y el abuso de algunas palabras que se vieron bastante afectadas en su significado al contraponerlas con la realidad concreta de la calle, más no a las realidades teóricas que se construían algunos en sus cabezas en imágenes de gran resolución y hasta en 3D. De tal manera, en Venezuela, la contrarrevolución nunca se fue como se había ido en Cuba, y en los momentos en que su debilidad llegaba al máximo, las contradicciones inherentes al carácter del proceso, la mediática, la corrupción, los inevitables errores, volvían siempre ha darle aliento. Y en cada elección, parlamentarias, regionales, presidenciales, al constatar la elocuencia de los numeritos, muchos se preguntaban, incluyendo al propio Fidel Castro, si había tantos oligarcas en Venezuela. Los factores subjetivos pedían a gritos ser tomados en cuenta, y al fin se introdujo el debate cultural sobre la necesidad de construir hegemonía, política ciertamente más cónsona con la época de las “revoluciones pacíficas”, donde convencer no solo complementa al vencer sino que se erige en la condición de posibilidad de este.

Tal realidad, obligaba a una negociación con los sectores adversos a la revolución, a perfeccionar en todo caso los mecanismos de la seducción. Pero esa negociación, en algún momento se trancó cuando la atmósfera de los sentimientos y re-sentimientos producto de la lucha alcanzaron su tope emocional. Ese entendimiento se trancó por las actitudes golpistas nunca abandonadas, por la falta de sensatez y extremismo de un sector de la oposición que necesariamente generaría una respuesta en el Gobierno quien, ante el asedio permanente, no podía menos que plantarse fuerte en su posición. En fin, se trataba de una cuestión bastante compleja sobre la cual ha reflexionado, entre otros, Enrique Dussel, quien desde el temprano 2007 ya advertía desde el Parque del Este que el proceso bolivariano estaba dando señas de eso que llaman “el problema de la izquierda en el poder”. Efectivamente, el MBR-200 no se había equivocado en su estrategia: se podía tomar el poder del Estado a través de los mecanismos electorales. La cosa era hacer una revolución desde un  monstruo burgués por excelencia como lo es la estructura estatal, audaz lance que demostraría sus posibilidades ―sería emulado en el resto de la región― pero también los límites de su factibilidad.

De tal manera, y volviendo con Schemel, en Venezuela ciertamente hubo un gobierno de las palabras. El país fue gobernado por las palabras, por la mística guerrera del caudillo carismático, por la presencia de la figura única e irrepetible; por el imaginario del último hombre a caballo. Pero simultáneamente, lo que ocurría era una distribución de la riqueza en el marco de una economía rentista buchona por los altos precios del petróleo, pero también en el marco de tenebrosas estrategias orientadas a sembrar la violencia paramilitar, y en un entorno donde la presencia de la corrupción aquí y allá se fue convirtiendo en el antagonista principal de quienes postulaban la moral revolucionaria del hombre nuevo. La necesidad de una nueva ética-política se hacía cada vez más evidente, y algunos autores planteaban la necesidad de una completa renovación ética y teórica de la izquierda; un debate por cierto, que nos conduce directamente a cuestionar profundamente la clásica distinción izquierda-derecha. El debate no saldado sobre el carácter de la lucha de la Revolución bolivariana, si era de clase contra clase, de izquierda contra derecha, o de la nación-clase frente al imperialismo, era solo una de la pruebas de la necesidad de profundizar en unos temas que las diversas coyunturas siempre impedían.

En general, la corrupción en el contexto de un capitalismo rentista, el burocratismo exacerbado, y la evidente hegemonía del American Way of Life ―factor destacado por Emir Sader y que ha sido el centro de la crítica cultural de José “Pepe” Mujica―, eran y siguen siendo los temas centrales a considerar en el propósito de construir una sociedad pos-capitalista. Y para eso, en Venezuela tendríamos que conocer primero el capitalismo productivo, manteniendo siempre las políticas sociales.

Cuando Schemel declaró que Venezuela era como una mujer desorientada que necesita de un “hombre fuerte”, recordé a toda la gente con la que uno se ha cruzado en la vida, que en momentos de duda, molestia o desesperanza, antes y después del proceso bolivariano, recordaban nostálgicos al general Pérez Jiménez. Y apartando un poco el carácter sexista que pueda observase en la afirmación del analista, está claro que lo que quiso aludir fue la clásica tesis del positivismo que plantea la necesidad de instaurar el orden para garantizar el progreso, tarea que en una América Latina “atrasada” y devastada por las conflagraciones independentistas y las sucesivas guerras civiles, podía ―tenía que― ser llevada a cabo por el gendarme necesario, el césar democrático o, déspota modernizador. Desde el inicio del siglo XX venezolano hasta el proceso liderado por Chávez, una realidad atávica y profunda de la psicología de los pueblos parece hablar por sí sola.

Considerando todo lo anterior, nos animamos a plantear que todo gobierno, y más aún en la híbrida y mágica Latinoamérica, el Gobierno de las palabras es una cualidad de los procesos emancipatorios catalizados por liderazgos telúricos capaces de conectarse poderosamente con las masas. Pero, como ha demostrado la historia, estos liderazgos no siempre duran; son como una tormenta cataclismica que comienza con rayos cayendo en días serenos y que anuncia el cambio de los tiempos, el inicio de nuevas eras. Y en Venezuela, desde la desaparición del Comandante Chávez, el reto ha sido mantener vivo su legado en un contexto adverso como no se había tenido, y donde el Gobierno de las palabras debe conservar solo lo necesario para poder consolidarse así como un Gobierno de las acciones concretas. La Gran Misión Vivienda, como una de las más importantes políticas del Gobierno, constituye un ejemplo claro de esto. Pero más aún, debe constituirlo el Gobierno de los procesos materiales, de la economía real, de la justicia, de la forma en que se produce y reproduce la vida de la nación. Continúa...

Amaury González V.

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sábado, 14 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento perplejo (III)

Fin_del_ciclo_progresista_cambio_de_epoca_pensamiento_perplejo
Continuando con el compendio de reflexiones que han contestado a quienes hablan del FCP, citemos ahora la reflexión del filósofo Manuel Azuaje Reverón, quien ha destacado oportunamente que la relación conflictiva de esta izquierda fatalista con los gobiernos progresistas, radica en la particular visión que tienen sobre la política, cuyo discurso nace de la lógica de los movimientos sociales y su relación con el poder del Estado. Un ejemplo de esta visión es Raúl Zibechi, quien desde el autonomismo de los movimientos y como crítico del llamado extractivismo, ha mantenido siempre una distancia crítica respecto a los gobiernos de la primavera política. Sobre la postura de este teórico, Azuaje destaca su afirmación determinante según la cual el ciclo progresista no representó un avance aunque, extrañamente, no se compromete con la opinión de que haya sido un retroceso.

Sobre este punto, estamos en presencia de algunas de las “contradicciones creativas de la revolución” planteadas por García Linera en uno de sus libros, entre la necesidad del desarrollo y la modernización por medio del aprovechamiento de los recursos naturales y una “transformación sensata” de la naturaleza, y las implicaciones ecológicas que tal política conlleva. Durante su intervención en el marco de la clausura de uno de los Foros Internacionales de Filosofía de Venezuela, el vicepresidente de Bolivia sugirió la solución: cabalgar las contradicciones.

¿Fundamentalismo de los movimientos sociales? ¿Una lógica impertinente para el nuevo paradigma emancipatorio? ¿Un planteamiento necesario aunque situado en otro tiempo y espacio? Son preguntas para el debate.

Azuaje también alude una cuestión de vital importancia: los heraldos del FCP no consideran en sus análisis los ataques y asedios continuados que han sufrido los gobiernos progresistas de la región por parte de las oligarquías regionales coaligadas y, como siempre, de los factores neocoloniales-imperiales. Así, las críticas y diagnósticos negativos de los Zibechi de la región, se basan casi exclusivamente en las condiciones internas de esos gobiernos. Azuaje esboza claramente las líneas principales que emergen desde los movimientos y organizaciones de base:

“Todo indica que si en algún caso, se han llevado a cabo políticas que no respondan a las exigencias de los movimientos sociales, o la amplia mayoría de esas naciones, se debe a que esos proyectos se encuentran agotados, han encontrado un límite infranqueable en su camino o han traicionado sus principios. Así, el fin del ciclo progresista se debería a la imposibilidad o incapacidad de esos gobiernos para realizar cambios reales. Porque sólo se han encargado de administrar el capitalismo, manejar el Estado y explotar los recursos naturales. La limitación está en la constitución intrínseca de esos proyectos.”

Sobre este particular, ensayemos la siguiente hipótesis: la visión democrática radical y por lo general local ―a lo sumo regional―, y un autonomismo muchas veces considerado “anárquico” desde los gobiernos, impiden a la dirigencia de las organizaciones populares detenerse a considerar los contextos geopolíticos que muchas veces explican la necesidad de centralización a ultranza del proceso de toma de decisiones, por elementales razones de “soberanía de Estado”, o la toma de decisiones que aparentemente entroncan con los intereses de las organizaciones y movimientos de base, y que fácilmente son calificados como verticales y antidemocráticos. Continua...

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viernes, 13 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento crítico (II)

Fin_del_ciclo_progresista_cambio_de_epoca_pensamiento_critico
¿Fin del ciclo progresista?

Entrando en nuestro tema concreto, tenemos entonces a un grupo de intelectuales de izquierda que están diciendo que el período progresista se encuentra en sus últimos estertores, y a una derecha que está aprovechando la atmósfera discursiva resultante para fortalecer sus pretensiones restauradoras en la región. No obstante, estos teóricos radicales han recibido la oportuna respuesta de un conjunto de pensadores ubicados en otro sector de la izquierda, más en sintonía con lo que se podría denominar el nuevo paradigma de emancipación social desde el Estado.

Uno de ellos fue Emir Sader, quien ha identificado a quienes hablan del supuesto FCP como la misma ultra-izquierda que siempre mantuvo una posición de distancia crítica ― y a veces hasta de ataque directo― frente a los gobiernos de Chávez, Lula, los Kirchner, el Frente Amplio de Uruguay, Evo Morales y Rafael Correa. Así, esa izquierda que siempre calificó a estos gobiernos de “colaboracionistas”, “reformistas” o “más de lo mismo”, ahora “descubre afligida” el fin del ciclo progresista. Agrega Sader, que lo que llegó a su fin fue el ciclo neoliberal en el contexto de las dificultades generadas por la crisis global del capitalismo, el extractivismo y la desindustrialización. Además, plantea que lo que estaría finalizando es la primera etapa del ciclo pos-neoliberal.

En este complejo contexto, habría dos alternativas posibles: el regreso al neoliberalismo o avanzar hacia una sociedad pos-capitalista. Asimismo, Sader señaló algunos problemas que los gobiernos progresistas no han sabido superar, como el poder de los monopolios mediáticos, el rol del dinero en las campañas electorales y la creación de una alternativa al estilo de vida y de consumo estadounidense. 

Por su parte, Aaron Aaronian calificó de “diagnosticadores de la capitulación” a los heraldos del FCP y plantea que desde algunos sectores de la izquierda y la derecha pretenden imponer esta idea en el imaginario colectivo aprovechando el contexto complejo que atravesamos. Para Aaronian, la derecha tomó nuevos bríos y logró articular un discurso orientado a deslegitimar la llamada “década ganada” para las mayorías populares, y la izquierda con su discurso sobre el FCP estaría complementando y fortaleciendo el discurso restaurador de la derecha.

Desde la perspectiva de Alfredo Serrano Mancilla, autor de un libro sobre el pensamiento económico de Chávez, estamos en presencia del intento desesperado de algunos sectores de terminar con el proceso que comenzó en la región con la llegada del siglo XXI.

Dice Mancilla, que estos actores han empeñado su voluntad en ir reduciendo paulatinamente el universo de las esperanzas e ilusiones fraguadas en medio del cambio de época. La estrategia imperial evita discutir hacia atrás, precisamente porque es incuestionable el resultado objetivo y subjetivo a favor de las mayorías, y más bien lo que están tratando es de acabar con la idea de que todavía queda mucho por lograr y mejorar. Para este autor, alrededor de este propósito reside hoy en día el verdadero tira y afloja de la geopolítica latinoamericana. Sobre este último punto, volveremos más adelante.

Hasta aquí, no hemos leído aún un planteamiento crítico serio y elaborado sobre los errores que las fuerzas progresistas han cometido y que podrían también estar dándole aliento al espíritu de la restauración conservadora. Y si bien esto se explica por la generalidad que el debate ha tenido hasta ahora y porque el “progresismo” de que hablamos adopta formas diferentes en cada país, desde ya intuimos que este es uno de los factores por los que Sader ha hablado recientemente de “crisis del pensamiento crítico latinoamericano”. Sin embargo, hay algunas luces. Por ejemplo, lo que dice Ángel Guerra Cabrera en el cierre de su artículo, citado al principio: “Se hace necesario esclarecer con más precisión el significado, el alcance y la manera de encarar los flujos y los reflujos en los procesos sociales”.

Aquí radica, desde nuestro parecer, una de las claves para que este “reflujo” no se convierta en una restauración. Así, todo esclarecimiento del contexto, para su comprensión debe pasar por una sincera y elaborada autocrítica que vaya más allá del optimismo panglossiano, el derrotismo posmoderno o el silencio acomodaticio. Continúa... 

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