sábado, 28 de noviembre de 2015

Fin de ciclo, un cambio de época que pide nuevas ideas: reflexiones temporales

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Al momento de escribir estas líneas, América Latina asimila la victoria de Mauricio Macri en las presidenciales de Argentina, un hecho que ya vislumbraba el politólogo Atilio Borón, cuando discurrió sobre el tema en el contexto de los cerrados resultados de la primera vuelta electoral, y después de constatar la histórica derrota del peronismo en la provincia de Buenos Aires. 

En la entrega anterior, analizamos algunas de las aseveraciones que sobre los procesos progresistas en América Latina hizo Noam Chomsky en entrevista de finales de octubre, en un balance donde planteó los aspectos positivos y negativos que según su visión se ofrecen claros al análisis. Sobre Venezuela, dijo que el “modelo de Chávez ha sido destructivo”, y agregó más adelante que un ejemplo a seguir sería el de Corea del Sur, el cual se planteó un modelo de “desarrollo constructivo desde lo interno” regido por un “Estado poderoso”. Sin embargo, su corazón ácrata lo lleva a plantear para Latinoamérica un eventual Gobierno de los movimientos populares, luego de haber sentenciado que los Gobiernos de izquierda de habían desacreditado a sí mismos por la desbordante corrupción.

Sobre el caso venezolano, Chomsky parece señalar el hecho de que Venezuela no haya podido, hasta ahora, desarrollar un sólido mercado interno (desarrollo constructivo desde lo interno), lo cual implica un grado de producción nacional, de industrialización, de sustitución de importaciones. Esto nos lleva directo al tema del eterno lastre de una economía rentista que ha permeado históricamente el Estado, la sociedad y la cultura en el país, e incluso hasta la manera misma de concebir y vivir los procesos de emancipación social, siempre más factibles en medio de la abundancia artificial generada por los altos precios del petróleo. El tema ha sido abordado por diversos analistas, algunos de los cuales se preguntaron en su momento si era posible en Venezuela un “socialismo rentista”. A pesar de que el debate sigue abierto, el actual conflicto con la economía indica que algo así no sería posible, salvo mientras los altos precios del hidrocarburo mantengan el suministro al sombrero del mago (ver El Estado Mágico, de Fernando Coronil).

Si bien la caída de los precios de las materias primas condiciona en cierta medida el debate sobre el supuesto fin de ciclo progresista, no se puede ocultar que mucha de la perplejidad o desencanto que puede estar experimentando algún sector de la izquierda, tanto dentro como fuera de Venezuela, tiene que ver con un nuevo paradigma de emancipación social que mucho o poco tiene que ver con las tradicionales teorías eurocéntricas de la revolución. Décadas de condicionamientos producto de las permanentes estrategias hegemónicas del sistema, pueden ser ignoradas temporalmente en el contexto de la presencia del gran líder carismático ―capaz incluso, como decía Marcuse, de derrotar a las corporaciones mediáticas―, pero una vez desaparecido físicamente de la escena, las “estructuras de larga duración” resurgen para recordarnos que, después de todo, se vieron golpeadas y amenazadas seriamente, pero al verse mantenidas desde los sustratos mediáticos y culturales, regresan vivas y hasta con nuevos bríos. Por eso, hoy no puede haber revolución desde las instituciones, revolución propiamente dicha, sin batalla real de ideas ni transformación cultural.

La problemática y el debate en el campo de la comunicación, desde nuestro punto de vista ejemplifican elocuentemente los contornos del nuevo paradigma emancipatorio de principios del siglo XXI. Una reflexión inicial, bastante clara desde los primeros años del proceso bolivariano, señalaba que una transformación política no sería posible sin una transformación del campo mediático, de los medios de comunicación. Bien. Añadamos, que desde 2002 había quedado claro que los medios habían asumido un rol directamente político y que eran los caballos de batalla de la contra-revolución, en un fenómeno que los develó como lo que siempre habían sido: controladores sociales del sistema, instancias hegemónicas de la sociedad que siempre habíamos tenido. Con todo, no se los podía tomar y cerrar en nombre de la Revolución precisamente por el carácter pacífico y democrático de ésta. Recordemos lo que pasó con Rctv y el escándalo que generó lo que era desde el principio una acción legítima del Estado inherente al ejercicio de sus funciones. En otro debate realizado meses antes de la salida legal del aire de ese canal, Buen Abad planteó una situación hipotética: imaginemos que se dieron las condiciones y se logró revocar la concesión a Globovisión, Televen, Venevisión y Rctv, ¿Tenemos una parrilla de programación preparada para sustituir la de estos cuatro canales? ¿Una programación enmarcada en los valores socialistas que queremos transmitir? La respuesta era evidente y, como era de esperarse, cuando nació el nuevo canal, durante los primeros meses la política que se reflejó en pantalla fue la de Eudomar Santos (como vaya viniendo, vamos viendo).

Tenemos entonces, que dicha problemática quedó evidenciada con el nacimiento de Tves, cuya programación inicial no fue considerada nada revolucionaria por parte importante de quienes le hacíamos seguimiento al tema, y hasta por muchos de los que formaron parte del grupo inicial de trabajadores del flamante canal. Por otra parte, un ejemplo de “televisora revolucionaria”, bastante alabada por Buen Abad en esos tiempos, era Vive Tv, cuya concepción de producción de contenidos inspirada en un marxismo inteligente había generado, efectivamente, una televisión diferente. ¿Cuál era el problema, de considerarlo problema?: que nadie veía el llamado “canal del poder popular”, un espacio que parecía, o adelantado a su tiempo o excesivamente contrastante con la televisión a la que la gente ―incluyendo por supuesto, a los revolucionarios― estaba acostumbrada. Esta última palabra, por cierto, señala el lugar de la hegemonía. Cifras de mediados de 2006, por ejemplo, reflejaban que el Canal de la Asamblea tenía más “raiting” que Vive Tv. ¿Cuál fue el aprendizaje? Puedes tener la web, canal, radio o periódico con los mejores contenidos, con los más revolucionarios o los más distintos a los históricamente producidos y difundidos en el marco de la sociedad que queremos superar; pero si nadie ve tu web, canal, radio o periódico, tan sencillo como que no existes para esa sociedad, con todo y la necesidad de existencia de esos proyectos, cultural y estratégicamente. Entonces, los contenidos son importantes, pero más aún que estos lleguen ―que sepan llegar― al público, a las masas.

El concepto de contra-hegemonía fue cobrando importancia desde esos días. Que si Gramsci y el bloque histórico. Sin embargo, al constatar que era un concepto que nos ubicaba, muchas veces con razón, en una posición defensiva ―y se supone que éramos nosotros los que estábamos en el poder―, se planteó la política de construcción de “hegemonía popular”, y empezamos a comprender que las condiciones del proceso obligaban a definir y ejecutar una política de la seducción, de convencimiento, de ofensiva creativa. La responsabilidad mayor de dirigir una política comunicacional, educativa y cultural en un contexto revolucionario que estaba sirviendo de ejemplo a otros países hermanos de la región, implicaba la colosal tarea de construir hegemonía. Pero, en algún momento, talvez inevitablemente, fuimos entrampados en una guerra mediática que nos condicionó y nos atrapó, cual perros de Pavlov, en la política del “desmonte de matrices mediáticas”. Y si bien sería bastante torpe afirmar que desmentir y desmontar no era una política necesaria en un contexto de constantes y descaradas manipulaciones, también hay que decir que tal contexto nos entrampó en actitudes defensivas que impidieron siempre tomar iniciativas hegemónicas, la articulación de una gran ofensiva cultural orientada a la construcción de un nuevo bloque histórico.

Y sobre este tema, un día encontramos una reflexión planteada por el Observatorio de Medios de Argentina, que encaja perfectamente con lo que venimos planteando. Partiendo de la base de que existe una tendencia dominante en las producciones periodísticas, estos analistas afirman que:

“Las producciones periodísticas son parciales (Reflejan tomas de partido a favor o en contra de determinados intereses de clase o grupos) y tienen como objetivo final la creación de sentidos comunes hegemónicos.

La mayor o menor eficacia de esas operaciones dependerá del éxito con que las parcialidades sean presentadas y aceptadas como parcialidades universales y para ello todo sistema de producción periodística apela al “mito de la objetividad”, en el sentido de presentar a la misma asociada con una parcialidad especifica”.

Evidentemente, siguiendo el análisis podemos colegir que, no solo estamos en medio de una gran batalla por la hegemonía, sino que dentro de ésta pareciera no haber posibilidad de descartar la adopción del “mito de la objetividad” de cara a la construcción de una nueva Hegemonía. De tal manera, en el propósito de construir un nuevo bloque histórico, resulta clave no solo la adopción del mito de la objetividad, sino también la incorporación de una serie de estrategias y formas estéticas y lenguajes comunicacionales, muchas veces asociados a las de la comunicación hegemónica alienante y corporativa. Así, esta es la realidad que explica la actual concepción televisiva de Tves, y las creativas líneas editoriales de algunos medios webs, escenario de luchas simbólicas y políticas por la dirección intelectual y moral de la sociedad.

En función de lo anterior, al trasladar esta realidad mediática (campo eminentemente político) a la política propiamente dicha (subsumida dentro de la mediática), la conclusión es evidente: se trata de sumar y sumar, de convencer y convencer, de concebir a la revolución como un proceso de afirmación y modernización cultural y ciudadana, como una vasta estrategia de seducción que debe recurrir a todo el arsenal comunicativo que ofrecen las tecnologías de la información y comunicación, y lograr toda la eficacia política que esté a su alcance. Vivimos una época donde los cambios ya no se hacen tomando por asalto los palacios de invierno. Los palacios hay que ocuparlos, sin discusión, pero lo que está claro es que eso, por sí solo, no basta ni nunca bastó.

Desde nuestro punto de vista, aquí radica uno de los temas centrales a considerar para una nueva política para el siglo XXI, para la nueva era de consciencia expandida que despunta. La necesidad de renovación ética y política de la izquierda que ha sido planteada por, entre otros, Enrique Dussel, nos parece que va por ahí, en una sociedad donde los cambios tecnológicos de los últimos 30 años han generado consecuencias que deben estudiarse en profundidad, particularmente porque han afectado las condiciones de manifestación de la voluntad de vida, la construcción de los consensos y la factibilidad de las decisiones. El debate sigue abierto.

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jueves, 26 de noviembre de 2015

Susana Martínez: Argentina: un cambio prematuro

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El principio de todo cambio está ligado a consecuencias, ya  sea para bien o para mal. Depende la forma como lo veas. La vida nos enseña, que son necesarios en determinados momentos, por tanto no hay temerles.  Tanto nuestro país como el resto de Latinoamérica,  no han sido ajenos a esos vientos de cambio. Eso nadie lo puede poner  en duda. Países, que  hasta la década de los 90, eran dominio o cheque en blanco de la mano imperial.  Afortunadamente, esa historia quedó atrás,  este nuevo renacer  tiene nombre y apellido: Hugo Chávez. El comandante Chávez, en su afán de recuperar a su país, a lo mejor nunca pensó que esa proeza, iba ser emulada por tantos líderes.

Esto no quiere decir, que nos hemos librado del águila; que de paso sigue como fiera salvaje surcando nuestros  cielos,  buscando debilidades, para atacar.  Esta vez le tocó a Argentina, la misma que sufrió dictaduras impuestas por el  norte, la misma que se atrevió a darle  una bofetada al neoliberalismo. Ahora, sucumbida a un cambio con consecuencias fatales. Pareciera que no bastó: años de inclusión,  progreso, estabilidad social. Para que un domingo oscuro lo borrara todo.

No basta  solidarizarnos con este noble pueblo, sino prender las alarmas ante lo que pudiera pasar el próximo 6D en nuestro país. Es verdad, Venezuela no es Argentina.  Pero, tenemos en común, a los muchos Mauricios, que pululan aquí.     Con la única fijación de  llevarnos con su cambio, al camino del atraso.   Sus parecidos son elocuente: predican un cambio, revertir los progresos de integración  latinoamericana, darle la bienvenida al F.M.I., liberar a Leopoldo y su combo. Cualquier parecido con la realidad venezolana, es pura coincidencia.

En consecuencia, Venezuela,  en estos momentos no necesita a los izquierdosos de la ultra izquierda, que sólo juegan a la división, (como pasó en Argentina). De algún modo, para que esto no pase, nuestro primer requisito para votar, es tener memoria.

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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Fin de ciclo y la reciente opinión de Noam Chomsky sobre América Latina

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En este contexto de balances sobre lo que ha pasado en la región en lo que va de siglo, y como si no fuera suficiente con todos los factores que hemos mencionado a lo largo de este ensayo que sugieren para algunos pensadores el “fin del ciclo progresista”, el connotado intelectual estadounidense Noam Chomsky también añadió lo suyo en entrevista publicada el pasado 27 de octubre en el portal perfil.com.

En la conversación con Jorge Fontevecchia, el pensador cuyo libro Hegemonía o Supervivencia Chávez promovería desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, disparando significativamente sus ventas en el portal Amazon, el anarquista Chomsky dice que la historia reciente de América Latina ha sido mixta. Por un lado, en materia de integración regional y emancipación del imperialismo, los logros han sido notables; pero de otro lado, el intelectual plantea que tales procesos fueron financiados por las ganancias de la exportación de materias primas a una China que demandó estas como nunca en su historia, y añadió que la corrupción fue el principal problema en estos países. De hecho, esta cita del autor encabeza la entrevista: “La corrupción fue tan grande en Sudamérica que se desacreditaron a sí mismos.

Después de decir que el PT de Brasil empezó muy bien, con “buenos programas” y un “liderazgo impresionante”, afirmó que "... algo similar sucedió en Venezuela, donde hubo propuestas significativas, esfuerzos, iniciativas, pero en un sistema que estaba un poco desbalanceado desde el principio no se puede. Hubo varios cambios instituidos desde arriba, bastante poco relacionados con la iniciativa popular, con algo de participación, pero no: venían desde arriba principalmente”. Chomsky es un maestro de la palabra, y por eso nos preguntamos qué quiso decir exactamente cuando afirma que el sistema estaba “desbalanceado” desde el principio. Respecto a los “cambios desde arriba”, es evidente la presencia del espíritu ácrata en su crítica, aunque resulta algo impertinente considerando que siempre supo que la marca de los nuevos procesos emancipatorios era el cambio impulsado desde el Estado.

Seguidamente añade: “Es poco probable que eso funcione. Hubo muchos fracasos en el camino después, pero en este momento, de nuevo, la tremenda corrupción y la incompetencia del país nunca lograron liberarse de la dependencia casi total de una exportación única, el petróleo”. La alusión a nuestra economía rentista es clara, pero más aún a lo que podría considerarse una de sus consecuencias culturales: una suerte de incompetencia histórica para la diversificación económica, que no es tanto producto de la incapacidad como de la parálisis aceitosa del emprendimiento que ha producido históricamente la abundancia de petrodólares.

Más adelante, encontramos una afirmación que podría considerarse desafortunada, en tanto que proviene de alguien que se supone ha sido un aliado de los gobiernos progresistas: “En América Latina, creo que el modelo de Chávez ha sido destructivo. América del Sur necesita movimientos populares masivos que tomen la iniciativa para llevar a cabo un extenso cambio social”. Además, no deja de hacernos ruido el hecho de que haya usado la palabra “destructivo”, toda vez que su ejemplo fue lo que permitió los logros que él mismo reconoce al principio, y que es un académico prestigioso y “de izquierda” que habla desde el país más destructivo de la historia. Ahora, como más arriba, cabe preguntarse lo que el lingüista Chomsky quiso decir con “destructivo”. Las que sí han demostrado toda su destructividad son las oligarquías que se han opuesto desde el principio a las primaveras latinoamericanas, con golpes de Estado estilizados, promoción del odio en los medios, sabotajes, guerras “sharp” y un ejercicio de la anti-política que aún está por estudiarse en toda su destructividad.

Seguidamente, Chomsky vuelve con una propuesta que sintoniza con la visión ―base de las críticas― del sector de la izquierda latinoamericana que ha estado hablando del supuesto fin del ciclo progresista: “La historia no da respuestas a lo que es el modelo adecuado de desarrollo, pero un logro real, duradero, tendrá que basarse en movimientos populares organizados que tomen la responsabilidad del control total de la política, la información y la implementación”. Pareciera que el autor de Estados fallidos, se maneja con un discurso pendular que, dependiendo de la región del mundo y la atmósfera intelectual internacional, cuando discurre sobre modelos de desarrollo oscila entre los procesos modernizadores realizados desde arriba por estados poderosos, y procesos liderados por movimientos populares que desde abajo han logrado tomar el poder del Estado, o que han logrado “hacer la revolución sin tomar el poder”.

Tal sutileza, la constatamos en la siguiente reflexión de Chomsky, en la cual contrapone el modelo de desarrollo surcoreano con los recientes procesos latinoamericanos: “El problema en América del Sur es la falta de programas internos de desarrollo constructivo, como se hizo en Corea del Sur y Taiwán. Países pobres, pero con Estados poderosos. Por desgracia, durante mucho tiempo con dictaduras, pero que se convirtieron en mucho más democráticas, y con un programa de desarrollo que fue diseñado para el desarrollo de las posibilidades internas, para el desarrollo social y económico.”

 ¿Dónde queda aquí el gobierno de los movimientos populares organizados? El mensaje del pensador parece ser: si van a hacer revoluciones populares, estas deben ser dirigidas por los movimientos populares, los cuales deben tomar el control de la política y los procesos económicos e informativos; el otro camino es el que siguió Corea del Sur: un modelo de “desarrollo constructivo” desde lo interno y conducido por “estados poderosos”, es decir, desde arriba. Sin discusión, ambos implican grandes desafíos, y la tendencia en Venezuela, al revisar los objetivos del plan de la Patria y los limites fácticos de un eventual “gobierno de los movimientos populares”, es hacia el modelo del “Desarrollo constructivo conducido desde el Estado poderoso.” Continua…

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lunes, 16 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento crítico (IV)

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¿Qué es lo que ha ocurrido realmente en América Latina con los gobiernos progresistas?

Efectivamente, para un análisis más pormenorizado y preciso habría que considerar el caso concreto de cada uno de los procesos progresistas de la región, además de poner en remojo esto del “progresismo”, clásico término del moderno positivismo que expresa el clásico optimismo decimonónico en la ciencia y la técnica. Hoy, dicha palabra es usada por variopintos personajes de todo el espectro político, por lo que puede significar casi cualquier cosa, como lo ha apuntado Sergio Rodríguez en reciente artículo. Sin embargo, para los efectos del análisis no es pecado agrupar a los gobiernos de Correa, Morales, Frente Amplio, Ortega, los Kirchner y Chávez bajo el disputado término de “progresistas”.

En el caso de Venezuela, no es secreto para nadie que desde la desaparición física de Hugo Chávez, el bloque sociopolítico que se agrupa en el chavismo ha tenido que enfrentar su etapa más difícil y compleja, dada la dependencia que el proceso bolivariano tuvo siempre de la figura del líder carismático. Asumiendo una tarea titánica, Nicolás Maduro tuvo que lanzarse a una campaña electoral relámpago en medio del emotivo adiós a Chávez y, hasta hoy, enfrentar una guerra directa no declarada ―si es que puede existir tal cosa― desde distintos flancos. Y como si fuera poco, los precios del petróleo bajaron sustancialmente debido a factores que ya se han comentado, viéndose sensiblemente afectada la economía del país. Sumemos a este contexto nada fácil, las denuncias de corrupción y duras críticas a un sector del funcionariado chavista que empezaron a fluir desde algunos sectores del propio chavismo y sectores de izquierda.

Este explosivo cóctel, en medio de una situación económica que ha generado descontento en la población, ha generado confusión y perplejidad tanto en sectores de esta como en algunos grupos, movimientos, organizaciones e individualidades, sobre cuál será el futuro de la Revolución bolivariana. Y es en el marco de estas discusiones, debates que se han desarrollado en el seno de la comunicación alternativa y entre los intelectuales, donde he constatado reiteradamente esta perplejidad. Desde las individualidades y sectores que aún no han asimilado el restablecimiento de las relaciones Cuba-Estados Unidos, hasta aquellos que en nombre de una condición revolucionaria han defendido su derecho a no adecuarse a las nuevas leyes y directivas del Estado en nombre del anti capitalismo.

Durante estos últimos años, período en el que las encuestadoras han tenido un indiscutible protagonismo, se ha hecho alusión a la trascendencia del cambio de la cultura política del venezolano y se han esbozado algunas líneas de lo que significó el chavismo, lo que actualmente significa, además de algunos estudios que han arrojado información más que interesante sobre algunos rasgos sociológicos de los venezolanos. Citemos por ahora solo dos reflexiones que ha hecho Oscar Schemel, de Hinterlaces, para los efectos de lo que queremos destacar aquí: 1) “Durante los últimos 15 años a Venezuela la gobernaron las palabras”, y 2) "Venezuela es como una mujer desorientada que necesita un hombre fuerte, duro, consistente”. Sí, esta última afirmación no fue muy afortunada desde la perspectiva de la igualdad de género. Ahora, pasaré a relatarles una anécdota de hace unos años y volveremos de inmediato con Schemel.

Año 2006. Después de otra sesión de formación política en el Centro Internacional Miranda, abordo el ascensor con una amiga de la universidad, por cierto una mujer llamativa no solo porque ser una atractiva y exuberante rubia de clase media-alta, sino porque su historia era la de alguien que había marchado con la oposición el 11 de abril de 2002 y a los pocos meses, al constatar que había sido engañada y colocada como carne de cañón en medio de un golpe mediático, y luego de discutir con sus familiares decidió inscribirse en la Universidad Bolivariana de Venezuela y darle su apoyo al proceso. En el ascensor iba un compañero de la embajada cubana, quien ese día había asistido al foro y en medio de la socialización se había entusiasmado con mi seductora amiga. Helena y yo hablábamos sobre el proceso, la universidad, el capitalismo, la necesidad de la formación, y el cubano escuchaba atento y emitía sus opiniones, entrábamos en confianza.

Palabras más, palabras menos, el compañero destacó ―con intención pedagógica― que la Revolución bolivariana era muy diferente a la cubana. En Cuba, llegó una revolución armada, entró a la casa del Estado, la derribó y erigió una casa nueva de acuerdo a las nuevas reglas. En Venezuela, la revolución llegó por vía electoral, sin disparar un tiro, de manera pacífica, y empezó su trabajo desde una casa que nunca derribó. Más aún, muchos de los que habitaban la casa nunca salieron, y hasta se le fueron construyendo anexos aquí y allá. Por eso aquí el proceso es inédito y mucho más difícil, decía. Era evidente, estaba claro, me dije. Las revoluciones de hoy son pacificas, es el espíritu de los nuevos tiempos. Por eso Fidel habló de la batalla de las ideas, reflexioné. Sin embargo, la realidad discursiva de la lucha política y la guerra mediática desatada, generaron una realidad subjetiva que, sin exagerar, hizo pensar a muchos que estábamos en la Sierra Maestra. Y cuando Chávez habló de socialismo y más adelante se declara marxista, pues “se salieron todos los genios de todas las botellas”.

Esto no quiere decir que haya sido un hecho negativo. Lo que hizo Chávez fue recordarle a la humanidad su natural condición gregaria-comunal y la perversión social inherente a un sistema que rompe los lazos sociales, deshumanizándonos. La cuestión compleja fue la forma en que se asumieron esos debates, en una clásica manifestación del ego moderno que elevó sus estandartes desde sus visiones particulares.

Los debates se desataron. Muchos se preguntaban, si hablábamos de marxismo y lucha de clases, por qué la tolerancia con la burguesía, por qué no nacionalizar la banca y el comercio exterior. Sin embargo, y de acuerdo a la Constitución, había ―hay― un papel claramente establecido para la empresa privada en el proyecto bolivariano; incluso en la Propuesta de Reforma Constitucional, tan temida y satanizada, el modo de producción planteado era mixto. Con todo, habíamos tenido golpes, sabotajes, guarimbas y una guerra mediática que estaba enfermando a parte importante de la población. El recuento sería largo, y baste con enfatizar que el discurso encendido y confrontacional de Chávez, justificado frente a la presencia de una oligarquía que se oponía recalcitrantemente a la democratización de la sociedad, y la respuesta reaccionaria que recibía, nos envolvieron en una lucha política de cuyo proceso se obtuvo un legado importante tanto a lo interno como de cara al contexto regional y mundial. Y este fue tan brillante, formidable y extenso, que muy poco se habla de sus aspectos negativos, salvo en las charlas de café o a lo interno de la intimidad familiar.

El tema es, que cuando los barbudos tomaron el palacio de invierno, en las semanas,  meses y años inmediatos sucesivos los que se fueron se fueron y los que se quedaron, bien. La cosa estaba más clara, siempre estuvo más clara. El sentido de lo que significaba una revolución estaba más claro; era la época de la guerra fría.

Pero en Venezuela, el proceso revolucionario pacífico y en democracia ―y tal vez por esto mismo― dio pie y campo abierto para las conspiraciones permanentes, la impunidad y el abuso de algunas palabras que se vieron bastante afectadas en su significado al contraponerlas con la realidad concreta de la calle, más no a las realidades teóricas que se construían algunos en sus cabezas en imágenes de gran resolución y hasta en 3D. De tal manera, en Venezuela, la contrarrevolución nunca se fue como se había ido en Cuba, y en los momentos en que su debilidad llegaba al máximo, las contradicciones inherentes al carácter del proceso, la mediática, la corrupción, los inevitables errores, volvían siempre ha darle aliento. Y en cada elección, parlamentarias, regionales, presidenciales, al constatar la elocuencia de los numeritos, muchos se preguntaban, incluyendo al propio Fidel Castro, si había tantos oligarcas en Venezuela. Los factores subjetivos pedían a gritos ser tomados en cuenta, y al fin se introdujo el debate cultural sobre la necesidad de construir hegemonía, política ciertamente más cónsona con la época de las “revoluciones pacíficas”, donde convencer no solo complementa al vencer sino que se erige en la condición de posibilidad de este.

Tal realidad, obligaba a una negociación con los sectores adversos a la revolución, a perfeccionar en todo caso los mecanismos de la seducción. Pero esa negociación, en algún momento se trancó cuando la atmósfera de los sentimientos y re-sentimientos producto de la lucha alcanzaron su tope emocional. Ese entendimiento se trancó por las actitudes golpistas nunca abandonadas, por la falta de sensatez y extremismo de un sector de la oposición que necesariamente generaría una respuesta en el Gobierno quien, ante el asedio permanente, no podía menos que plantarse fuerte en su posición. En fin, se trataba de una cuestión bastante compleja sobre la cual ha reflexionado, entre otros, Enrique Dussel, quien desde el temprano 2007 ya advertía desde el Parque del Este que el proceso bolivariano estaba dando señas de eso que llaman “el problema de la izquierda en el poder”. Efectivamente, el MBR-200 no se había equivocado en su estrategia: se podía tomar el poder del Estado a través de los mecanismos electorales. La cosa era hacer una revolución desde un  monstruo burgués por excelencia como lo es la estructura estatal, audaz lance que demostraría sus posibilidades ―sería emulado en el resto de la región― pero también los límites de su factibilidad.

De tal manera, y volviendo con Schemel, en Venezuela ciertamente hubo un gobierno de las palabras. El país fue gobernado por las palabras, por la mística guerrera del caudillo carismático, por la presencia de la figura única e irrepetible; por el imaginario del último hombre a caballo. Pero simultáneamente, lo que ocurría era una distribución de la riqueza en el marco de una economía rentista buchona por los altos precios del petróleo, pero también en el marco de tenebrosas estrategias orientadas a sembrar la violencia paramilitar, y en un entorno donde la presencia de la corrupción aquí y allá se fue convirtiendo en el antagonista principal de quienes postulaban la moral revolucionaria del hombre nuevo. La necesidad de una nueva ética-política se hacía cada vez más evidente, y algunos autores planteaban la necesidad de una completa renovación ética y teórica de la izquierda; un debate por cierto, que nos conduce directamente a cuestionar profundamente la clásica distinción izquierda-derecha. El debate no saldado sobre el carácter de la lucha de la Revolución bolivariana, si era de clase contra clase, de izquierda contra derecha, o de la nación-clase frente al imperialismo, era solo una de la pruebas de la necesidad de profundizar en unos temas que las diversas coyunturas siempre impedían.

En general, la corrupción en el contexto de un capitalismo rentista, el burocratismo exacerbado, y la evidente hegemonía del American Way of Life ―factor destacado por Emir Sader y que ha sido el centro de la crítica cultural de José “Pepe” Mujica―, eran y siguen siendo los temas centrales a considerar en el propósito de construir una sociedad pos-capitalista. Y para eso, en Venezuela tendríamos que conocer primero el capitalismo productivo, manteniendo siempre las políticas sociales.

Cuando Schemel declaró que Venezuela era como una mujer desorientada que necesita de un “hombre fuerte”, recordé a toda la gente con la que uno se ha cruzado en la vida, que en momentos de duda, molestia o desesperanza, antes y después del proceso bolivariano, recordaban nostálgicos al general Pérez Jiménez. Y apartando un poco el carácter sexista que pueda observase en la afirmación del analista, está claro que lo que quiso aludir fue la clásica tesis del positivismo que plantea la necesidad de instaurar el orden para garantizar el progreso, tarea que en una América Latina “atrasada” y devastada por las conflagraciones independentistas y las sucesivas guerras civiles, podía ―tenía que― ser llevada a cabo por el gendarme necesario, el césar democrático o, déspota modernizador. Desde el inicio del siglo XX venezolano hasta el proceso liderado por Chávez, una realidad atávica y profunda de la psicología de los pueblos parece hablar por sí sola.

Considerando todo lo anterior, nos animamos a plantear que todo gobierno, y más aún en la híbrida y mágica Latinoamérica, el Gobierno de las palabras es una cualidad de los procesos emancipatorios catalizados por liderazgos telúricos capaces de conectarse poderosamente con las masas. Pero, como ha demostrado la historia, estos liderazgos no siempre duran; son como una tormenta cataclismica que comienza con rayos cayendo en días serenos y que anuncia el cambio de los tiempos, el inicio de nuevas eras. Y en Venezuela, desde la desaparición del Comandante Chávez, el reto ha sido mantener vivo su legado en un contexto adverso como no se había tenido, y donde el Gobierno de las palabras debe conservar solo lo necesario para poder consolidarse así como un Gobierno de las acciones concretas. La Gran Misión Vivienda, como una de las más importantes políticas del Gobierno, constituye un ejemplo claro de esto. Pero más aún, debe constituirlo el Gobierno de los procesos materiales, de la economía real, de la justicia, de la forma en que se produce y reproduce la vida de la nación. Continúa...

Amaury González V.

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sábado, 14 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento perplejo (III)

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Continuando con el compendio de reflexiones que han contestado a quienes hablan del FCP, citemos ahora la reflexión del filósofo Manuel Azuaje Reverón, quien ha destacado oportunamente que la relación conflictiva de esta izquierda fatalista con los gobiernos progresistas, radica en la particular visión que tienen sobre la política, cuyo discurso nace de la lógica de los movimientos sociales y su relación con el poder del Estado. Un ejemplo de esta visión es Raúl Zibechi, quien desde el autonomismo de los movimientos y como crítico del llamado extractivismo, ha mantenido siempre una distancia crítica respecto a los gobiernos de la primavera política. Sobre la postura de este teórico, Azuaje destaca su afirmación determinante según la cual el ciclo progresista no representó un avance aunque, extrañamente, no se compromete con la opinión de que haya sido un retroceso.

Sobre este punto, estamos en presencia de algunas de las “contradicciones creativas de la revolución” planteadas por García Linera en uno de sus libros, entre la necesidad del desarrollo y la modernización por medio del aprovechamiento de los recursos naturales y una “transformación sensata” de la naturaleza, y las implicaciones ecológicas que tal política conlleva. Durante su intervención en el marco de la clausura de uno de los Foros Internacionales de Filosofía de Venezuela, el vicepresidente de Bolivia sugirió la solución: cabalgar las contradicciones.

¿Fundamentalismo de los movimientos sociales? ¿Una lógica impertinente para el nuevo paradigma emancipatorio? ¿Un planteamiento necesario aunque situado en otro tiempo y espacio? Son preguntas para el debate.

Azuaje también alude una cuestión de vital importancia: los heraldos del FCP no consideran en sus análisis los ataques y asedios continuados que han sufrido los gobiernos progresistas de la región por parte de las oligarquías regionales coaligadas y, como siempre, de los factores neocoloniales-imperiales. Así, las críticas y diagnósticos negativos de los Zibechi de la región, se basan casi exclusivamente en las condiciones internas de esos gobiernos. Azuaje esboza claramente las líneas principales que emergen desde los movimientos y organizaciones de base:

“Todo indica que si en algún caso, se han llevado a cabo políticas que no respondan a las exigencias de los movimientos sociales, o la amplia mayoría de esas naciones, se debe a que esos proyectos se encuentran agotados, han encontrado un límite infranqueable en su camino o han traicionado sus principios. Así, el fin del ciclo progresista se debería a la imposibilidad o incapacidad de esos gobiernos para realizar cambios reales. Porque sólo se han encargado de administrar el capitalismo, manejar el Estado y explotar los recursos naturales. La limitación está en la constitución intrínseca de esos proyectos.”

Sobre este particular, ensayemos la siguiente hipótesis: la visión democrática radical y por lo general local ―a lo sumo regional―, y un autonomismo muchas veces considerado “anárquico” desde los gobiernos, impiden a la dirigencia de las organizaciones populares detenerse a considerar los contextos geopolíticos que muchas veces explican la necesidad de centralización a ultranza del proceso de toma de decisiones, por elementales razones de “soberanía de Estado”, o la toma de decisiones que aparentemente entroncan con los intereses de las organizaciones y movimientos de base, y que fácilmente son calificados como verticales y antidemocráticos. Continua...

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viernes, 13 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento crítico (II)

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¿Fin del ciclo progresista?

Entrando en nuestro tema concreto, tenemos entonces a un grupo de intelectuales de izquierda que están diciendo que el período progresista se encuentra en sus últimos estertores, y a una derecha que está aprovechando la atmósfera discursiva resultante para fortalecer sus pretensiones restauradoras en la región. No obstante, estos teóricos radicales han recibido la oportuna respuesta de un conjunto de pensadores ubicados en otro sector de la izquierda, más en sintonía con lo que se podría denominar el nuevo paradigma de emancipación social desde el Estado.

Uno de ellos fue Emir Sader, quien ha identificado a quienes hablan del supuesto FCP como la misma ultra-izquierda que siempre mantuvo una posición de distancia crítica ― y a veces hasta de ataque directo― frente a los gobiernos de Chávez, Lula, los Kirchner, el Frente Amplio de Uruguay, Evo Morales y Rafael Correa. Así, esa izquierda que siempre calificó a estos gobiernos de “colaboracionistas”, “reformistas” o “más de lo mismo”, ahora “descubre afligida” el fin del ciclo progresista. Agrega Sader, que lo que llegó a su fin fue el ciclo neoliberal en el contexto de las dificultades generadas por la crisis global del capitalismo, el extractivismo y la desindustrialización. Además, plantea que lo que estaría finalizando es la primera etapa del ciclo pos-neoliberal.

En este complejo contexto, habría dos alternativas posibles: el regreso al neoliberalismo o avanzar hacia una sociedad pos-capitalista. Asimismo, Sader señaló algunos problemas que los gobiernos progresistas no han sabido superar, como el poder de los monopolios mediáticos, el rol del dinero en las campañas electorales y la creación de una alternativa al estilo de vida y de consumo estadounidense. 

Por su parte, Aaron Aaronian calificó de “diagnosticadores de la capitulación” a los heraldos del FCP y plantea que desde algunos sectores de la izquierda y la derecha pretenden imponer esta idea en el imaginario colectivo aprovechando el contexto complejo que atravesamos. Para Aaronian, la derecha tomó nuevos bríos y logró articular un discurso orientado a deslegitimar la llamada “década ganada” para las mayorías populares, y la izquierda con su discurso sobre el FCP estaría complementando y fortaleciendo el discurso restaurador de la derecha.

Desde la perspectiva de Alfredo Serrano Mancilla, autor de un libro sobre el pensamiento económico de Chávez, estamos en presencia del intento desesperado de algunos sectores de terminar con el proceso que comenzó en la región con la llegada del siglo XXI.

Dice Mancilla, que estos actores han empeñado su voluntad en ir reduciendo paulatinamente el universo de las esperanzas e ilusiones fraguadas en medio del cambio de época. La estrategia imperial evita discutir hacia atrás, precisamente porque es incuestionable el resultado objetivo y subjetivo a favor de las mayorías, y más bien lo que están tratando es de acabar con la idea de que todavía queda mucho por lograr y mejorar. Para este autor, alrededor de este propósito reside hoy en día el verdadero tira y afloja de la geopolítica latinoamericana. Sobre este último punto, volveremos más adelante.

Hasta aquí, no hemos leído aún un planteamiento crítico serio y elaborado sobre los errores que las fuerzas progresistas han cometido y que podrían también estar dándole aliento al espíritu de la restauración conservadora. Y si bien esto se explica por la generalidad que el debate ha tenido hasta ahora y porque el “progresismo” de que hablamos adopta formas diferentes en cada país, desde ya intuimos que este es uno de los factores por los que Sader ha hablado recientemente de “crisis del pensamiento crítico latinoamericano”. Sin embargo, hay algunas luces. Por ejemplo, lo que dice Ángel Guerra Cabrera en el cierre de su artículo, citado al principio: “Se hace necesario esclarecer con más precisión el significado, el alcance y la manera de encarar los flujos y los reflujos en los procesos sociales”.

Aquí radica, desde nuestro parecer, una de las claves para que este “reflujo” no se convierta en una restauración. Así, todo esclarecimiento del contexto, para su comprensión debe pasar por una sincera y elaborada autocrítica que vaya más allá del optimismo panglossiano, el derrotismo posmoderno o el silencio acomodaticio. Continúa... 

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jueves, 12 de noviembre de 2015

Fin del ciclo progresista, cambio de época y pensamiento perplejo (I)

Fin_del_ciclo_progresista_cambio_de_epoca_pensamiento_perplejo
Por Amaury González V.

Desde hace algunos meses un grupo de intelectuales y académicos viene debatiendo sobre un supuesto “fin del ciclo progresista” en América Latina, y debo decir en primer lugar que considero altamente positiva una discusión de carácter continental que asume la visión de los ciclos para referirse a procesos y períodos históricos complejos, luego de que en nuestra historia reciente algunos eufóricos del neoliberalismo postularan un supuesto fin de la historia como punto de llegada civilizatorio, visto desde la clásica linealidad de la modernidad.

Al adoptarse una visión cíclica para referirse a un período “progresista”, se legitima la presencia de un movimiento histórico en el que las luchas políticas están a la orden del día y, asumida por izquierdas y derechas, queda fuera de discusión que nuestras sociedades despertaron y que los pueblos del mundo siguen marcando la pauta de una historia mundial que, ciertamente, ha cambiado sensiblemente en los últimos quince años. En lo personal, cuando escuché sobre un ciclo progresista que había llegado a su fin en Nuestra América, lo primero que recordé fue la teoría de los ciclos económicos de N. Kondratieff.

Revisando en la red sobre el tema, encontré diversos materiales que hablan del economista ruso como un respetado pensador cuya fama se ha incrementó a lo largo del siglo XX a medida que el paso del tiempo convalidaba su planteamiento de las “ondas largas”, según la cual el mundo se ha venido desplazando desde una primavera económica, luego de la cual tuvo su verano y su otoño, hasta llegar a nuestra época, en la cual se vendría la estación que falta: el invierno. Y antes de discurrir sobre el tema del FCP, me pareció pertinente recordar la teoría del ruso, solo para dejar sentada la idea según la cual en nuestro mundo de hoy, interconectado e interdependiente como en ninguna época anterior, los movimientos y azares de la geoestrategia y la geopolítica global resultan cada vez más centrales para comprender nuestras realidades regionales y locales.

De ahí, la necesidad de pensar globalmente y actual localmente, como han dicho diversos autores. Y si hacemos lo primero y ensayamos un análisis del contexto económico mundial, lo primero que ocurre es que el discurso del supuesto final del ciclo progresista en Latinoamérica se pone en perspectiva, cuando no se desdibuja. En otras palabras, las dificultades que plantea, por ejemplo en Venezuela, el bajón vertiginoso de los precios del petróleo, no tiene que ser visto como el final del progresismo. Más aún, podría verse como el comienzo de un ciclo revolucionario, así sea porque plantea la necesidad de una revolución industrial urgente, si se nos permite la distinción.

Ahora, empecemos por decir que indistintamente del debate sobre si hay o no un fin del progresismo en la región, los signos del cambio de época son indiscutibles y claros. El mundo que se viene delineando en el nuevo siglo es efectivamente muy diferente al que teníamos a finales de los noventa. Hace algunas semanas, Ángel Guerra Cabrera esbozó algunas líneas del nuevo entorno que se configura frente a nosotros y, en gran medida, desde nosotros. Como ha reiterado Rafael Correa con su juego de palabras, no se trataba de una mera “época de cambios” sino de un “cambio de época”. Niveles de integración sin precedentes con el nacimiento del Alba, la Celac y la Unasur; la inminente Paz en Colombia luego de décadas de guerra civil, con la sensación de anacronismo atravesada; la retirada del primer plano político de Fidel Castro y el histórico restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y la visita del “revolucionario” Papa latinoamericano a la región ―particularmente su gira por Cuba y Estados Unidos―, son todos hechos que no carecen de elocuencia y que nos hablan de una nueva realidad. Mencionemos también al presidente negro, que con todo y el derrumbe de las expectativas no deja de de ser un signo de esta “nueva era”.

Sobre este último, ya se olía desde la época de su primera campaña, y a pesar de las lágrimas de emoción del reverendo Jesse Jackson, que lo que estábamos viendo con el lanzamiento de Barack Obama al ruedo era una de las más grandes operaciones de marketing político diseñadas en esta “civilización el espectáculo”. Obama no era Malcolm X pero tampoco Colin Powell, se decía en aquel entonces en medio del optimismo que despertaba el negro y además demócrata, Barack Hussein Obama. En tal sentido, hablamos de marketing porque la actual estrategia de las oligarquías del continente para dar al traste y revertir las conquistas populares de los últimos años, consiste en combinar renovadas estrategias de marketing con diversas formas de sabotaje económico y guerras mediáticas, adaptadas a la realidad de cada país de la región.

Así, estas operaciones, como bien lo hemos constatado en Venezuela, pretenden aprovechar el nuevo espíritu de la época la naciente para desdibujar los contornos del “Kairós transformacional”.

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martes, 10 de noviembre de 2015

Juan Martorano: ¡Alerta!: Los ataques arrecian

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“Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles”. Mahatma Gandhi.

Restan veintisiete (27) días para las elecciones parlamentarias. Pienso que nuestro Presidente Nicolás Maduro cuando desea que venga rápido el día 6 de diciembre, lo hace porque debe hacerlo. Pero, el panorama luce bien crítico y observo, desde mi modesto punto de vista, un escalamiento en las acciones desestabilizadoras.

Que se me entienda bien, el hecho de ser vehemente en la crítica no quiere decir que no sea leal al proceso revolucionario. Se ha dicho en varias oportunidades que estamos en una guerra no convencional, pero, me pregunto: ¿En una guerra no se inflingen daños de parte y parte? Y en estos momentos pareciera que el daño sólo lo recibe la clase trabajadora, la clase obrera, el pueblo. Y el Estado, su accionar para neutralizar las acciones de agresión a nuestra Patria, y sin dejar de reconocer el esfuerzo que hace, es un tanto lento y no tiene el sentido de la oportunidad para tomar decisiones en esta tremenda crisis que nos afecta a los explotados, a los oprimidos.

Pero, antes de hacer otras consideraciones, vayamos a algunos hechos que me parecen importantes señalar, a los fines de ponernos en contexto para poder realizar un conjunto de necesarias reflexiones que ojalá puedan conducir a acciones concretas.

En primer lugar, como lo expreso en el título del artículo, es lógico pensar que a medida que nos acercamos al 6-D los ataques arrecian. Suscribo en todo y en cada una de sus partes, lo expresado en el día de ayer por el periodista y analista político José Vicente Rangel, en su sección “Los Confidenciales” de su programa dominical, José Vicente Hoy al referirse al aceleramiento de los preparativos para los planes conspirativos y de desconocimiento de los resultados electorales de las próximas elecciones parlamentarias en nuestro país. Los mismos se activarían luego de conocidos los resultados de dichas votaciones y bajo dos escenarios que se plantean los “tanques pensantes” del fascismo nacional e internacional: 1.- Desconocimiento de los resultados ante una victoria del chavismo y 2.- Desconocimiento de los resultados ante el supuesto de que la derecha obtenga una victoria bajo un escrutinio cerrado, y obteniendo una mayoría simple de diputados y diputadas, lo que en principio y en teoría, al no obtener los 2/3 de diputados para la Asamblea Nacional, no le estarían dadas las condiciones para un “Golpe Parlamentario” al estilo Honduras (2009) y Paraguay (2012), o el caso de Brasil, por nombrar el más reciente.

Como lo señala Rangel, estas informaciones son obtenidas de nuestros organismos de inteligencia que han obtenido estas informaciones y las han procesado debidamente, y destacan un elemento a considerar por los analistas de la derecha, y que también debería ser objeto de consideraciones de nuestra parte: Y tiene que ver con la postura que pudiera adoptar nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana en esta coyuntura. Todo pareciera indicar, que la postura sería a favor de la Constitución, de la Revolución Bolivariana y de lealtad al Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros.

Sin embargo, como complemento de este análisis, es importante mencionar someramente, no ahondar mucho en este tema puesto que le haríamos un tremendo favor a la derecha, cosa que no haré. Y es a lo expresado en el programa “Agárrate” de fecha 04 de noviembre de 2015, conducido desde Miami por la prófuga de la justicia y ultraderechista periodista, Patricia Poleo. En dicho programa, Poleo entrevistó a Jean Piero Osorio, estudiante de la Universidad de Los Andes (ULA) en Mérida, integrante del Movimiento 13 de Nixon Moreno, y al teniente de fragata Carlos Denis Rodríguez, quien leyó un comunicado desconociendo la institucionalidad venezolana, y apostando a las salidas violentas.

Tanto Jean Piero Osorio como Denis Rodríguez buscan reforzar la matriz de fraude, deslegitimación de las instituciones venezolanas, de “entrar por los caminos verdes a Venezuela” y si “tienen que defender los resultados por las armas lo harán”.

Estas declaraciones de Piero Osorio y Denis Rodríguez hay que triangularlas necesariamente con el nuevo héroe de la oposición venezolana, el ex fiscal 44 con competencia nacional, Franklin Nieves.
Pero hay unos datos que debemos destacar, y es que el teniente de fragata Carlos Denis Rodríguez no es militar activo de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana desde hace un buen rato. Tanto él como Piero Osorio y Nieves, este trío de mentirosos se están prestando a todo un conjunto de Operaciones Psicológicas que me he permitido en calificar como “Operación Puras Pepas”. Y me preguntó: ¿Estará metida la mano del experto en propaganda negra J.J. Rendón detrás de todo esto?

El problema y el detalle de todo esto es que aplica el sabio refranero popular: “El que calla otorga”. Si el video de Piero Osorio y Denis Rodríguez no ha sido volado, deberían estar aún en youtube, y ninguno de los voceros de nuestro Gobierno, y peor aún, los actores sociales y comunicacionales de la Revolución han contribuido al desmontaje de esto, lo que contribuye a la confusión e incertidumbre en nuestras filas. No nos descuidemos en lo comunicacional camaradas y compatriotas, y esto no es sólo para los que están desde posiciones de Gobierno, sino también a los que de alguna manera hacemos comunicación alternativa y revolucionaria.

También tenemos el tema de las denominadas “universidades autónomas”, que se encuentran paralizadas, haciendo juego a la estrategia desestabilizadora, además de perjudicar a miles y miles de nuestros jóvenes, atentando contra su derecho constitucional a la educación. Aquí cabría preguntarse: ¿Quién es el que realmente cercena el derecho a la educación? ¿El Gobierno Bolivariano? ¿La oposición?

Pero, para cerrar de momento el tema del frente interno, de política interior, quiero llamar la atención de un tema poco tratado, y que debe ser objeto de nuestras atenciones. El pasquín “Zeta” de Rafael Poleo, tiene varias semanas tratando el tema de la salud, el tema epidemiológico. En la semana comprendida del 06 al 12 de noviembre de 2015, publicó un reportaje titulado “Epidemias sin control”, que aunque no avaló lo allí expresado por considerarlo parte de las Operaciones Psicológicas contra nuestro país, es importante revisarlo y detectar las manipulaciones que ahí hay. Lo que sí quiero destacar es que los operadores validadores de esta Operación Psicológica no sería únicamente el ultra adeco Douglas León Natera, sempiterno Presidente de la Federación Médica Venezolana (FMV) sino dos organizaciones no gubernamentales llamada “Sociedad Venezolana de Salud Pública “ (SVSP) y “Red Defendamos la Epidemiología Nacional”. Algunos de esos integrantes de dichas Ong´s tenemos: José Félix Oletta, Carlos Walter, Rafael Orihuela, Ana Carvajal, Oswaldo Godoy, Saúl Peña, Julio Castro y Andrés Barreto. Puros médicos de derecha, de los cuales, por lo menos dos fueron Ministros de Sanidad y Asistencia Social en la Cuarta República, y nada hicieron por el sector salud, y de paso impulsaban la política neoliberal de la privatización del sector. Alerta con estos señores y no le perdamos pisada.

Del tema de Fedecámaras y lo dicho por Francisco Martínez en el programa “Diálogo Con” con Carlos Croes, nos referiremos en próximos artículos.

Si a esto le agregamos las graves denuncias formuladas en el día de ayer por nuestro Ministro del Poder Popular para la Defensa y Jefe del Comando Estratégico Operacional de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (CEOFANB) G/J Vladimir Padrino López, sobre la violación de nuestro espacio aéreo el día viernes 6 de noviembre por parte de un avión de inteligencia de la Guardia Costera estadounidense, además de la aproximación de varios aviones de inteligencia gringos se han acercado a las costas venezolanas.
Igualmente, también advirtió Padrino López sobre la presencia que tendrá el portaviones, George Washington, que ya salió de California, EEUU, hace varios días rumbo al sur del continente y estará muy cerca de las costas venezolanas el día de las elecciones parlamentarias. ¿Será que estuve errado cuando expresé que se respiran vientos de golpe?

Asimismo, los operadores psicológicos de la derecha que están muy activos por estos días, retomaron la campañita de señalar que el G/J Vladimir Padrino López tiene un “cáncer terminal” y que no terminará su gestión como Ministro del Poder Popular para la Defensa; igualmente, atacan al M/G (r) Miguel Rodríguez Torres, ex Ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz. ¿Por qué atacarlos a ellos? ¿No será, sin ánimo de herir suceptibilidades, que tanto Padrino López como Rodríguez Torres son las mejores expresiones de la lealtad militar, honestidad, carisma, preparación y compromiso con la Revolución? ¿No se busca con el ataque a estos dos extraordinarios soldados y seres humanos, desmoralizar a nuestra Fuerza Armada, el quiebre de la autoridad a lo interno y fractura de la unión cívico militar?

De lo que sí estoy convencido es que el imperialismo yanqui en coordinación con sus lacayos de aquí, desea pasar de un conflicto de baja intensidad a uno de mediana intensidad, ya con un posicionamiento y dominio territorial. Están convencidos de que deben acabar de una vez con la Revolución Bolivariana, y con todos los conflictos económicos y sociales que tenemos, la mayoría inducidos por los enemigos de la Patria, otros producto de errores y fallas nuestras, debemos reconocerlo, han generado importantes niveles de descontento y hasta de desgaste de la base social que respalda no sólo el Gobierno chavista de Nicolás Maduro, sino de la Revolución Bolivariana como un todo.

Pero la situación venezolana no la podemos ver aislada del contexto geopolítico latinoamericano y mundial. El ataque imperial es a varios países latinoamericanos y caribeños, pero se centran en los siguientes países: Argentina, y lo ocurrido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en ese país; en Brasil, con los intentos del parlamento para activar un “impeachment” o juicio político para derrocar a Dilma Rouseff, Ecuador donde también buscan derrocar a Rafael Correa; y el caso de nuestro país, Venezuela, donde se combinan todas las formas de lucha para dar al traste al Gobierno de Nicolás Maduro, y que hemos explicado bastante y de variadas formas.

Coincido con el sociólogo Javier Biardeau que ante estos ataques a nuestros procesos en esta Patria Grande, hacernos un llamado al ciclo progresista latinoamericano, el cual pareciera que ha llegado a un punto de cierto estancamiento: ¡O nos renovamos, o iremos hacia la derrota!

También es importante que, a veintisiete (27) días que nos restan de cara a los comicios parlamentarios, abrir un compás y hacer un llamado a todas las fuerzas progresistas y de izquierda en nuestro país a una verdadera unidad revolucionaria. Sin duda, mi reconocimiento al Presidente Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y otros tantos a la construcción de una Alianza cuasi perfecta en el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar. Y señalo cuasi perfecta, porque hay factores progresistas, revolucionarios y de la izquierda que no están incluidos y no hacen vida dentro del Polo Patriótico. Recordemos que Chávez en alguna ocasión, si no me equivoco fue en su última campaña electoral, en el año 2012, que “hay que hacer una alianza con la izquierda, pero hay que pensar en alianzas más allá de la izquierda”. Y en este momento en que nos la estamos jugando a “Rosalinda”, creo que se impone más que nunca esa unidad: El PSUV, PCV, PPT, CRV, IPCN, NCR, VBR, Alianza por el Cambio, PODEMOS, PRT, TUPAMAROS, ORA, REDES, JUAN BIMBA, pero también con aquellos factores como Marea Socialista, Poder Laboral y Joven, que son los tildados como “disidentes”, debe aperturarse un diálogo franco, sincero, donde se diseñe un programa de lucha revolucionario genuino y común de todos los factores revolucionarios, que atienda sin duda lo electoral pero que trascienda más allá de lo electoral. Lo que importa es preservar la Revolución.
No olvidemos que el viernes pasado, 6 de noviembre de 2015, de acuerdo al cronograma electoral del Consejo Nacional Electoral, venció el lapso para las sustituciones de los candidatos por el voto lista, y el 26 de noviembre, vence el lapso para la sustitución de los candidatos y candidatas por el voto nominal, que es el que tiene mayor peso en las parlamentarias. Si hubiera que sustituir alguna candidatura revolucionaria en estas parlamentarias para garantizar el triunfo el 6-D y preservar la Revolución, no dudemos en hacerlo.
Todo pareciera indicar, en medio de esta incertidumbre que hay, que pudiéramos entrar en un período de crisis política terrible. Espero equivocarme con esto. Sigo aferrándome a aquella expresión de Chávez cuando señalaba: “Confío más en los dichos del pueblo que en los consejos de los sabios”.

Pero que no quede ninguna duda, estoy convencido que la Mesa de la Ultraderecha (MUD) no es alternativa para la solución de los actuales problemas en nuestro país. Si ellos llegasen a ser mayoría en la Asamblea Nacional, los problemas que hoy tenemos, lejos de resolverse, se agravarían no se imaginan cuanto. Ojalá que nuestro bravo pueblo, esa mayoría que apoyó y apoya a Chávez, pese a las molestias, a las críticas, al descontento, nos sigamos manteniendo leales a la Revolución. Y a nuestro Gobierno y Estado Revolucionarios a exigirse más, a ser mucho más eficientes y eficaces en la solución de los problemas; que los responsables de los entes dejen el complejo de creerse dioses, y sientan empatía y comprensión por las necesidades de nuestro pueblo.

Me disculpan lo extenso, pero era necesario hacerlo. Los ataques arrecian, pero en verdadera unidad, nos desplegaremos en lucha, para entrar en batalla y obtener la victoria.

¡Golpe de Timón para salvar a la Revolución!
¡Bolívar y Chávez Viven, y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!

*Abogado,Activista por los Derechos Humanos,Militante Revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas (RENTSOC). http://juanmartorano.blogspot. com /http://juanmartorano.wordpress.com/.jmartoranoster@g mail .com ,j_martorano@hotmail.com ,juan _martoranocastillo@yahoo. com. ar . @juanmartorano (Cuenta en Tuiter).


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