sábado, 14 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento perplejo (III)

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Continuando con el compendio de reflexiones que han contestado a quienes hablan del FCP, citemos ahora la reflexión del filósofo Manuel Azuaje Reverón, quien ha destacado oportunamente que la relación conflictiva de esta izquierda fatalista con los gobiernos progresistas, radica en la particular visión que tienen sobre la política, cuyo discurso nace de la lógica de los movimientos sociales y su relación con el poder del Estado. Un ejemplo de esta visión es Raúl Zibechi, quien desde el autonomismo de los movimientos y como crítico del llamado extractivismo, ha mantenido siempre una distancia crítica respecto a los gobiernos de la primavera política. Sobre la postura de este teórico, Azuaje destaca su afirmación determinante según la cual el ciclo progresista no representó un avance aunque, extrañamente, no se compromete con la opinión de que haya sido un retroceso.

Sobre este punto, estamos en presencia de algunas de las “contradicciones creativas de la revolución” planteadas por García Linera en uno de sus libros, entre la necesidad del desarrollo y la modernización por medio del aprovechamiento de los recursos naturales y una “transformación sensata” de la naturaleza, y las implicaciones ecológicas que tal política conlleva. Durante su intervención en el marco de la clausura de uno de los Foros Internacionales de Filosofía de Venezuela, el vicepresidente de Bolivia sugirió la solución: cabalgar las contradicciones.

¿Fundamentalismo de los movimientos sociales? ¿Una lógica impertinente para el nuevo paradigma emancipatorio? ¿Un planteamiento necesario aunque situado en otro tiempo y espacio? Son preguntas para el debate.

Azuaje también alude una cuestión de vital importancia: los heraldos del FCP no consideran en sus análisis los ataques y asedios continuados que han sufrido los gobiernos progresistas de la región por parte de las oligarquías regionales coaligadas y, como siempre, de los factores neocoloniales-imperiales. Así, las críticas y diagnósticos negativos de los Zibechi de la región, se basan casi exclusivamente en las condiciones internas de esos gobiernos. Azuaje esboza claramente las líneas principales que emergen desde los movimientos y organizaciones de base:

“Todo indica que si en algún caso, se han llevado a cabo políticas que no respondan a las exigencias de los movimientos sociales, o la amplia mayoría de esas naciones, se debe a que esos proyectos se encuentran agotados, han encontrado un límite infranqueable en su camino o han traicionado sus principios. Así, el fin del ciclo progresista se debería a la imposibilidad o incapacidad de esos gobiernos para realizar cambios reales. Porque sólo se han encargado de administrar el capitalismo, manejar el Estado y explotar los recursos naturales. La limitación está en la constitución intrínseca de esos proyectos.”

Sobre este particular, ensayemos la siguiente hipótesis: la visión democrática radical y por lo general local ―a lo sumo regional―, y un autonomismo muchas veces considerado “anárquico” desde los gobiernos, impiden a la dirigencia de las organizaciones populares detenerse a considerar los contextos geopolíticos que muchas veces explican la necesidad de centralización a ultranza del proceso de toma de decisiones, por elementales razones de “soberanía de Estado”, o la toma de decisiones que aparentemente entroncan con los intereses de las organizaciones y movimientos de base, y que fácilmente son calificados como verticales y antidemocráticos. Continua...

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