miércoles, 2 de septiembre de 2015

Kenny García Ortega: Olla de presión

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Un estallido social surge cuando la tolerancia del pueblo ante la adversidad llega a su límite. La adversidad, es asumida por la masa como el cúmulo de obstáculos que perturban su cotidianidad e impiden un normal transcurrir en el escenario individual y colectivo. La cotidianidad de todos está marcada por la calidad de vida y la manera como satisfacemos o no nuestras necesidades básicas. Si se hace imposible satisfacer nuestras necesidades elementales nos sentimos frustrados, y el hecho de considerar esta circunstancia como producto de la injusticia, venga de donde venga, provoca tensión a lo interno del individuo. Si la situación de injusticia se repite y llega a amenazar la subsistencia de las personas, se origina como reacción la agresión al sistema trasgrediendo las normas. La masa, enardecida, se rebela y estalla en la búsqueda de satisfacer su sed de justicia.

 El Caracazo, acontecimiento doloroso vivido en Venezuela para el año 1989, fue un estallido social contra la burguesía a raíz del paquete económico aplicado por Carlos Andrés Pérez, quien fungió como títere del Fondo Monetario Internacional al comienzo de su mandato. En resumen, el pueblo salió a las calles a protestar por las medidas y en su búsqueda de justicia apeló a tomar con sus propias manos, fuera de la ley, aquellos bienes inalcanzables que le permitirían cubrir sus necesidades insatisfechas. La agresión colectiva contra los comercios se materializó y vivimos los saqueos. El gobierno fascista, masacró al pueblo en las calles para “restablecer” el orden.

Hoy muchos subestiman la idea de que en Venezuela pueda haber un estallido social, señalando que de llegar a ocurrir sería contra la burguesía porque el pueblo “está consciente de quién es el enemigo”, chantaje discursivo al que se apela para meterle miedo a las élites económicas y tratar de exonerar a las autoridades en su corresponsabilidad por la adversidad e injusticia que se vive diariamente a nivel del comercio.

El poder económico poco a poco aplica un paquete del Fondo Monetario Internacional de manera indirecta. Los precios de todos los productos suben sin nada que los detenga y es algo que todos vivimos, es una situación que afecta nuestra cotidianidad, nuestras perspectivas sobre el país y la confianza que podamos tener en el sistema político vigente.

Hoy lo pensamos dos veces a la hora de gastar dinero en algo. Hoy un simple litro de leche pudiese costar casi el doble que hace cuatro meses (ver imagen más abajo). Hoy en Caracas, un café grande en una panadería muestra un precio que fluctúa entre 45 y 120 bolívares. Hoy un caucho para un vehículo puede llegar a costar 12 sueldos mínimos. Hoy un kilo de lentejas puede conseguirse al doble del precio que un kilo del mejor corte de carne de res. Hoy un cartón de huevos se puede conseguir en Bs 1.200, cuando en enero de 2015 no pasaba de 150 bolívares.

 Las elecciones parlamentarias son en tres meses y es obvio que el estrangulamiento del bolsillo del pueblo arreciará. Las autoridades parecen apostar a que esta realidad se acentúe para tener asidero en el argumento de la Guerra Económica y mostrar que da respuesta a través de la venta de productos regulados en sus cadenas de abastecimiento. Según esta lógica, el pueblo agradecido votará masivamente a favor de los candidatos chavistas.

Ahora bien, supongamos que es el 2 de diciembre y usted llega a una panadería, pide un Pan de Jamón y cuando está en la caja le dicen que el precio es de 3.500 bolívares y en el bolsillo sólo lleva 1.500 y no dispone de más plata ¿qué hace usted? ¿cómo se sentiría? ¿qué pensaría? ¿cómo reaccionaría?

Revolucionandoando.com

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