El principio de todo cambio está ligado a consecuencias, ya sea para bien o para mal. Depende la forma como lo veas. La vida nos enseña, que son necesarios en determinados momentos, por tanto no hay temerles. Tanto nuestro país como el resto de Latinoamérica, no han sido ajenos a esos vientos de cambio. Eso nadie lo puede poner en duda. Países, que hasta la década de los 90, eran dominio o cheque en blanco de la mano imperial. Afortunadamente, esa historia quedó atrás, este nuevo renacer tiene nombre y apellido: Hugo Chávez. El comandante Chávez, en su afán de recuperar a su país, a lo mejor nunca pensó que esa proeza, iba ser emulada por tantos líderes.
Esto no quiere decir, que nos hemos librado del águila; que de paso sigue como fiera salvaje surcando nuestros cielos, buscando debilidades, para atacar. Esta vez le tocó a Argentina, la misma que sufrió dictaduras impuestas por el norte, la misma que se atrevió a darle una bofetada al neoliberalismo. Ahora, sucumbida a un cambio con consecuencias fatales. Pareciera que no bastó: años de inclusión, progreso, estabilidad social. Para que un domingo oscuro lo borrara todo.
No basta solidarizarnos con este noble pueblo, sino prender las alarmas ante lo que pudiera pasar el próximo 6D en nuestro país. Es verdad, Venezuela no es Argentina. Pero, tenemos en común, a los muchos Mauricios, que pululan aquí. Con la única fijación de llevarnos con su cambio, al camino del atraso. Sus parecidos son elocuente: predican un cambio, revertir los progresos de integración latinoamericana, darle la bienvenida al F.M.I., liberar a Leopoldo y su combo. Cualquier parecido con la realidad venezolana, es pura coincidencia.
En consecuencia, Venezuela, en estos momentos no necesita a los izquierdosos de la ultra izquierda, que sólo juegan a la división, (como pasó en Argentina). De algún modo, para que esto no pase, nuestro primer requisito para votar, es tener memoria.
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